Hedy Lamarr, actriz y precursora del WiFi

**Actriz, ingeniera e inventora austriaca que destacó por haber inventado la primera versión del espectro ensanchado que permitía las comunicaciones inalámbricas de larga distancia, que hoy nos permite utilizar el WiFi, el GPS o el Bluetooth.


Hedy Lamarr, actriz y precursora del WiFi

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2019, 14:08 pm

Por Lucía Moreno/
academiaplay.es

Hedwig Eva Maria Kiesler (Viena, 1914 – Florida, 2000), conocida como Hedy Lamarr, fue una actriz, ingeniera e inventora austriaca que destacó por haber inventado la primera versión del espectro ensanchado que permitía las comunicaciones inalámbricas de larga distancia, un hito de gran importancia que hoy nos permite utilizar el WiFi, el GPS o el Bluetooth.

Nació tan solo tres meses después de estallar la Primera Guerra Mundial y provenía de una familia de judíos secularizados. Su padre fue banquero y su madre pianista y, gracias a su buena posición económica y social, pudieron ofrecerle a su hija una vida segura en aquellos tiempos tan difíciles, amén de una buena educación que se complementaba con la atmósfera artística e intelectual que usualmente concurrían.

Así, Hedy se educó en distinguidos internados en Austria y Suiza, en los que pudo aprender música y danza, al mismo tiempo que idiomas. Su madre, merced a su amor por las artes y el teatro, sumergió a Hedy en estas disciplinas, y le enseñó a tocar el piano e incluso a bailar ballet. Era consciente de que lo mejor para su hija era cultivarse en diversas habilidades, ya que “la belleza no lo era todo”, hecho que en el caso de Hedy es especialmente reseñable, puesto que siempre estuvo condicionada por su rol de niña guapa, por ser “la mujer más preciosa de la historia del cine”. Así lo afirmó el productor y director Max Reinhardt, y Lamarr luchó toda su vida contra esta etiqueta que, desgraciadamente, le trajo más desdichas que ventajas.

Un día mi madre me prometió un bonito regalo si me comportaba bien. El regalo fue mi primera visita a un teatro. Allí vi una representación en la escena por primera vez. Estaba emocionada y sin habla. No recuerdo la trama de la obra, ni su título, pero lo que nunca olvidé fue la gran impresión que me causó.

Su carrera cinematográfica

Hedy también se interesó por la ingeniería, y cursó estudios de la misma hasta que su atracción por la actuación fue predominante. Así, a los dieciséis años se matriculó en la escuela berlinesa de Reinhardt. Esta formación le permitió adentrarse en la industria del cine, donde empezaría a trabajar en la ciudad de Viena.

La primera vez que interpretó un papel como tal fue en la película Die Blumenfrau von Lindenau o Sturm im Wasserglas (1931), de Georg Jacoby, en la cual Hedy interpretaba a una secretaria.

Poco después, Hedy interpretaría el papel que le llevó a la fama en la controvertida película Ekstase (1932), un film de Gustav Machaty. La polémica surgió por el hecho de que ésta fue la primera película en mostrar un desnudo integral y simular un orgasmo. El impacto mediático de la película llegó incluso al Vaticano, que consideraba que el film atentaba contra los valores morales. Se dice que Mussolini exigió ver la película en privado, probablemente preso del morbo que le suscitaba.

Lamentablemente, este papel le costaría a Hedy su libertad e independencia. Sus padres, abochornados por lo que vieron en pantalla, aceptaron su matrimonio con Fritz Mandl, uno de los hombres más ricos de Austria. Fritz era propietario de la fábrica de armas Hirtenberger Patronenfrabrik Industries, con la que haría negocios con los nazis, y se había prendado de Hedy desde que la vio actuar en la obra de teatro Sissi. Así, pidió su mano y se casaron en 1933. Sus padres la habían empujado a los brazos de un hombre obsesionado, encaprichado y desquiciado por los celos. Tanto es así, que Mandl intentó destruir todas las copias de Ekstase y, como no quería perderla de vista, la obligaba a acompañarle en sus negocios. La realidad es que su obcecación la mantuvo prácticamente encerrada en vida, como a un trofeo que exhibir en su lujosa mansión.

El matrimonio con Mandl llevó a Hedy a abandonar su carrera cinematográfica y a retomar sus estudios de ingeniería. Pero Lamarr aprovechó para empaparse de las conversaciones que presenciaba en las fiestas de su casa, a las que acudían políticos, científicos y artistas. Fue aquí donde se puso al día de los avances de la tecnología nazi en lo que a armamento y telecomunicaciones respecta; una información que posteriormente le serían de gran utilidad en su carrera como ingeniera.

Como si de una novela se tratara, Hedy decidió escaparse de su cautiverio drogando a la criada y aprovechando un momento de ausencia de su marido.

Aquel jueves temprano por la mañana, puse tres pastillas para dormir en el café de Laura (una de mis criadas), dentro de unos azucarillos, después me escabullí por la puerta de servicio. Tenía las llaves del coche de Laura y alcancé la estación de tren sin obstáculos. El andén estaba desierto cuando compré mi billete y comenzó una espera de doce minutos. Como una espía novata, pensaba que el jefe de estación me estaba observando por lo que le di la espalda y me comporté con estudiada naturalidad hasta que llegó el tren y me subí a él.

Tras su recién recuperada libertad terminó llegando a Londres y allí se embarcó en el Normandie, un lujoso trasatlántico que se dirigía a Estados Unidos. En él se encontraba el cofundador de la Metro Goldwyn Mayer Studios, Inc., Louis Burt Mayer. Hedy consiguió firmar un contrato con el productor; sin embargo, éste le pidió que se cambiara el nombre, puesto que no quería que se la vinculara con el escándalo de Ekstase, ni que sonara tan alemán teniendo en cuenta cómo estaba la situación política. Así, y en memoria de Bárbara La Marr, Hedwig se convierte en Hedy Lamarr.

La productora de L. B. Mayer la transformó en una estrella del cine hollywoodiense e hizo de ella un canon de belleza. Trabajó con directores como King Vidor, Jacques Tourneur, Robert Stevenson y Cecil B. DeMille en su Sansón y Dalila, (1949) papel por el cual fue muy recordada. A partir de los años 50 su carrera cinematográfica fue decayendo, por lo que en el ’59 se retiró de esta profesión, aunque apareció esporádicamente en algún programa de televisión y en la película Instant Karma (Roderick Taylor, 1990).

Sin embargo, la carrera profesional de Hedwig ya había tomado otra dirección; la de la invención. Como para la productora esta faceta científica podía estropear su imagen de diva, Hedy trabajaba en secreto. Sin embargo, gracias a la ayuda de Howard Huges, un empresario, ingeniero, aviador, productor y director de cine estadounidense, pudo trabajar en sus ideas e inventos durante los rodajes y diseñó, entre otras, artilugios como un collar para perros con propiedades fluorescentes o una técnica de alisamiento facial.

Fue gracias a su colaboración con George Antheil, compositor de vanguardia y pianista estadounidense que experimentaba con música mecanizada, que se creó la patente de un invento de gran importancia hoy en día. Antheil y Hedy se conocieron en una fiesta en 1941. Encontraron ideales comunes en contra del régimen nazi, y sus conversaciones sobre la guerra y las tecnologías militares les llevaron a colaborar en la creación de un sistema que solucionase uno de los principales problemas de tecnología militar de la época: la fragilidad de las conversaciones por radio, que podían ser fácilmente escuchadas y localizadas por el bando enemigo.

El sistema que querían crear planteaba una nueva forma de guiar los torpedos por medio de frecuencias radiofónicas que no fueran identificables, mediante el cambio constante de frecuencia y de coordenadas del receptor. Basándose en la experiencia de la obra de Antheil, el Ballet Mécanique, en el cual se simultanearon dieciséis pianolas, se plantearon utilizar dos pianolas para su diseño.

La pianola es un instrumento mecánico que, mediante un mecanismo neumático, permite la reproducción automática de música. Su sistema se basa en un rollo de papel al que se le realizan unas perforaciones y que se desliza sobre un lector que se compone de tubos verticales, los cuales tienen el mismo número de orificios que notas tiene el instrumento y se accionan por diferencias de presión. De esta manera, el papel gira en torno a los tubos, y en el momento en el que un orificio queda al descubierto, el aire acciona los resortes que activan los macillos de madera habituales de un piano convencional y éstos percuten sobre la cuerda generando el sonido.

En función de este mecanismo, Hedy y Antheil plantearon la utilización de dos pianolas; una de ellas estaría en la estación emisora y la otra en la receptora; los saltos de frecuencia se codificarían mediante los taladros longitudinales sobre una banda de papel, creando una secuencia que sólo se conocería mediante una clave. El sistema estaba sincronizado, y la señal de transmisión emplearía ochenta y ocho frecuencias diferentes (correspondiéndose con el número de teclas de un piano).

Así, presentaron su sistema de espectro ensanchado ante registro el 10 de junio de 1941. La patente fue concedida el 11 de agosto de 1942 bajo el nombre de Secret Comunication System (Sistema Secreto de Comunicaciones), pero el Ejército de los EEUU consideraba que el sistema no era muy adecuado para los torpedos, y la Marina, por su parte, lo consideraba demasiado vulnerable.

Gracias a la invención del transistor unos años después, este sistema pudo llevarse a la práctica en 1957. La empresa Silvania Electronics Systems Division de Buffalo lo desarrolló y el gobierno lo utilizó en las transmisiones militares.

El espectro ensanchado se utilizó en ingeniería civil durante los años 80, así como en la tecnología digital que permite hoy en día el intercambio de datos WiFi.

Hedy murió el 19 de enero del año 2000, a los 87 años, habiéndose quedado al margen de los éxitos de su invento. De hecho, los premios y reconocimientos por ellos no llegarían hasta finales del siglo XX, validando por fin la labor de una mujer extraordinaria.