Guerra económica (I)

Por Omar Carreón Abud


Guerra económica (I)

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2015, 23:57 pm

El precio del barril del petróleo se hunde a cada hora que pasa, el dólar ya ronda los 16 pesos, una nueva crisis azota ya al mundo y a México. Adelanto mi explicación: Estados Unidos pretende poner de rodillas a sus competidores a los que ya no puede derrotar con mercancías baratas y de buena calidad, mediante una guerra económica con materias primas que sí puede colocar a bajo precio. Además de las agresiones violentas, las guerras que ha desatado en los últimos años, Estados Unidos provoca ahora una guerra económica mediante la saturación del mercado mundial con petróleo barato extraído de la tierra mediante procedimientos que causan graves daños a los depósitos de agua, al medio ambiente y a la estabilidad de la corteza terrestre, el llamado shale oil o petróleo de esquisto. Rusia, China, Venezuela y hasta Arabia Saudita, aliado tradicional de Estados Unidos, haciendo uso a su legítimo derecho, se defienden.

El petróleo de esquisto o shale oil, es un petróleo considerado “no convencional” que se produce a partir de esquistos bituminosos, es decir, rocas que contienen materiales orgánicos e inorgánicos, rocas con petróleo, de las que se obtiene combustible mediante trituración, combustión en hornos y extracción. El proceso para obtener este petróleo, convierte a la materia orgánica contenida dentro de la roca, en petróleo sintético y gas y, el petróleo resultante, puede ser utilizado de inmediato como combustible o ser mejorado agregándole hidrógeno y eliminando impurezas como azufre y nitrógeno para que se ajuste a las especificaciones del material que se utiliza en una refinería y, ya refinado, es muy parecido al que se obtiene refinando petróleo crudo; una tonelada de estas piedras puede rendir de 75 a 125 litros de petróleo.

Producir petróleo de esquisto es barato, pero perjudicial para el medio ambiente y para el hombre. Venezuela denunció a Estados Unidos por la producción de petróleo de esquisto en la conferencia sobre cambio climático que se celebró recientemente en Lima, Perú: “Nosotros estamos denunciando en esta conferencia la producción de petróleo de esquisto a través de la fractura hidráulica como un desastre ecológico", dijo el canciller de Venezuela, Rafael Ramírez, en entrevista al canal regional Telesur, con sede en Caracas. “Estados Unidos –continuó- está contaminando sus acuíferos, está emitiendo la mayor cantidad de gases de efecto invernadero, lo que jamás se había hecho para producir, por su interés económico, petróleo". El ministro venezolano señaló que Estados Unidos está produciendo "bastante petróleo, este año, más de un millón de barriles", utilizando la técnica del fracturamiento hidráulico, "una técnica ambientalmente devastadora" y apuntó que ese país está contaminando su propio territorio.

El método, llamado “fracking”, según expertos, presenta severos riesgos ya que contamina las aguas subterráneas y el entorno; agréguese que la extracción y la quema continua de combustibles fósiles provocarán un cambio climático catastrófico; además, existen distintos informes sobre otras consecuencias que puede acarrear, tales como provocar sismos, cáncer y otros problemas de salud . En resumidas cuentas, ignorando las consecuencias sobre su propio territorio y el mundo, Estados Unidos está inundando el mercado mundial con petróleo de esquisto para derrumbar los precios y destruir a sus competidores; éstos, como ya dije, se defienden.

Desde el año 2008, Estados Unidos está sumido en una grave crisis económica e importantes especialistas norteamericanos consideran que ya nunca va a salir de ese agujero económico. Por lo menos durante los últimos 15 años, Norteamérica ha estado siendo golpeada por un adversario formidable contra el que no ha sido capaz de enfrentarse con éxito: el precio chino. Amplios sectores de la economía norteamericana han tenido que ceder su puesto a productos chinos porque no son capaces de enfrentar la competencia; los textiles, los muebles, los autos y muchas otras mercaderías norteamericanas que antes eran las reinas del mercado mundial, ya no son capaces de hacer que los consumidores se las lleven a casa y los establecimientos que las fabrican han tenido que desaparecer. A la dura competencia China en el mercado se ha sumado el hecho de que países como Rusia, India, Brasil y los miembros de la Unión Europea, han saturado el mundo de inversiones y hacen cada vez más difícil que los capitales norteamericanos se instalen produciendo ganancias.
Los hombres más ricos del planeta –muchos de los cuales son norteamericanos- son sólo 85, tienen la misma riqueza que media humanidad y la aumentan a 500 mil dólares por minuto- podrían quizá gastar en bienes de consumo propio esa montaña de dinero, pero ese no es el objetivo principal del sistema capitalista sino la generación de plusvalía, o sea, que el reto monumental que tienen esos señores no es consumir 500 mil dólares por minuto, que ya sería una hazaña insólita, sino invertirlos productivamente y obtener la tasa media de ganancia: ¡invertir el equivalente a 720 millones de dólares diarios! En un mundo saturado de inversiones y con muy pocas posibilidades de venta por el empobrecimiento de los seres humanos, imposible ¿no? La superabundancia de riqueza mata al capital, como a Midas su fantástico don.

Pues bien, esa es una de las causas de la crisis, la sobreabundancia de capitales que no encuentran colocación y que ha llevado al crecimiento escandaloso de las inversiones en los bancos y a que, por supuesto, los bancos, al estar imposibilitados para prestar el dinero a inversionistas –porque, como ya se dijo, los inversionistas tienen grandes dificultades para invertir- los presten con grandes riesgos o, peor aún, los presten como en una pirámide de fraudes, a otros bancos para enfrentar compromisos con depositantes y se produzca así toda una burbuja especulativa que ya llevó y va a volver a llevar a una crisis global de grandes proporciones.

Conscientes de que los métodos de la producción tradicional de mercancías son impracticables ante la competencia y la saturación de los mercados, los norteamericanos han recurrido al viejo expediente de desatar la guerra para relanzar su economía. Por ello hay guerras en muchos puntos de la tierra: en Irak, en Afganistán, en Siria, en Palestina, en Ucrania y en donde se pueda para aliviar la crisis en Estados Unidos. Esas guerras estimulan la demanda interna de combustibles, materiales, alimentos, medicinas y muchas otras mercancías que requiere la guerra, conquistan territorios para invertir, para vender más mercancías, para hacerse de importantes recursos naturales y, entre otros propósitos, una vez destruidos los países, arrasadas sus ciudades, propician la entrada de las empresas norteamericanas listas a reconstruirlas mediante una módica cantidad que pagan los pueblos. Negocio redondo. (Continúa la próxima semana).