Hugo Chávez y su legado

Abel Pérez Zamorano


Hugo Chávez y su legado

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2013, 01:28 am

Hugo Rafael Chávez Frías, fue uno de los líderes más atacados por la prensa del mundo capitalista (la de México no hizo la excepción), que, a coro, le acusó de loco, golpista, dictador, megalómano y otras lindezas por el estilo; y aun muerto, la campaña sigue, haciendo mofa de las muestras de dolor popular ante la pérdida del líder. Tanta hostilidad evidencia, a mi ver, dos fenómenos: primero, el odio de las cúpulas de poder mundial a Hugo Chávez porque afectó sus intereses, distribuyó la riqueza y estableció relaciones con países que no gustan a Estados Unidos; y segundo, exhibe la abyección de los medios que difaman por consigna. Aunque aquí se aplica aquello de: dime quién te ataca y te diré quién eres. Pero a los hombres y los partidos no puede valorárseles por lo que digan de sí mismos, ni por lo que sus enemigos digan de ellos. Por sus frutos los conoceréis, reza el principio bíblico; por sus obras se mide a los hombres.

Veamos, pues, cuál fue la obra de Hugo Chávez.

Él llegó al poder en 1999; de ahí la crítica de haber permanecido mucho tiempo en la presidencia, y de querer perpetuarse en ella; pero lo que realmente debe importar no es cuánto dura un presidente en el poder, sino qué hace con él, a quién beneficia; porque mandatarios y reyes hay en el mundo que han permanecido más, varias décadas, pero arruinando al pueblo. En este caso, sin operar milagros ni superar aún el atraso social y económico secular de Venezuela, Chávez logró importantes cambios. Aunque en forma errática, la economía creció: a partir de 2004 logró tasas de 17.9, 9.4, 10.3, 8.4, 4.8, 0.6, 4.2 y en 2012, un 5.5 por ciento; hoy es la quinta economía más grande de Latinoamérica.

Se realizó un amplio reparto de tierras, de grandes fincas ociosas, o en manos de extranjeros; en Venezuela no había tenido lugar aún una reforma agraria. Fueron expropiadas las empresas Polar y Cargill, ante su negativa a producir arroz para alimentación popular, pues resultaban más rentables los productos de exportación. También mediante debida indemnización, el Estado expropió las tres cementeras extranjeras: Cementos Mexicanos, Lafarge y Holcim, para construir viviendas populares; las transnacionales controlaban el 94 por ciento de la producción de cemento, lo principal para exportación. Nacionalizó asimismo el Banco de Venezuela, propiedad del grupo español Santander, que permitirá al Estado manejar el 25 por ciento del capital financiero del país.

Pilar económico de Venezuela es el petróleo (posee las reservas más grandes del mundo, y extrae 3 millones de barriles diarios). La soberanía nacional sobre los hidrocarburos fue asumida por el gobierno en 2003, al tomar las riendas de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), mayoritariamente estatal y que del lugar 66 entre las empresas más grandes del mundo, según el ranking Global 500 de Fortune, pasó en 2012 a ocupar el sitio 36; su plantilla es de 92 mil empleados, y sus ingresos anuales suman 124 mil 754 millones de dólares (sólo dos peldaños debajo de PEMEX); según Fortune, los beneficios del corporativo aumentaron 31.4 por ciento con respecto a 2010 (2 mil 640 millones de dólares). En 2007 fue nacionalizada la empresa Electricidad de Caracas, de capital estadounidense; hoy PDVSA controla el 82.4 por ciento de sus activos. En telecomunicaciones, el Estado posee la telefónica CANTV, y protege así a los venezolanos de los abusos de los monopolios privados.

Pero cambiar la economía, aunque sea parcialmente, no es un fin en sí mismo; muchos países lo hacen, pero con miras a aumentar la riqueza para acumularla en pocas y gigantescas fortunas. En Venezuela lo principal es para el pueblo. El precio de la gasolina es el más bajo del mundo: en 2010, equivalía a 25 centavos mexicanos (Fuente: Banco Mundial). Con los ingresos petroleros se incrementó el gasto en educación: de 2.8 por ciento del PIB en 1999 a 7.6 en 2008; y la educación mejoró: el 28 de octubre de 2005, la UNESCO declaró a Venezuela “Territorio Libre de Analfabetismo”. En materia de salud, 40 mil médicos y otros profesionistas cubanos prestan servicios gratuitos a los venezolanos más pobres, y, en sus hospitales, Cuba les ofrece atención especializada. La tasa de mortalidad infantil se redujo de 28 por ciento en 1990, a 16 en 2010 (UNICEF).
El nivel de desigualdad social se redujo desde 1999; hoy es el más bajo en Latinoamérica: el coeficiente de Gini en 2011 fue de 0.394, contra 0.52 en Brasil (su valor oscila entre cero y uno, siendo cero la igualdad perfecta entre todos los ciudadanos, y uno, donde una sola persona posea toda la riqueza). Por otra parte, según la CEPAL (“Panorama Social de América Latina 2011”), en 2010, el 27.8 por ciento de los venezolanos vivían en la pobreza: tercer sitio como nación con menos pobreza en Latinoamérica; entre 2002 y 2010, disminuyó de 48.6 a 27.8 por ciento, y la extrema de 22.2 a 10.7; entre 1999 y 2010 fue el segundo país en la región que más redujo la pobreza: en 21.6 por ciento. En 2009, ocupó el octavo lugar regional por el PIB aplicado en gasto social, 14.4.

Ciertamente, la economía padece serios problemas: un déficit fiscal de 9 por ciento (aunque bajo si se lo compara con el de Estados Unidos); la moneda se ha devaluado y el país registra una elevada inflación (27 por ciento en 2011). Es la venezolana una economía petrolizada, con un débil crecimiento de los demás sectores, lo cual constituye una insuficiencia estructural; es como si estuviera parada sobre un solo pie. Necesita hacer más integral su desarrollo. Por otra parte, el capital castiga a quien le impone límites, y los inversionistas han sacado capitales, a donde puedan crecer y protegerse, abatiendo así la inversión y desequilibrando las finanzas públicas. Asimismo, hay endeudamiento (35 por ciento del PIB), proporción de todas formas muy por debajo de la de Estados Unidos, Grecia, Italia o España. Aunque falta mucho aún por hacer, los progresos económicos y sociales son admirables.

Los indicadores citados, y muchos que resulta difícil resumir aquí, permiten calificar la obra de Hugo Chávez como un importante progreso en el bienestar de los venezolanos, aunque, ciertamente, con rezagos y contradicciones; no olvidemos que éste es un proceso reciente, y que, como suele decirse, Roma no se hizo en un día. A lo anterior debe agregarse el reconocido liderazgo benefactor, nacionalista y popular, del presidente Chávez en Latinoamérica, y su papel progresista en otros continentes, donde estableció estrechos vínculos: a China, su segundo socio comercial, Venezuela exporta diariamente 640 mil barriles de petróleo, una parte a cambio de créditos. Conformó también una firme alianza con Rusia, Irán, Siria y Bielorrusia, y, en admirable gesto de solidaridad, desde 2005 ha entregado a los habitantes del Bronx, el barrio más pobre de Nueva York, 465 millones de dólares en petróleo regalado para calefacción de viviendas y hogares de indigentes (Reforma, 7 de marzo), y vende a Cuba 110 mil barriles diarios de petróleo a precios bajos. En conclusión, la gratitud de los venezolanos hacia su presidente es sobradamente fundada; y, de paso, valdría la pena preguntarse: ¿cuántos gobernantes en el mundo podrían merecer aunque sea la milésima parte de ese auténtico cariño popular que su pueblo tributa hoy, tan sentidamente, a Hugo Chávez?