Hay que saber leer el lenguaje de la perversidad política

Aquiles Córdova Morán


Hay que saber leer el lenguaje de la perversidad política

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2013, 18:55 pm

Dedico, con cariño y respeto, esta modesta colaboración mía al pueblo trabajador de Chimalhuacán y, en particular, al antorchismo de ese emblemático municipio del oriente mexiquense y a todos los antorchistas del Estado de México.

La semana recién pasada ocupó un lugar destacado en los medios informativos una nota impactante y de innegable interés para los chimalhuacanos y para la opinión pública del país. Me refiero al asalto que un grupo de policías municipales, adscritos a la Dirección de Seguridad Pública de Chimalhuacán, perpetró en contra de una pareja de jóvenes que, simplemente, hacían lo que hace toda pareja de novios aquí y en cualquier parte del mundo. El brutal ataque de los supuestos encargados de la seguridad pública arrojó como saldo trágico, y asaz indignante, el asesinato del elemento masculino de la pareja y el ultraje sexual de su compañera, al parecer una niña que escasamente rebasaba los 16 años de edad. Un verdadero horror.

Afortunadamente, quizá un signo de los nuevos tiempos que se inauguraron con la Presidencia del Lic. Enrique Peña Nieto, esta vez los medios no aprovecharon la ocasión para golpear, desprestigiar y debilitar al gobierno municipal de Chimalhuacán que preside el antorchista Telésforo García Carreón, ni echaron la culpa fundamental sobre la organización que lo llevó al triunfo y lo respalda firmemente en su administración. La información fue, en lo que cabe, correcta, objetiva y bien contextualizada como una expresión más del clima generalizado de inseguridad y violencia que se vive en todo el país y no sólo en Chimalhuacán, como malévolamente se ha afirmado en ocasiones anteriores. ¡Bien esta vez por el profesionalismo de los medios!

Pero, como era de esperarse, no faltó, ni falta, el pelo en la sopa. Es una verdad innegable e ineludible que la responsabilidad de la correcta integración del cuerpo policíaco municipal, la rigurosa selección de sus miembros, su permanente superación y preparación ética y profesional, la estrecha e incesante vigilancia de la forma en que ejercen el poder que se les confiere y cumplen con su deber de brindar seguridad a la ciudadanía, es responsabilidad del municipio y del director de la corporación (por lo menos hasta ahora); pero también es claro y muy bien sabido que la persecución de delitos como el que aquí comentamos, la investigación, aprehensión, juicio y castigo de los delincuentes, con uniforme y credencial o no, corresponde a la Procuraduría de Justicia del Estado y al Poder Judicial encargado de aplicar la ley, y que ninguna de ambas instituciones está bajo las órdenes del poder municipal. Por eso resulta muy curiosa y reveladora la nada disimulada lentitud con que ambas instancias han reaccionado ante la gravedad del caso, ante la indignación y el clamor de la ciudadanía, de los parientes y amigos de las víctimas que exigen, con toda razón y con todo derecho, justicia pronta y expedita, y los oídos sordos con que han acogido la solicitud expresa de las autoridades de Chimalhuacán para que se detenga, juzgue y castigue severamente a tan malos “servidores públicos”.

A esta lentitud exasperante, se suma otro hecho que tampoco parce ser pura coincidencia. El Director de Seguridad Publica y el propio Presidente Municipal han tenido que dialogar más de una vez con los familiares y amigos de la pareja agredida para ofrecerles todo el apoyo (moral, legal, psicológico y económico) que está en sus manos, así como su plena disposición a coadyuvar con las instancias estatales para que este crimen no quede sin castigo. Y han podido constatar que, a pesar de ello, los agraviados se muestran cada vez más inconformes y menos dispuestos a aceptar el discurso de la autoridad, que es absolutamente cierto y de buena fe; en lugar de eso, comienzan a exigirle “resultados” y no “puras promesas y puras vueltas”, es decir, han comenzado a responsabilizarlas por algo que no es de su competencia y, por tanto, que no está en sus manos resolver. Parece ser que alguien está tratando de echar a andar una pinza para coger entre sus tenazas al H. Ayuntamiento y a su Jefe de policía: por un lado, se retrasan las investigaciones y los resultados buscando la máxima exasperación de las familias lastimadas y de la gente en general; por otro, se alienta a los ofendidos para que “exijan justicia” a las autoridades municipales, a sabiendas de que esto no entra dentro de sus competencias.

Para completar el cuadro, hay que tener en cuenta dos cosas más. Primera, los dos policías que cometieron directamente el nefando crimen habían ingresado a la corporación sólo dos días antes de los hechos y cumplían, la noche del ataque, apenas su segundo turno de vigilancia. Tal rapidez y eficacia para consumar su fechoría dicen bien a las claras que iban precisamente a eso, es decir, que alguien los seleccionó e instruyó para que se infiltraran en la policía de Chimalhuacán y, desde allí, perpetraran el brutal ataque cuyo impacto social tenía que haber estado perfectamente bien medido con toda anticipación. Se trataría, pues, de una clara maniobra de desestabilización política que hoy se busca coronar retardando la acción de la justicia y empujando a los agraviados para que carguen contra las autoridades municipales. Segunda, la agresión se dio, justamente, un día antes de la fecha en que el Ayuntamiento y el antorchismo chimalhuacanos tenían programada una concentración masiva en la ciudad de Toluca, en demanda de que se cumplan varios compromisos urgentes como la terminación y puesta en marcha del Mexibus, tan esperado por la gente humilde del municipio.

En resumen, pues, todo apunta a que se trató de “acalambrar” al presidente, Ing. Telésforo García Carreón, y a sus seguidores, para obligarlos a desistir de sus demandas y doblegar su voluntad de lucha. Con ello se asesta un doble golpe a la masa pobre e irredenta: se la obliga a poner las víctimas (víctimas inocentes de una mente perversa y desquiciada) y, para lograr justicia, se la orilla a renunciar a demandas básicas para su maltrecha economía, como un transporte seguro, barato y eficiente. Una doble trampa mortal. Por eso, como digo al principio, dirijo mi colaboración de hoy al pueblo chimalhuacano y al antorchismo mexiquense para hacerles un urgente y fraterno llamado a no caer en el garlito, a no tragarse el anzuelo, a no seguir el juego a sus enemigos poniéndose en contra de sus autoridades y de sus intereses legítimos. Hay que exigir justicia a quienes tienen el deber real y legal de otorgarla y, al mismo tiempo, seguir la lucha hasta la victoria. En una palabra, los invito a iniciar un nuevo aprendizaje: entender el lenguaje de la perversidad política para poder defendernos eficazmente de ella.