Hasta las ’chanclas’, mortales ’atracones’ de alcohol

**Estudios arrojan que en México entre 20% y 29% de la población toma grandes dosis en un corto lapso


Hasta las ’chanclas’, mortales ’atracones’ de alcohol

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2016, 09:00 am

“Sin alcohol no hay diversión” parece ser la máxima que rige las fiestas de los jóvenes en México. “Beber hasta embrutecer” es el fin último de muchas juergas.

Fernando tenía 19 años cuando decidió celebrar toda una noche haber sido el único de su salón en conseguir el pase a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Brincó de fiesta en fiesta y cuando eran casi las tres de la madrugada, el joven hizo parada en un bar en el sur de la ciudad de México para saludar a unos amigos. Venía de otra reunión en donde había bebido lo suficiente para que su cuerpo se tambaleara. “Sólo vengo a despedirme”, dijo a sus compañeros. Ellos intentaron persuadirlo de no conducir, dado su estado de ebriedad.

“¡No pasa nada!”, contestó Fernando, eufórico ante la advertencia, y la fiesta acabó minutos después cuando estrelló su automóvil en un poste a pocos metros del bar. Su cabeza se estampó contra el parabrisas por no llevar el cinturón de seguridad y murió al instante. En el camino privó de la vida a dos jóvenes que se atravesaron en la trayectoria del vehículo.

Aunque México ocupa el décimo lugar entre los países con mayor consumo de “alcohol puro” en América Latina, con 7.2 litros per cápita al año, se coloca en el cuarto sitio en la tasa de mortalidad por accidentes relacionados con estas bebidas, de acuerdo con un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de 2014, sólo por debajo de El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Es decir, a pesar de que el consumo por persona es menor al que se registra en otros países de la región, las bebidas embriagantes ocasionan un elevado número de muertes.

Especialistas explican que este fenómeno se debe a que en nuestro país es común lo que se denomina Consumo Episódico Excesivo de Alcohol (CEEA), que consiste en la acción de consumir grandes dosis de bebidas alcohólicas en un corto lapso, una especie de “atracones”.

Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2014 señalan que en México esta forma de beber afecta a entre 20% y 29% de la población, unos 28 millones de personas, y además es un fenómeno que se presenta principalmente en jóvenes de entre 18 y 25 años, según información del Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic).

Más de cinco copas tomadas una tras otra, que equivalen a 60 gramos de “alcohol puro”, en un periodo menor a 24 horas, se consideran un CEEA.

Cuando esa cantidad de alcohol entra en el cuerpo “de un jalón”, se concentra en la sangre y el hígado tarda ese mismo lapso en metabolizarlo y desecharlo del cuerpo. Tras beber de esta manera, cualquier persona es susceptible de cometer homicidio, violación, involucrarse en riñas, sufrir caídas peligrosas y accidentes de tránsito graves.

Bajo los efectos del alcohol ocurren 21% de los accidentes fatales, 23% de los suicidios y 50% de los homicidios, según cifras del Consejo Nacional contra la Prevención de Accidentes y la Asociación Mexicana sobre la Adicción. A partir de estos datos, que se cruzaron con los del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se estima que 16 mil 217 personas fallecieron con un considerable grado de embriaguez durante 2013.

Esta forma de consumo pone en riesgo a quienes la practican, aun cuando no presentan la enfermedad del alcoholismo, debido a que eleva el riesgo de sufrir diversos tipos de accidentes, aunque son los choques automovilísticos los que se traducen en más víctimas fatales. La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica reveló el año pasado que los percances por conducir alcoholizado son la segunda causa de muerte en jóvenes menores de 25 años.

En 2014 ocurrieron 23 mil 100 accidentes relacionados con consumo de alcohol, en los cuales 418 personas murieron y 11 mil 232 sufrieron lesiones. Se estima que 32% de esos percances le ocurrieron a gente de entre 15 y 25 años, según cifras del Inegi, y en ese rango de edad sube la incidencia de lo que los expertos definen como un uso nocivo de alcohol.

Beber hasta emborracharse

A pesar de que México se ubica por debajo del promedio de ingesta per cápita que se registra en Europa, el continente donde más alcohol se ingiere en el mundo, con 10.9 litros anuales, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en ese territorio el consumo de bebidas alcohólicas no representa un riesgo mayor, pues su forma de tomar corresponde a una cuestión cultural, en donde la bebida se disfruta por su sabor más que por sus efectos.

Contrario a lo que podría pensarse, los problemas de alcoholismo son menores en los países donde existe el hábito de tomarse una copa con la comida, explica Roberto Karam Araujo, vicepresidente de la Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. “Se trata de sociedades que aprenden a convivir con el alcohol, a vivir en un medio donde la finalidad de la bebida es acompañar alimentos y disfrutar de su sabor. En nuestro país la gente bebe con otro fin: emborracharse”, dice el especialista.

Conocido en inglés como binge drinking (atracones), en México es común esta peligrosa conducta que consiste en tener periodos largos de abstinencia, para luego, “de jalón”, consumir más de cinco tragos estándar.

“El mexicano promedio no consume una copita diario o en ocasiones con los alimentos, se espera a que sea viernes o sábado y se toma todo lo de la semana con el objetivo de ponerse hasta las chanclas, debido a que aquí la diversión y la convivencia guardan una fuerte relación con el alcohol”, comenta Karam Araujo.

Luchar contra este tipo de conductas se complica para las instituciones, debido a que en el contexto social del mexicano la bebida está asociada con el festejo, explica Jorge Castrejón, director de la Asociación Mexicana sobre la Adicción. “Existe una idea muy arraigada de que sin alcohol no hay fiesta, y en las reuniones la diversión consiste en emborracharte. A diferencia de otras partes del mundo, en México se consume para obtener el efecto que producen las sustancias etílicas, para lo cual es necesario ingerir grandes dosis en poco tiempo, lo que supone un consumo de riesgo”, especifica.

Perder el control

Que los padres den alcohol a sus hijos menores de edad para “enseñarles a beber”, manejar después de haber tomado en una reunión y consumir una gran cantidad de bebidas alcohólicas los fines de semana, son prácticas tan comunes que parecen correctas; sin embargo, estas acciones forman parte de la clasificación de uso nocivo del alcohol, es decir, aquel que coloca a quien lo lleva a cabo en una situación de peligro latente, de acuerdo con información de la Fundación de Investigaciones Sociales A.C. (FISAC).

Dicha institución, enfocada en la prevención del alcoholismo, identifica diversos usos nocivos de las bebidas embriagantes, entre ellos: beber durante el embarazo, dar alcohol a menores de edad, tomar y conducir, el consumo y venta de alcohol informal, beber cuando se está bajo algún tratamiento médico y el consumo excesivo o explosivo.

Jessica Paredes Durán, directora de Servicios a la Comunidad del FISAC, señala que los diferentes usos nocivos del alcohol son una constante en la sociedad mexicana, aunque “no existe una conciencia real sobre el peligro que representan, debido a que son vistos como conductas normales y están socialmente bien aceptados”.

Además de los usos dañinos que se le dan al alcohol, la FISAC también identifica diferentes tipos de consumidores, entre los que destacan el bebedor social, el excesivo o problemático, el alcohólico y el abstemio.

Un bebedor social es aquel que tiene un buen uso del alcohol, es decir, moderado y responsable, mientras que el bebedor excesivo es aquel que ingiere una enorme cantidad de este tipo de bebidas en un rango reducido de tiempo, llega con frecuencia a la embriaguez y se coloca fácilmente en situaciones de riesgo.

A pesar de que gran parte del sector que consume bebidas embriagantes en México se encuentra dentro de la clasificación de bebedor excesivo, debido a que su consumo es en grandes cantidades (beben muchos tragos estándar por ocasión) o explosivo (superan los cinco tragos estándar en menos de 24 horas), pocos son realmente conscientes de ello.

“Existe una gran diferencia entre ser un bebedor social, uno excesivo y alguien dependiente. El que no tengas la enfermedad del alcoholismo, donde ya existe una necesidad física y sicológica hacia la bebida, no significa que tu forma de beber no es riesgosa. Cuando tienes un consumo excesivo o explosivo actúas de formas en las que no lo harías en tus cinco sentidos”, comenta la sicóloga.

Cuando los expertos explican que el alcohol es un depresor del sistema nervioso central, significa que lo aletarga. El órgano que hace que todo funcione correctamente se vuelve lento y torpe para reaccionar ante los estímulos externos. Entre más alcohol se acumula en la sangre, más difícil se vuelve para el cerebro hacer bien su trabajo, de tal forma que todos nuestros sentidos se reducen, el juicio desaparece, nos volvemos atrevidos y divertidos, pero también violentos, impulsivos, peligrosos e irracionales, según Paredes Durán.

Fácil acceso al peligro

Especialistas señalan que existen pocas acciones de los gobiernos enfocadas a controlar el Consumo Episódico Excesivo del Alcohol, ya que la mayoría de sus campañas se enfocan en la prevención del alcoholismo, pero no en fomentar un consumo responsable y moderado en los jóvenes cuando se divierten. Ante esta situación, los expertos afirman que “urgen acciones especializadas” que contrarresten el alto nivel de permisividad que existe ante el hecho de darle bebidas a menores.

Para Jorge Castrejón, quien ha trabajado en combatir este problema durante varios años, en México es muy fácil que un joven tenga acceso al alcohol y desde ahí comienza el problema. “Lo tienen en sus casas, lo compran fácilmente en cualquier tienda —aun si son menores de edad—, los mismos padres se lo dan a sus hijos por esta idea de que hay que enseñarlos a beber en la casa, donde están vigilados, pero fuera de ahí existe poco control sobre lo que los adolescentes consumen”, explica.

Jessica Paredes destaca que prevenir el uso nocivo del alcohol depende de todos, no sólo del gobierno o las instituciones civiles: “Las campañas existen y las leyes también, claramente la ley prohíbe vender o suministrar alcohol a menores, así como manejar en estado de ebriedad, somos nosotros los primeros que incumplimos nuestra parte como sociedad, y también depende de nosotros fomentar un cambio cultural en relación a nuestra forma de consumo”.
EL UNIVERSAL