Francisco I: el matrimonio gay es la envidia del demonio, el arte de León Ferrari una blasfemia y la iglesia no fue cómplice de la dictadura

Para resolver la aguda crisis de la iglesia católica, los cardenales del mundo han elegido a un hombre que organizó marchas contra obras de arte y el matrimonio gay, y que fue acusado de complicidad con el terrorismo de Estado.


Francisco I: el matrimonio gay es la envidia del demonio, el arte de León Ferrari una blasfemia y la iglesia no fue cómplice de la dictadura

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2013, 16:13 pm

En principio, puede afirmarse que no existen documentos verosímiles que indiquen que el cardenal Bergoglio haya desempeñado durante la Dictadura Militar colaboración con el régimen en contra de civiles o sacerdotes. Tampoco existe procesamiento o sentencia en juicio penal sobre esta materia contra el prelado. Sin embargo, varios testigos relataron que su actuación durante el Proceso de Reorganización Nacional como sacerdote con poder político no solo no ayudó, sino que perjudicó a numerosos sacerdotes y laicos secuestrados, torturados y desaparecidos. En abril de 2010, su rol en la desaparición de sacerdotes y el apoyo a la represión habría sido confirmado por cinco testimonios: un sacerdote, un ex sacerdote, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que en 1976 denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina, y un laico que fue secuestrado junto con dos sacerdotes. Bergoglio tuvo una reacción indignada ante estas acusaciones, y atribuyó al gobierno el escrutinio de sus actos.

En 2010, el periodista Sergio Rubín escribió un libro denominado El jesuita en el que se refiere a «una denuncia periodística publicada unos pocos años atrás en Buenos Aires». Se refiere la del periodista Horacio Verbitsky en el diario Página/12 del 25 de abril de 1999 y del 9 de mayo de 1999, más tres libros.

En otro orden, si bien Bergoglio niega haber mutilado documentos para encubrir su actitud colaboracionista con la dictadura, Verbitsky publicó los documentos originales y el facsímil del libro para que los lectores pudiesen comparar.

A posteriori, cinco testimonios de curas y teólogos confirmarían el rol del cardenal durante la dictadura militar argentina en la desaparición de sacerdotes y su apoyo a la represión dictatorial. Los testigos son un sacerdote y un ex sacerdote, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina en 1976 y un laico que fue secuestrado y torturado junto con dos sacerdotes que no reaparecieron. El 8 de noviembre debió responder ante la Justicia por su presunta complicidad con la dictadura (…)

Bergoglio afirma que las declaraciones episcopales sobre los derechos humanos , incluidas en el libro Iglesia y democracia en la Argentina, que él editó en 2006, están completas, “no con omisiones como algunos periodistas señalaron con mala intención”. Los facsímiles que se reproducen en esta página permiten que cada lector se forme su propia opinión, sobre omisiones e intenciones. El memo sobre la reunión del 15 de noviembre de 1976 de Primatesta, Juan Carlos Aramburu y Zazpe con la Junta Militar se reproduce en su versión original, tal como está archivado en la sede episcopal de la calle Suipacha (“Reunión de la Junta Militar con la Comisión Ejecutiva de la CEA, 15.IX.1976”. Comisión Ejecutiva de la CEA. Caja 24, Carpeta II. Documento 10.937). También se puede leer la transcripción de Bergoglio treinta años después en un libro que prologó con la frase “no debemos tener miedo a la verdad de los documentos”. Puede verse así que suprimió el concepto central expresado en la introducción, de “aclarar la posición de la Iglesia”, para dejar en claro que “de ninguna manera pretendemos plantear una posición de crítica a la acción de gobierno” dado que “un fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo”, por lo cual “acompañamos al actual proceso de re-organización del país”. En forma explícita menciona la “adhesión y aceptación” episcopal.

El cotejo permite advertir el cambio en la numeración de la minuta, en cuya edición oficial se omitió que incluso a solas los tres miembros de la Comisión Ejecutiva Episcopal atribuyeron la represión sin ley a niveles intermedios, mientras destacaban “los notables esfuerzos del gobierno en pro del país” y la “imagen buena de las supremas autoridades”. Para no verse obligados a “un silencio comprometedor de nuestras conciencias que, sin embargo, tampoco le serviría al proceso” o “un enfrentamiento que sinceramente no deseamos” la Iglesia propuso abrir “un canal de comunicación” con la Junta Militar. Esa prueba de promiscuidad con la dictadura, que en el original está encabezada por el título “Lo que tememos”, fue suprimida en la recopilación de Bergoglio. Al año siguiente, el obispo Oscar Justo Laguna, reconoció la “total ineficacia” de esa Comisión de Enlace que integraba, en una nota manuscrita a Zazpe. Sin embargo, las amables reuniones mensuales continuaron durante todo el régimen militar. Al comentar esa carta, en 2002, otro miembro de la Comisión, Carlos Galán, le escribió a Laguna: “¡Quién nos diera poder vivir de nuevo con la experiencia adquirida”. Fantasía vana. Sólo se vive una vez.

Bergoglio sostiene en su libro que en la Iglesia “se fue conociendo de a poco todo lo que estaba pasando. Al principio se sabía poco y nada”. Vale la pena cotejar esta afirmación con los documentos del Episcopado que aún se mantienen en secreto y con los del gobierno de los Estados Unidos que fueron desclasificados a pedido de los organismos defensores de los derechos humanos.

El 10 de mayo de 1976, se reunió la Asamblea Plenaria del Episcopado. Cada obispo informó sobre lo que ocurrió en su diócesis, de modo que todos tuvieron un panorama nacional preciso, apenas seis semanas después del golpe. El cardenal Raúl Primatesta dijo que en Córdoba se producían despidos arbitrarios y miles de suspensiones en las fábricas, proseguían los secuestros ejecutados por grupos parapoliciales y se desconocía la ubicación de algunos de los muchos presos. También se allanaban parroquias y había un sacerdote detenido. El arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, habló de corrupción, torturas policiales y muchísimos presos. El de Neuquén, Jaime de Nevares, contó que el Ejército detenía, torturaba y remitía a cárceles lejanas a personas contra las que no se formulaban cargos, cuyas viviendas saqueaba y destruía. Otras personas estaban desaparecidas, dijo. El obispo de Viedma, Miguel Hesayne, dijo que la Iglesia debía apoyar a los familiares de las personas detenidas-desaparecidas. Lamentó que el Episcopado estuviera dividido y los militares pudieran valerse de unos obispos en contra de otros. Para Hesayne, debía condenarse la tortura, como ofensa a la dignidad humana. Los obispos de Formosa, Posadas y Reconquista, Pacífico Scozzina, Jorge Kémerer y Juan José Iriarte, contaron que también en el otro extremo del país fueron detenidos muchos campesinos sin participación en hechos de violencia y algunos sacerdotes y laicos consagrados, que padecieron maltratos y robos durante los allanamientos. El obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, contó que el jefe de la base áerea de El Chamical había interrumpido su homilía durante la misa, una casa parroquial había sido clausurada, varios sacerdotes y religiosas, dos seminaristas e incluso el vicario general de la diócesis fueron detenidos. El propio obispo fue revisado como un reo en un santuario popular.

Según el obispo Carlos Ponce de León en San Nicolás se vivía un clima de terror. Cuando intercedió por varias personas de-saparecidas, el jefe del área de seguridad local, coronel Manuel Saint Amant, le respondió con desdén:

–Voy a hacer desaparecer a todos los que están con usted, y a usted todavía no puedo porque es obispo.

Luego de esas intervenciones y de otras similares de los obispos Antonio Aguirre (San Isidro), Antonio Quarracino (Avellaneda), Jorge Manuel López (Corrientes) y Miguel Raspanti (Morón), la conferencia debatió qué hacer: 19 obispos querían difundir lo que pasaba en el país, pero 38 se opusieron. Por eso, el documento que emitieron, “País y Bien Común”, pidió comprensión hacia el gobierno militar y dijo que era equivocado pretender que los organismos de seguridad actuaran “con pureza química de tiempo de paz, mientras corre sangre cada día”. También consideraba aceptable el sacrificio de “aquella cuota de libertad que la coyuntura pide”. En cambio condenó como pecado “el asesinar, con secuestro previo o sin él, cualquiera sea el bando del asesinado”. Postuló así una improbable equivalencia. El nuncio Pio Laghi recibía información de los diplomáticos occidentales acreditados en Buenos Aires. Cada quince días, funcionarios de 32 países intercambiaban información. El 19 de mayo se confesaron su preocupación: “Si saliera a luz el tratamiento que dan a los prisioneros las autoridades que efectúan los arrestos, la imagen del gobierno argentino sería tan mala como la del chileno, y sólo será cuestión de tiempo que esto ocurra”. Dos años y medio después, el 22 de diciembre de 1978, el secretario de la nunciatura, Kevin Mullen comunicó a funcionarios de la embajada estadounidense que “un oficial de la más alta jerarquía del Ejército había informado a Laghi que durante su campaña antisubversiva las Fuerzas Armadas se habían visto obligadas a ‘encargarse’ de 15.000 personas”.

Cuando la publicación más importante de Alemania, Der Spiegel, se refiere al “papado fallido” de su compatriota Joseph Ratzinger (el mismo término que la Inteligencia estadounidense aplica a los estados con vacío de poder en los que justifica su intervención), el primado de la Argentina y arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, emprende una operación de lavado de imagen con la publicación de un libro autobiográfico. El ostensible propósito de “El Jesuita”, como se titula, es defender su desempeño como provincial de la Compañía de Jesús entre 1973 y 1979, manchado por las denuncias de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics de que los entregó a los militares. Ambos estuvieron secuestrados cinco meses a partir de mayo de 1976. En cambio nunca reaparecieron las cuatro catequistas y dos de sus esposos secuestrados dentro del mismo operativo. Entre ellos estaban Mónica Candelaria Mignone, hija del fundador del CELS, Emilio Mignone, y María Marta Vázquez Ocampo, de la presidente de Madres de Plaza de Mayo, Martha Ocampo de Vázquez. Ratzinger tiene 83 años y según Der Spiegel demasiadas voces piden su renuncia. El sacerdote Paolo Farinella escribió en la prestigiosa revista italiana de filosofía MicroMega, cuyo director Paolo Flores D’Arcais ha participado en debates públicos sobre filosofía con el papa, que Benedicto XVI debería pedir perdón a los creyentes afectados por la estrictez del celibato, por las condiciones en los seminarios y por los miles de casos de abusos de niños y decirles: “Me retiraré a un monasterio y pasaré el resto de mis días haciendo penitencia por mi fracaso como sacerdote y como papa”. Nadie se sorprendería si después de beber una tisana nocturna fallara el corazón de un hombre entristecido y angustiado por las injustas críticas que alcanzan su desempeño como obispo de Baviera y no perdonan ni a su amado hermano Georg. La revista alemana menciona el antecedente de Celestino V, un papa del siglo XIII que renunció porque no se sintió capaz de cumplir con sus funciones. Por si algo de eso ocurre, Bergoglio necesita una foja de servicios pulida. Ante una pregunta acerca del papa ideal, el presidente de la Asociación Alemana de Juventudes Católicas, Dirk Tänzler, dijo a Der Spiegel que preferiría que haya trabajado en una parte pobre de Sudamérica o en otra región golpeada por la pobreza, ya que tendría una visión distinta del mundo. La compasión por la pobreza, compartida con la Sociedad Rural y la Asociación Empresaria AEA, es el nicho de oportunidad elegido por el Episcopado bajo la conducción de Bergoglio.

El Silencio

Es el cardenal quien vincula su descargo con la elección papal. Su libro narra que cuando la vida de Juan Pablo II se apagaba y el nombre de Bergoglio figuraba en los pronósticos de los periodistas especializados “volvía a agitarse una denuncia periodística publicada unos pocos años atrás en Buenos Aires” y que “en las vísperas del cónclave que debía elegir al sucesor del papa polaco, una copia de un artículo con la acusación, de una serie del mismo autor, fue enviada a las direcciones de correo electrónico de los cardenales electores con el propósito de perjudicar las chances que se le otorgaban al purpurado argentino”. Bergoglio dice en su libro que nunca respondió la acusación “para no hacerle el juego a nadie, no porque tuviese algo que ocultar”. No explica qué cambió ahora.

Pastores y lobos

En realidad la primera versión del episodio no se debe a ningún periodista sino a Emilio Mignone. En su libro Iglesia y dictadura, editado en 1986, cuando Bergoglio no era conocido fuera del mundo eclesiástico, Mignone ejemplificó con su caso “la siniestra complicidad” con los militares, que “se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. Según el fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales, durante una reunión con la Junta Militar en 1976 el entonces presidente de la Conferencia Episcopal y vicario castrense, Adolfo Servando Tortolo, acordó que antes de detener a un sacerdote las Fuerzas Armadas avisarían al obispo respectivo. Agrega Mignone que “en algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos obispos. El 23 de mayo de 1976 la Infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al presbítero Orlando Yorio y lo mantuvo durante cinco meses en calidad de desaparecido. Una semana antes de la detención, el arzobispo [Juan Carlos] Aramburu le había retirado las licencias ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Yorio en su cautividad, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él. Sin duda, los militares habían advertido a ambos acerca de su supuesta peligrosidad”. Mignone se pregunta “qué dirá la historia de estos pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”.

La llaga abierta

Publiqué la historia en esta misma columna, el 25 de abril de 1999. Además de la opinión de Mignone, la nota incluyó la de quien fue su colaboradora en el CELS, la abogada Alicia Oliveira, quien dijo lo que ahora repite en el libro: que su amigo Bergoglio, preocupado por la inminencia del golpe, temía por la suerte de los sacerdotes del asentamiento y les pidió que salieran de allí. Cuando los secuestraron, trató de localizarlos y procurar su libertad, así como ayudó a otros perseguidos. A raíz de aquella nota, Orlando Yorio se comunicó conmigo desde el Uruguay, donde vivía. Por teléfono y correo electrónico refutó las afirmaciones de Bergoglio y Oliveira. “Bergoglio no nos avisó del peligro en ciernes” y “tampoco tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario”, dijo. Los dos sacerdotes “fueron liberados por las gestiones de Emilio Mignone y la intercesión del Vaticano y no por la actuación de Bergoglio, que fue quien los entregó”, agregó Angélica Sosa de Mignone, Chela, la esposa durante medio siglo del fundador del CELS. Sus testimonios se incluyeron en la nota “La llaga abierta”, que se publicó el 9 de mayo de 1999. También se transmitieron allí las posiciones de Bergoglio y del otro cura secuestrado aquel día, Francisco Jalics.

Cuestion de Estilo

En su libro, Bergoglio dice ahora que Yorio y Jalics “estaban pergeñando una congregación religiosa, y le entregaron el primer borrador de las reglas a los monseñores Pironio, Zazpe y Serra. Conservo la copia que me dieron”. Bergoglio también me entregó una copia a mí. Expresa el tipo de dudas y conflictos que fueron comunes en un alto número de sacerdotes a partir del Concilio Vaticano II, con “la crisis de las congregaciones religiosas, los signos de los tiempos modernos, la coincidencia con el sentir de la búsqueda de los jóvenes y la confirmación espiritual que sentimos en nuestro actual modo de vivir”. El problema en este caso era cómo compatibilizar “el estilo ignaciano de la vida religiosa” con “la vida moderna pedía un estilo nuevo”. La minuta agrega que las Congregaciones Apostólicas están organizadas de modo que sus superiores “parecen preocuparse más por las obras que por la atención espiritual de sus súbditos”. En cambio ellos idealizan el modelo de las fundaciones monásticas y plantean que “la comunidad se una en torno de una búsqueda espiritual y de un proyecto de vida y no en torno de obras”. Esto plantea una “incompatibilidad personal” a los sacerdotes subordinados a la disciplina de su congregación.

En su carta al padre Moura, Yorio menciona esa minuta como respuesta a la presión de Bergoglio para que disolvieran la comunidad en el Bajo Flores. Agrega que a Pironio, Zazpe y Serra les dejaron “un esbozo de estructuración de vida religiosa en caso de que no pudiéramos seguir en la Compañía y fuese posible realizarla fuera”, lo cual no implica que quisieran salir de ella. En un viaje posterior a la Argentina, Pironio le dijo que no había consultado el tema en Roma porque Bergoglio “lo había ido a ver para decirle que el padre general era contrario a nosotros”. Zazpe respondió que “el provincial andaba diciendo que nos echaba de la Compañía” y Serra le comunicó que le retiraban las licencias en la Arquidiócesis, porque Bergoglio había comunicado “que yo salía de la Compañía”.

Según Bergoglio, el superior jesuita Pedro Arrupe dijo que debían elegir entre la comunidad en que vivían y la Compañía de Jesús. “Como ellos persistieron en su proyecto y se disolvió el grupo, pidieron la salida de la Compañía”. Agrega Bergoglio que la dimisión de Yorio fue aceptada el 19 de marzo de 1976. “Ante los rumores de inminencia del golpe les dije que tuvieran mucho cuidado. Recuerdo que les ofrecí, por si llegaba a ser conveniente para su seguridad, que vinieran a vivir a la casa provincial de la Compañía”, dice Bergoglio. Agrega que nunca creyó que estuvieran involucrados en actividades subversivas. “Pero por su relación con algunos curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia de la caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalics fueron secuestrados durante un rastrillaje.”

Papelitos

Bergoglio también niega haber aconsejado a los funcionarios de Culto de la Cancillería que rechazaran la solicitud de renovación de pasaporte de Jalics, que él mismo presentó. Según Bergoglio el funcionario que recibió el trámite le preguntó por “las circunstancias que precipitaron la salida de Jalics”. Dice que le respondió: “A él y a su compañero los acusaron de guerrilleros y no tenían nada que ver”. El cardenal agrega que “el autor de la denuncia en mi contra revisó el archivo de la Secretaría de Culto y lo único que mencionó fue que encontró un papelito de aquel funcionario en el que había escrito que yo le dije que fueron acusados de guerrilleros. Había consignado esa parte de la conversación pero no la otra en la que yo le señalaba que los sacerdotes no tenían nada que ver. Además el autor de la denuncia soslaya mi carta, donde yo ponía la cara por Jalics y hacía la petición”.

Nada fue así. En notas publicadas aquí y en mis libros El Silencio y Doble juego, narré la historia completa y publiqué todos los documentos, comenzando por la carta por cuya omisión Bergoglio reclama. Luego sigue la recomendación del funcionario de Culto que lo recibió, Anselmo Orcoyen: “En atención a los antecedentes del peticionante, esta Dirección Nacional es de opinión que no debe accederse”. El tercer documento es el definitorio. Ese papelito, firmado por Orcoyen, dice que Jalics tenía actividad disolvente en comunidades religiosas femeninas y conflictos de obediencia, que estuvo con Yorio en la ESMA (detenido, dice, en vez de secuestrado) “sospechoso contacto guerrilleros”. El punto más interesante es el siguiente, porque remite a intimidades de la Compañía de Jesús, vistas desde la óptica de Bergoglio, que no había ninguna necesidad de confiar al funcionario de la dictadura: “Vivían en pequeña comunidad que el Superior Jesuita disolvió en febrero de 1976 y se negaron a obedecer solicitando la salida de la Compañía el 19/3”. Agrega que Yorio fue expulsado de la Compañía y que “ningún obispo del Gran Buenos Aires lo quiso recibir”. La Nota Bene final es ilevantable: dice Orcoyen que estos datos le fueron suministrados “por el padre Jorge Mario Bergoglio, firmante de la nota con especial recomendación de que no se hiciera lugar a lo que solicita”.

La Iglesia criticó fuertemente ayer la muestra retrospectiva del artista plástico León Ferrari, que se exhibe en el Centro Cultural Recoleta, a la que calificó como “una blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad”. Además, convocó para el martes próximo a “una jornada de ayuno y oración” para que “el Señor perdone nuestros pecados y los de la ciudad”, en referencia al gobierno porteño, que propicia la polémica exhibición.

El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, fue la voz de la fe católica que se levantó en contra de la muestra, en cuyas obras se combinan símbolos religiosos con imágenes eróticas, mientras que Cristos, vírgenes y santos “arden” en la representación que Ferrari hace del infierno.

“Desde hace algún tiempo se vienen dando en la Ciudad algunas expresiones públicas de burla y ofensas a las personas de nuestro Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen María; así como también a diversas manifestaciones contra los valores religiosos y morales que profesamos”, dijo Bergoglio en una carta pastoral, dirigida a los sacerdotes, consagrados fieles de la arquidiócesis, difundida a los medios.

“Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el Centro Cultural Recoleta con motivo de una exposición plástica. También me apena que este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que el pueblo cristiano y personas de buena voluntad aportan con sus impuestos”, añadió el purpurado. Y exhortó a que “frente a esta blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad, todos unidos hagamos un acto de reparación y petición de perdón el próximo 7 de diciembre”, vísperas del Día de la Inmaculada Concepción.

Bergoglio invitó, así, a los creyentes a “un día de ayuno y oración” como desagravio a lo que entiende es una ofensa a los símbolos religiosos más sagrados.

Con estas palabras el arzobispo quiso poner punto final a las tensiones y controversias entre la Iglesia y el Centro Cultural Recoleta, que se habían iniciado con el reclamo del párroco de Nuestra Señora del Pilar, Rómulo Puiggari.

Alertado por los artesanos de la feria de Recoleta y por una empleada del propio centro cultural que entre sollozos le rogó que “hiciera algo para detener esta ofensa”, el párroco -según contó a LA NACION- había objetado a las autoridades que muchas de las obras agraviaban la fe católica. Como no obtuvo respuesta, aconsejó a los fieles que enviaran e-mails reclamando la suspensión de la muestra.

Ante los cuestionamientos de la Iglesia, Gustavo López, secretario de Cultura porteño, señaló que “la muestra no expresa la opinión del gobierno de la ciudad y que debe entenderse sólo como un hecho artístico”.

“En ningún momento pensamos que se tratara de un ataque al cristianismo o que violara alguna ley”, señaló López, en relación con los reclamos ante el Inadi que iniciarían individualmente los laicos católicos por consejo del Arzobispado.

“La retrospectiva de Ferrari tiene una parte provocadora, que es propia del arte de hoy”, agregó López y pidió que “la muestra pueda exhibirse en un clima de libertad y tolerancia”. Sin embargo, se dispuso un refuerzo del personal de seguridad ante los incidentes de anteanoche, cuando el visitante Agustín Durañona y Vedia, abogado, intentó romper un objeto de una instalación de Ferrari.

Si bien Durañona y Vedia fue retenido una hora y media por personal de seguridad, ni el artista Ferrari ni el Centro Recoleta levantaron cargos contra él.

LAMENTO DEL ARTISTA

En diálogo con LA NACION, Ferrari respondió al arzobispo: “Más lamento yo que la religión que Bergoglio profesa castigue a los que piensan diferente”, disparó el artista, que debió exiliarse en San Pablo en 1976 y que en 1991 volvió al país. “Si algo avergüenza a nuestra ciudad no es esta muestra, sino que se sostenga que hay que torturar a los otros en el infierno”, dijo.

Consultado el curador en jefe del Malba, que coprodujo el libro-catálogo de Ferrari y que negoció sin éxito para que la muestra se realizara en el museo de Palermo Chico, Marcelo Pacheco calificó los dichos de Bergoglio como “una discusión bizantina y absurda”.

“Bergoglio opina desde su fe; que los feligreses católicos no vayan a ver la muestra. Pero la discusión es otra: Ferrari es un referente del arte local e internacional. Su calidad artística está fuera de discusión”, sentenció Pacheco, que el jueves de la semana próxima mostrará en la terraza del Malba cuatro esculturas que Ferrari hizo a fines del 70 durante su exilio en San Pablo.

En medio del debate y la incertidumbre sobre el destino del proyecto que aprueba el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, la Iglesia volvió a embestir contra la aprobación de dicha ley.

“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, dice el cardenal Jorge Bergoglio, en una carta dirigida a los cuatro monasterios de Buenos Aires, a la que tuvo acceso lanacion.com.

“No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una “movida” del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”, continúa la misiva.

El cardenal también recordó una frase de Santa Teresita, cuando hablaba de su enfermedad de infancia, en la que decía que “la envidia del Demonio quiso cobrarse en su familia la entrada al Carmelo” de su hermana mayor. “Aquí también está la envida del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra”, insiste el prelado.

En la misma carta, Bergoglio pide a los Monasterios que “clamen al Señor para que envíe su Espíritu a los Senadores” que van a votar el próximo miércoles 14.

“Que no lo hagan movidos por el error o por situaciones de coyuntura sino según lo que la ley natural y la ley de Dios les señala”, reclama el cardinal (…)

La “envidia del demonio” y “la guerra de Dios” hicieron lo suyo e influyeron en la sanción de la ley del matrimonio gay, aunque no en el sentido que había pronosticado el cardenal Jorge Bergoglio.Según pudo saber LA NACION, en la propia Iglesia admiten como un error estratégico la carta que el cardenal les envió a fines de junio a las monjas carmelitas para advertirles que el debate ponía en juego la supervivencia de la familia.Con los resultados de la votación del Senado a la vista, la difusión de la carta le jugó en contra a la Iglesia y despertó las críticas del Gobierno, cuyos voceros identificaron al cardenal con “posturas oscurantistas” propias de la Inquisición. Así, el texto, difundido por la propia agencia informativa del Arzobispado, influyó, quizá, tanto como las presiones del Gobierno, ausencias notorias en el recinto y el voto funcional de la cúpula radical, que benefició a los Kirchner.

“Hubo un antes y un después de la carta de Bergoglio. Fue mal interpretada y le dio argumentos al enemigo”, admitió una fuente episcopal, que, sin embargo, atribuyó el rumbo del debate a la “lógica confrontativa del Gobierno”.

“La carta del cardenal es un escrito dirigido a monjas contemplativas, cuya vida transcurre en oración. Desde una visión de fe, sus términos son correctos y no pueden ofender a nadie. Para nosotros, legislar en los términos en que ha salido la ley, es quebrar el orden querido por Dios, el orden de la creación. No podemos ocultar nuestra visión de fe”, explicó, en defensa del texto, monseñor Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata y responsable del seguimiento de los temas legislativos en el Episcopado.

Los obispos atribuyen la votación final del Senado a “presiones e intereses oficiales”, por lo que no se esperan en lo inmediato posibles pases de factura en el universo episcopal, donde el liderazgo de Bergoglio conserva un fuerte predicamento.

Si bien la estrategia frente al debate sobre el matrimonio gay, que llevó a la Iglesia a tensar al máximo la relación con el Gobierno, había sido promovida por los sectores eclesiásticos más conservadores, fue acordada y asumida como propia por todos los obispos en abril último.

Marino recordó que las presiones fueron reconocidas por los propios legisladores y anticipó que la evaluación de la estrategia de la Iglesia será analizada por los obispos durante el intercambio pastoral de la próxima asamblea plenaria, en noviembre.

Ello no detendrá las estrategias de sectores católicos para intentar frenar la aplicación de la norma, como la posible presentación de acciones judiciales por planteos de inconstitucionalidad. El doctor Eduardo Sambrizzi, vicepresidente de la Corporación de Abogados Católicos, afirmó que la flamante ley vulnera tratados internacionales con jerarquía constitucional, que interpretan el matrimonio como la unión de un hombre con una mujer.

Consultado por LA NACION, el arzobispo de San Juan, monseñor Alfonso Delgado, recordó que los obispos acordaron en abril “expresar con serenidad y respeto la visión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo desde la fe, para iluminar la realidad y no para confrontarla”. Advirtió que el contexto fue cambiando en las semanas sucesivas y “lo que al principio parecía algo lejano que se cocinaba en el Congreso dio paso a una preocupación por lo que se veía como un ataque a la familia”.

Sorprendido por la “agresividad” de los senadores kirchneristas, Delgado dijo que la ley aprobada “carece de legitimidad social” y que “no es la primera vez que se favorece a pequeñas minorías en detrimento de derechos e intereses de la mayoría del país”. Recordó, en ese sentido, que “muchas veces se beneficia a unos pocos con grandes negocios y se les niega a los jubilados el derecho a percibir una jubilación digna”.

Surgido de las filas del Opus Dei, el arzobispo Delgado, de 68 años, vinculó el beneficio “a las minorías, a quienes de ningún modo queremos discriminar”, con “el capitalismo de amigos” promovido por el Gobierno. Y llamó a no olvidar que “la Argentina está en la lista de los países más corruptos, corrupción que siempre favorece a los más afines al poder político”.

En el nuevo contexto marcado por la sanción de una ley resistida por la Iglesia, hay conciencia de que el Gobierno ganó una batalla, pero el combate seguirá librándose, especialmente si el kirchnerismo insiste en identificar a Bergoglio como la cabeza de la oposición. Por lo pronto, dentro de tres semanas será la festividad de San Cayetano, y no se descarta un nuevo cruce a raíz de los niveles de pobreza en el país.

El cardenal Jorge Bergoglio deja la presidencia del Episcopado tras seis años signados por una relación fría y tensa con los gobiernos de los Kirchner. Desde una misa o un acto oficial, a través de comunicados o en los centrales tedeum del 25 de Mayo, el arzobispo de Buenos Aires fue autor de mensajes muy duros al gobierno.

La pobreza, el matrimonio entre personas de un mismo sexo, la pelea con el campo y el clima de “crispación”, fueron objeto de cuestionamientos, que tuvieron respuesta de un oficialismo que no deja pasar las críticas.

Pero con Néstor no fue igual que con Cristina. Bergoglio había mantenido una relación mucho más fría y conflictiva con el ex presidente, quien llegó a identificar al cardenal como un exponente de la oposición. No obstante, las críticas elípticas y directas, no escasearon durante gestión de Cristina Kirchner.

El cardenal es un exponente de lo que puede considerarse la línea eclesiástica más “moderada”, que considera que lo prioritario es que la Iglesia se haga escuchar en las cuestiones políticas y sociales. No obstante, el matrimonio presidencial nunca ocultó la escasa simpatía por el arzobispo porteño. De hecho, decidió trasladar el tedeum oficial del 25 de Mayo a diócesis que consideraron más “amigables”.

Bergoglio, que preside la Conferencia Episcopal desde hace seis años y no puede ser reelegido, continuará sí en su otra influyente función, como arzobispo de Buenos Aires. Quizás desde allí pueda emitir su punto de vista crítico a una mandataria que todavía se perpetuará en su mando.

Néstor Kirchner tuvo un encuentro cordial con el Episcopado poco después de asumir el mando. Pero en la homilía celebrada un año después Bergoglio ya se mostró crítico y cuestionó “el exhibicionismo y los anuncios estridentes”, en un mensaje encriptado dirigido al patagonico.

Para la homilía del 2005, Kirchner anunció que no asistiría al tedeum de Bergoglio en la Catedral. El arzobispado de Buenos Aires decidió entonces suspender la ceremonia religiosa.Meses después, el vocero de Bergoglio lanzaba: ”No hay relación de la Iglesia con el Gobierno”.

A partir de allí, más allá de algún tímido gesto, se fue alejando la posibilidad de una reunión entre ambas cúpulas. Es que Néstor Kirchner comenzó a entrever a Bergoglio como el articulador de un proyecto opositor. Como un punto cúlmine, el ex mandatario no tembló para decir: “Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas.”

Tras la ruptura sin retorno con Néstor Kirchner, la conducción del Episcopado se reunió por primera vez con Cristina Kirchner semanas después de su asunción en 2007.

En 2008, la Iglesia tuvo un rol protagónico. En medio del conflicto con el campo, se había reunido con la cúpula del agro. Bergoglio le había reclamado a Cristina Kirchner que tuviera un“gesto de grandeza” que permitiera destrabar el tenso conflicto. Y tras el voto “no positivo” de Julio Cobos, el arzobispo eligió reunirse con el todavía vicepresidente.

Pero a fines de ese duro año para el kirchnerimo, la Iglesia y el Gobierno parecieron haber encontrado un punto de equilibrio. Fue entonces cuando Bergoglio invitó a Cristina Kirchner a una misa en Luján y la Presidenta aceptó el convite.

La calma duró poco. Durante el 2009 Bergoglio fue dueño de duras palabras hacia el gobierno. Lanzó que “el peor riesgo es homogeneizar el pensamiento” y llamó a terminar con la “crispación social”, un término que muchos seguidores kirchneristas aprovecharon para ironizar al convertirlo en “cris-pasión”. Un día después de que el Papa llamara a terminar con el “escándalo” de la pobreza en Argentina, el cardenal se hizo eco y lanzó que “desde hace años el país no se hace cargo de la gente”.

Pero, como en 2008, cerca de la Navidad, la Presidenta recibió a Bergoglio en la Casa Rosada en la antesala a su viaje al Vaticano y se reunió con la conducción del episcopadocomo un gesto para bajar tensiones.

MATRIMONIO GAY Y ABORTO

Bergoglio y Cristina llegaron a uno de los puntos más altos de su enfrentamiento cuando el año pasado en el Congreso avanzaba con firmeza el proyecto de matrimonio entre personas de un mismo sexo.

Bergoglio, se puso directamente al frente de la marcha contra el casamiento gay y envió una carta a todos los sacerdotes, en la que pidió que se hablara en todas las misas sobre “el bien inalterable del matrimonio y la familia”.

Cristina Kirchner respondió entonces: ”Me preocupa el tono que ha adquirido el discurso, se plantea como una cuestión de moral religiosa y atentatoria del orden natural, cuando en realidad lo que se está haciendo es mirar una realidad que ya está”.

Tras su sanción, como una intención oficial de no profundizar los roces que el proyecto había encendido, Cristina Kirchner ordenó frenar la polémica guía que promovía la interrupción del embarazo, algo que fue leído como una concesión a la Iglesia.

LOS TEDEUM

Históricamente, el Gobierno buscó eludir al arzobispo de Buenos Aires en los tedeum por el 25 de Mayo. En 2010, en medio de los festejos por el Bicentenario, Bergoglio reclamó “superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males”. Cristina Kirchner había preferido asistir a la Basílica de Luján junto a su esposo.

Este año, la Presidenta presenció la homilía del el arzobispo Fabriciano Sigampa, en Resistencia. Bergoglio emitió un duro mensaje en el que pidió “desterrar las ambiciones desmedidas”. Ante la presencia del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y la notoria ausencia de funcionarios nacionales, desde la Catedral Metropolitana el arzobispo criticó los“delirios de grandeza” de los gobernantes.

Hoy, Bergoglio dejará el episcopado con la inquietud por el avance del debate por la despenalización del aborto. El desvelo que le provoca esta cuestión quedó evidenciado ayer, cuando el arzobispo eligió ese tema para despedirse. Quizás ese es uno de los pocos puntos de coincidencia que aún tenga con Cristina Kirchner, quien admitió estar personalmente en contra de la iniciativa.

De:Puercoespín
Por:Horacio Verbitsky