Hallan en Sierra del Ojito vestigios prehispánicos

**Está a 28 kilómetros al sur de la ciudad de Chihuahua.


Hallan en Sierra del Ojito vestigios prehispánicos

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2011, 22:42 pm

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- Una expedición que organizó La Crónica de Chihuahua descubrió, a 28 kilómetros de la ciudad de Chihuahua, un importante asentamiento de los indios conchos, en medio de un paisaje monumental. Se encuentran aquí cientos de fragmentos de las rocas vítreas que estos antepasados usaron para fabricar armas y herramientas, así como las cuevas y paredes rocosas en que vivieron.

Se trata de un imponente rincón de la Sierra del Ojito, lugar mágico que ha ejercido desde siempre un atractivo por sus características físicas sin igual. La atracción es inmediata desde que se pasa por la carretera, por la vista del paisaje, abundante en rocas gigantescas.

Aquí está el Cerro de la Azucarera, con sus cantiles dorados dando forma precisamente a una azucarera, con la Roca del Castillo en su cumbre, que sería el botón de la tapa, según la imaginación de los rancheros que le dieron este nombre.

Está, un poco más al sur, una serie de paredones rocosos entre los que se pueden distinguir figuras que semejan, en un juego de la imaginación, hombres o monstruos gigantescos.

Pero la atracción que provoca este lugar en el hombre contemporáneo fue igual a la que produjo en los habitantes precolombinos de la región, a juzgar por los múltiples vestigios que indican que precisamente este rincón fue escogido como asentamiento por los indios conchos, hace ya más de 500 años.

La Sierra del Ojito se encuentra en la parte más sureña del Municipio de Chihuahua, y se reconoce porque, yendo en automóvil por la carretera Panamericana, es el último tramo montañoso antes de salir al llano. El último paisaje que se admira antes de salir de la zona montañosa son las formaciones rocosas que adornan este frente de la sierra, entre las que destaca, con mucho, el Cerro de la Azucarera, en el kilómetro 185 de la Panamericana, a 28 kilómetros al sur de la entrada de la capital.

Al pie de la Azucarera, varias de las grandes rocas que pudieron ofrecer un cierto abrigo, fueron usadas como talleres de los indígenas. Puntas de flecha, puntas de lanza, fragmentos de ambas, raspadores, buriles, percutores, cuchillos, hachas, así como mucha pedacería que resultó del trabajo de fabricar estas armas y herramientas, se encontraron desperdigados alrededor de las grandes rocas.

Se espera que este descubrimiento sirva, mediante su estudio y por medio de la clasificación y sistematización de los vestigios, para un mejor conocimiento de estos antepasados olvidados.