Héctor Espino, el mejor beisbolista que ha tenido México

**"El Supermán de la Dale" empezó de correbolas en los campos llaneros.


Héctor Espino, el mejor beisbolista que ha tenido México

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2018, 12:11 pm

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- Lo llaman “El Superman de la Dale”. Héctor Espino jugó en su carrera 3 mil 879 juegos: 317 más que Pete Rose, y conectó 4 mil 542 hits: 286 más que Rose en toda su carrera. En jonrones conectados, sobrepasó a Hank Aaron y a Babe Ruth, quienes conectaron 755 y 714 respectivamente, contra 868 de Espino.

Y así nos podríamos ir con los logros deportivos de este gigante...

El cuarto hijo de un transportista de materiales de construcción, Héctor Espino González, “El Niño” Espino, “El Superman de la Dale”, nació y creció en un ambiente propicio para desarrollar el gusto por la profesión y la pasión de su vida: el beisbol.

Se vivía en la Dale una gran pasión por el beisbol, y las hazañas del domingo en el campo de juego eran tema de conversación durante toda la semana.

La familia Espio González vivía en la Justiniani y 34. Fueron ocho los hermanos, y todos participaron de la afición del padre por el rey de los deportes.

La gente jugaba entonces en unos campos —llaneros, por supuesto— que estaban, uno, donde está ahora la placita de la Dale, y otros más, donde confluyen actualmente la calle Melchor Guaspe y la Vialidad Ch-P.

CORREBOLAS A LOS 8 O 9 AÑOS

Abel Espino, el mayor de los ocho hermanos, y quien desde hace más de cuarenta años vive en la calle 14, a una cuadra de los antiguos campos, recordó que él jugaba en un equipo de la Liga Obrera. Héctor, quien era muy pequeño, no entraba todavía a ningún equipo, pero su afición y gusto por el juego eran inocultables y comenzó de correbolas a la edad de 8 o 9 años”.

Héctor nació el 6 de junio de 1939, por lo que las actividades auxiliares en el campo serían alrededor de los años 1947 o 1948.

Cuando terminó la primaria, Héctor Espino entró a estudiar Comercio en la Academia Gregg, en Bolívar y Sexta, pero no terminó la carrera, que equivalía a un nivel técnico actual, y sólo duró dos años, tras de lo cual entró al servicio de su padre en el acarreo de materiales. A Héctor Espino sus hermanos y amigos le veían que era bueno, siempre fue bueno, desde los once años comenzó a jugar regularmente y practicaba mucho.

Desde que Héctor empezó a jugar en Tercera Fuerza, ya botaba la pelota y la sacaba del campo. En Segunda Fuerza —recordó el hermano— se le veía muy natural, muy poderoso, hasta parecía que se esforzaba mucho. “De ahí brincó a la Primera Fuerza con Benjamín Chávez”.

PASÓ AL BEISBOL PROFESIONAL EN 1959

Pero el primer brinco importante de la carrera de “El Niño” Espino fue su paso al beisbol profesional, en 1959, con los Dorados, que dirigía Guillermo Garibay. Sólo jugó una temporada, después de la cual el equipo se desbarató por dificultades económicas. No había entonces suficiente respaldo como para que funcionara en Chihuahua un equipo de profesionales.

Después de los Dorados, “El Niño” Espino inició una carrera de saltos hacia delante, que sólo reforzarían lo que su familia ya sabía: que Héctor era un deportista superdotado.

Saltó primero a Acámbaro, Guanajuato, equipo de la Liga del Bajío invernal.

De ahí se fue a San Luis Potosí, sucursal de los Sultanes (verano), y en invierno a Hermosillo con los Naranjeros.

Su último equipo fueron los Sultanes de Monterrey.

EJEMPLO PARA LA JUVENTUD CHIHUAHUENSE

En la opinión de su hermano mayor, Héctor Espino es un ejemplo para la juventud chihuahuense, pero no sólo por sus grandes méritos como deportista, que ya serían suficiente para colocarlo entre los chihuahuenses ejemplares, sino también por sus cualidades humanas. Él fue muy bueno con sus padres, buen esposo, buen padre, y era un individuo muy centrado que nunca se peleaba ni con los ampayers. “Los buenos no dan lata, a diferencia de los jugadores malos, que buscan llamar la atención”, dice Abel.

Y lo más importante es que nunca renegó de su tierra. Aunque sus mayores glorias deportivas las vivió afuera, él siempre reconoció todo lo que le debía a Chihuahua, porque aquí se formó.

La colonia Dale fue, en última instancia, la comunidad que le imprimió el gusto por el beisbol. Y el ambiente beisbolero que se vivía ahí en los años de su infancia y juventud, se conjugó con su genio y su personalidad para producir el mejor beisbolista que ha tenido este país.