Gabriel Teporaca y el Sexto Festival Antorchista

Antonio Escamilla Meza


Gabriel Teporaca y el Sexto Festival Antorchista

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2012, 20:15 pm

El pasado 11 de noviembre del 2012, se llevó a cabo el sexto festival rarámuri “Gabriel Teporaca” en la colonia Granjas La Soledad, en esta ciudad capital, organizado por el Movimiento Antorchista Nacional en Chihuahua, mediante la realización de la fiesta “Yúmari” o “Tutuburi” que es una celebración religiosa popular, un conjunto de danza, canto, ofrenda, curación, comida y bebida rarámuris; tiene sus orígenes en la época prehispánica, pero actualmente es una celebración que incorpora elementos del cristianismo y cultura occidentales. En sus orígenes, dice una leyenda tarahumara, la tierra era blanda y seis antepasados bailaron Yúmari (aprendido del venado) y Tutuburi (que el guajolote les había enseñado), para que se hiciera sólida.

La fiesta Yúmari tiene como motivo fundamental desde el punto de vista religioso, el de dar de comer y de beber a Onorúame, el dador de la vida, Dios nuestro Padre y Dios nuestra Madre, ya sea para prevenir catástrofes o como ofrenda de agradecimiento al Creador, por una buena cosecha, para pedir la lluvia o para evitar el castigo divino; también para ayudar a Onorúame en su lucha contra el mal que lo tiene sitiado detrás de las nubes.

Hay quienes afirman que es un mero pretexto para comer carne por parte de los participantes; pero realmente el motivo fundamental de la fiesta es establecer la comunión entre los miembros de la comunidad, la fiesta aglutina al pueblo, es la necesidad de crear una conciencia común de solidaridad entre hermanos de sufrimiento para compartir la riqueza y ayudarse en momentos de necesidad. Dice Pedro J. de Velasco Rivero en su libro “Danzar o morir” refiriéndose a la fiesta rarámuri: “Es también construcción del mundo en cuanto toma de posición en la lucha bien-mal; en cuanto implica una reafirmación de la actitud no-egoísta, no-individualista y de no-acumulación, no-propiedad-exclusiva frente a los bienes materiales que (a juicio de los rarámuris) son de Dios y que no se deben consumir sin invitarlo e invitar, en consecuencia, a los demás.” El Yúmari es una fiesta indígena y sólo invitan a los chabochis que consideran sus amigos, a los que los han ayudado, a los que se interesan por ellos, a los que los respetan. Por ello el chabochi que es invitado a un Yúmari y que participa de la danza, del canto y de las ofrendas rarámuris, debe quedar agradecido modestamente por la deferencia con que es tratado al ser invitado a la celebración.

La fiesta Yúmari organizada por los antorchistas es la comunión, entre danzas y cantos, entre indígenas pobres y mestizos pobres, es la unión entre pobres que nos permitirá afrontar la lucha por erradicar la pobreza y compartir entre hermanos lo que producimos con nuestras manos.

Y el festival lleva por nombre Gabriel Teporaca (o Tepórame) en honor al “Hachero” que encabezó la rebelión rarámuri contra quienes despojaron de sus tierras, de sus recursos mineros a sus legítimos dueños, contra quienes trataban a los indígenas como esclavos, contra quienes representaban el abuso y la explotación, contra los ganokos españoles.

Según Fernando Jordán en su libro “Crónica de un país bárbaro”, el 4 de junio de 1650 inicia una nueva rebelión tarahumara encabezada por Barrasa, Yagunaque y Teporaca, los nuevos jefes rarámuris en la región de Papigochi hasta Tomochi. Después de una tregua que acordaron los sublevados pero que Teporaca nunca aceptó, se reinicia la lucha el 1 de marzo de 1652; las fuerzas insurgentes destruyen el presidio de Villa Aguilar, la visita de San Lorenzo, San Javier de Satevó; quedan destruidas las misiones franciscanas de Santiago, Santa Isabel, San Bernabé, San Gregorio, San Diego y San Bernardino; pero los españoles se refuerzan y, al mando de Cristóbal de Nevárez, hacen retroceder a los tarahumaras nuevamente hasta Tomochi; al tercer día de combate, el lugarteniente de Teporaca, que es su viva imagen, es abatido por la bala asesina de un soldado español y viene la desbandada, las fuerzas tarahumaras sin jefe y desorganizados terminan en Pichachi. Teporaca, para ir de pueblo en pueblo, buscando reclutas para la rebelión, deja a cargo al indio Diego De Lara (con ese nombre bautizado): craso error. A pesar de que los tarahumaras se rehacen y están a punto de ganar la batalla, aparece en el bando enemigo el gobernador Fajardo a quien De Lara había servido y estimaba; De Lara, antes que ver caído a su antiguo y “bondadoso” amo, ordena la retirada, con lo que se inicia la derrota de la rebelión tarahumara, puesto que a partir de ahí los españoles marchan por el bosque tendiendo celadas, preparando emboscadas, asolando, quemando, destruyendo, orillando al hambre a los rebeldes, haciendo poco a poco prisioneros.

Además, la traición, nuevamente la traición que le costó la cabeza a Bartolomé y a Tepox (anteriores caudillos tarahumaras durante la rebelión de 1649), hace que Teporaca caiga prisionero en manos de sus pares tarahumaras que compraron su libertad a cambio de la cabeza de “El Hachero”.

Teporaca llega a Tomochi, tras 150 kilómetros de camino, atado como fiera salvaje, golpeado, desangrándose. El sacerdote del campamento le ofrece la bendición del Dios cristiano, la oportunidad de la confesión y el perdón de su pecado (sublevarse contra el poderoso explotador), pero el héroe lo rechaza y tan sólo maldice a los españoles y a los que lo traicionaron. El gobernador Fajardo está en Tomochi y después de una junta con los capitanes blancos que sostuvieron la guerra, ordena la ejecución del caudillo sublevado. El 4 de marzo de 1653 Teporaca, de espíritu indomable, lanzando injurias a los invasores españoles y a los traidores de su raza, es ahorcado de un pino en el emblemático pueblo de Tomochi. Su cuerpo quedó expuesto para escarmiento de los sublevados.

Dicen que los tarahumaras, desde tiempos antiguos y en la actualidad, son hospitalarios, generosos, honrados, que el asesinato es la falta más grave que pueda haber, que repudian toda forma de agresividad, que ser bravo conlleva un aislamiento progresivo de la comunidad. Una buena parte de los rarámuris que conozco así son. Y entonces ¿cómo se explican las rebeliones violentas de los tarahumaras del tiempo de Tepox y Teporaca? Por el altísimo grado de explotación y vejación, por el despojo violento de sus recursos, de que fueron víctimas.

Los rarámuris de Granjas La Soledad, como muchos otros, son nobles, solidarios, compartidos, agradecidos, pero también bullen en su espíritu las ansias de libertad y de justicia de Gabriel Teporaca, por eso han decidido organizarse y luchar en la filas del antorchismo, que les da la oportunidad de reivindicar su derecho a una vida digna, libre de explotación, mediante una lucha como la de Teporaca, aguerrida, insobornable e intransigente respecto al objetivo final, pero organizada, pacífica y con base en la Ley que nos rige a todos los mexicanos.