Faltan los patrones

Por Omar Carreón Abud


Faltan los patrones

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2018, 18:00 pm

(El autor es ingeniero Agrónomo y luchador social en el estado de Michoacán. Articulista , conferencista y autor del libro "Reivindicar la verdad".)

Tres meses después de cometido el cobarde asesinato del inolvidable compañero Manuel Hernández Pasión, presidente municipal de Huitzilan de Serdán, Puebla y, como consecuencia directa de que 40 mil de sus compañeros decidieron presentarse ante el gobernador del estado de Puebla, José Antonio Gali Fayad, el día de su informe de gobierno, en la madrugada del pasado lunes 15 de enero, finalmente, fueron detenidos los autores materiales del homicidio. Las notas periodísticas, derivadas del boletín emitido por el gobierno de Puebla, informaron que dos sujetos sólo identificados como Cristian “N” y Pablo Daniel “N”, fueron detenidos en el municipio mexiquense de Chalco mediante una acción conjunta de las autoridades de ambas entidades federativas.

El día en que escribo estas líneas aparece en la primera plana de la edición electrónica del periódico El Universal una nota que narra el infierno que padeció un joven actor, quien fuera señalado públicamente como el autor del homicidio de una joven mujer de nacionalidad argentina en la Ciudad de México y que resultó ser inocente porque demostró que el día del crimen se encontraba en Colombia. La referencia a estos hechos viene a cuento porque es seguro que ese joven hubiera deseado el trato delicado que reciben ahora, por parte del gobierno del estado de Puebla, los dos asesinos de Manuel Hernández que están plenamente identificados; una enecita después de su nombre cuando era expuesto ante el mundo como un torvo animal, la hubiera agradecido eternamente ese muchacho. En pocas y reducidas palabras, para mí, la actitud calculadamente considerada del gobierno de Puebla, no demuestra su compromiso con el respeto irrestricto de la ley, sino el deseo de ocultar la identidad y, por tanto, las relaciones que tienen Cristian “N” y Pablo Daniel “N”; la verdad es que si el gobierno estatal fuera en realidad tan escrupuloso, no hubiera requerido del anuncio de una gigantesca movilización ciudadana para aprehender a los criminales, no se hubiera mostrado durante tres meses ante la opinión pública tan torpe y lento para hacer justicia.

¿Los agarraron en Chalco, estado de México? ¿Es ese municipio mexiquense su santuario? Quién sabe, quién sabe también si en efecto los apresaron en Chalco o en algún otro lugar, sin descartar el propio estado de Puebla, por supuesto. Es ese un pendiente de la investigación. Como también es ya un pendiente averiguar de qué vivieron ese par de tipos durante tres meses ¡con lo cara que está la vida! ¿Quién les rentó o prestó un cuarto de hotel, o una casa, o un departamento o algún otro inmueble? Porque debe descartarse que durmieran en la banqueta ¿o no? ¿Quién les hacía de comer? ¿Con quién se comunicaban? ¿no tenían teléfono celular? Hay tantas cuestiones que deberán ahora salir a la luz con la misma puntillosidad que se ha estado usando para ocultar sus nombres completos, ahora deberá mostrarse toda la verdad.

Pero no se crea que las identidades de los asesinos siguen a estas alturas siendo un misterio, los homicidas son familiares cercanos, empleados y socios del presidente municipal panista de Zacapoaxtla, Puebla, Guillermo Lobato Toral, sujeto que escribió claramente (tan claramente como se lo permite su cultura) que no les iba a resolver sus peticiones a los antorchistas, invitó a sus gobernados a repudiarlos y aseguró que no iba a permitir que llegaran a gobernar su municipio. El parentesco con el político de marras, así como su actitud probadamente agresiva en contra de los antorchistas de la sierra norte de Puebla, es crucial porque, precisamente, Manuel Hernández Pasión, el presidente municipal del municipio serrano de Huitzilan de Serdán fue asesinado en una emboscada que tuvo lugar a las afueras de Zacapoaxtla. Y Ante Lobato Toral, la justicia poblana está paralizada.

No termina aquí la cadena de muy sospechosos. Están también Alonso Aco, miembro destacado de una familia caciquil de la sierra norte, algunos de cuyos miembros han sido procesados y sentenciados anteriormente por el asesinato de antorchistas destacados y, también, está un tal Martín Hernández, sacerdote que mientras estuvo en Huitzilan de Sedán, en uso del púlpito, denostó hasta hartarse a los indios antorchistas de esa población serrana. También con estos dos, la justicia poblana se ha detenido como ante las columnas de Hércules.

Informo ahora para quien no lo sepa que, poco antes de que se llegara la hora de la gran concentración campesina y popular que convocaron los dirigentes antorchistas de Puebla, el secretario de Gobierno, Diódoro Carrasco Altamirano, declaró a la prensa que ese ejercicio de un derecho constitucional indiscutible e inatacable, le parecía a él “poco responsable”. No vale la pena polemizar por ello, sólo debo decir que ahora se le presenta al señor secretario Carrasco una oportunidad de oro para dar a todos los poblanos una lección de “mucha responsabilidad”. La Procuraduría de Justicia de Puebla depende del ejecutivo y debe abrir una investigación contra los sujetos reiteradamente señalados por testimonios muy sólidos, si sigue haciendo oídos sordos, tendrá fama pública, no sólo, de “poco responsable”, sino de cómplice de homicidio.

¿Cómo es posible que siga habiendo autoridades que crean que la gente no se da cuenta de sus chicanas? La impunidad, ese cáncer nacional, no es responsabilidad de delincuentes astutos y escurridizos, sino de los encargados de aplicar la ley. La impunidad, no es impunidad en general, no es impunidad para todos, es, como en el caso que nos ocupa, impunidad para los poderosos cuando delinquen en contra de los débiles. Las cárceles están llenas de pobres, de quienes no tienen ni el dinero ni las relaciones para disfrutar de la impunidad. La lucha en contra de la impunidad es, pues, otro de los objetivos que debe alcanzar una verdadera organización popular, sólo la organización consciente terminará definitivamente con la impunidad de los poderosos. Y, mientras ese momento llega, los antorchistas michoacanos estamos plenamente conscientes de que, a Manuel Hernández Pasión, a su viuda, a sus hijos y a sus compañeros, no se les ha hecho justicia todavía; estamos en la idea firme de que mientras a un antorchista en el país se le asesine por sus ideas y por su trabajo legal en contra de la pobreza, corren riesgo inminente todos los antorchistas de México. En consecuencia, no daremos un solo paso atrás en la exigencia de que se encarcele a todos los que tramaron el asesinato de Manuel. La lucha no ha terminado ¡Faltan los patrones!