¿Existió Troya? ¿Ocurrió realmente la guerra de Troya?

**La guerra de Troya fue inmortalizada por los versos atribuidos a un poeta ciego llamado Homero. Esos poemas sobrevivieron debido a que fueron un puntal en la formación intelectual de la antigüedad clásica


¿Existió Troya? ¿Ocurrió realmente la guerra de Troya?

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2014, 11:22 am

Schliemann, el descubridor de Troya

El 24 de mayo de 1873, el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann anunció públicamente el descubrimiento de la mítica ciudad de Troya, aquella que la ciencia europea del “siglo de las luces” había desterrado de la realidad histórica hacia el mundo de la fantasía. Schliemann fue un estudioso con don de lenguas (a los 33 años dominaba 15 idiomas) que logró amasar una fortuna personal para luego dedicarse a la historia antigua y la arqueología. En 1868 se embarco hacia Grecia con los poemas de Homero y la descripción de Pausanias bajo el brazo, a buscar el palacio de Odiseo en Ítaca, el palacio de Agamenón y las murallas de la Troya de Héctor, Príamo y Eneas.

Pese al pesimismo de sus colegas de la época, Schliemann siguió la pista de la ruta de Odiseo y descubrió en Hissarlik (palabra que designa lugar de la fortaleza en turco debido a su ubicación sobre una colina), Turquía, las ruinas de una arcana ciudad que testimoniaba pretérita gloria y poderío sobre el Asia Menor durante la Edad del Bronce, siglos en los que las poderosas monarquías llamadas micénicas gobernaban la Grecia continental. Apresurado por llegar al palacio de Príamo excavó sin mucho cuidado en las capas superiores (estratos de ocupaciones helenísticas y romanas) para alcanzar los yacimientos más antiguos. El resultado fueron siete distintos yacimientos o reconstrucciones de la ciudadela, algunos más visiblemente prósperos que los demás. En el más rico de ellos (correspondiente a Troya II) encontró una colección de objetos y joyas de oro a las que llamo El tesoro de Príamo interpretando que era ese estrato el correspondiente a la mítica guerra.

Homero

Lo cierto es que Schliemann nunca pudo evadir el influjo que La Ilíada y La Odisea habían ejercido en su imaginación desde niño. Hasta tal punto, que falleció en 1890 seguro de haber resuelto ese misterio histórico y luego de haber llevado ilegalmente a Grecia muchos tesoros antiguos que aun se conservan (originando algunos problemas diplomáticos con el entonces Imperio Otomano). Sin embargo, su carácter de innovador en el campo de la arqueología (aunque muchas de sus técnicas y procedimientos fueron muy criticados por lo toscos y descuidados) y el estado de la técnica de su época lo llevaron a datar erróneamente las fechas correspondientes a cada ciudad, errores subsanados por los posteriores investigadores. La arqueología del siglo XX identificó al estrato de Troya VI, la de grandes murallas, como la Troya de Héctor. Esa ciudad fue destruida hacia el 1250 a.c.

Pero ¿aquéllos personajes, esas historias relatadas por los poetas antiguos eran ciertas?¿tenían un trasfondo histórico las historias sobre la ira de Aquiles, el rapto de Helenas? ¿o por lo menos se puede afirmar que una confederación de reinos griegos, bajo el comando de un monarca micénico, se hicieron a la mar para sitiar y destruir una prospera ciudad comercial y a sus aliados por la razón que fuese?

Durante el siglo XX las investigaciones avanzaron y como suele ocurrir, unos estudiosos son mas optimistas mientras que otros, mas escépticos descartan la existencia de esa guerra en los estudios de la Edad del Bronce Mediterránea basados en la interpretación de las cronologías comparadas en una región más amplia. Moses Finley, quien tiene el punto de vista más escéptico con respecto a la historicidad de la guerra de Troya, llamo la atención a este problema en la cronología y a la necesidad de considerar el catastrófico marco global del mediterráneo a fines del Siglo XIII a.c.

¿Cuáles son las fuentes o “pistas” con que cuenta la ciencia histórica para responder a esta interrogante?

Básicamente son dos:

•Las fuentes escritas griegas, mas precisamente los poemas homéricos (en la medida en que puedan considerarse “fuentes”) y las fuentes gubernamentales del imperio hitita y, en forma indirecta, del Imperio Nuevo Egipcio.
•La arqueología.

Los poemas homéricos

Lo que se sabe del origen de La Ilíada y La Odisea es bien poco. Estos poemas épicos fueron compuestos en Jonia (probablemente en las islas del Egeo o en Asia Menor) hacia el 750 a.c. (unos 500 años posteriores a la fecha de la supuesta guerra). Estas composiciones son la culminación estilística y recopilatoria de las tradiciones que eran cantadas por bardos profesionales en las cortes aristocráticas a lo largo de sus viajes, por lo que a través de los años se fueron agregando nuevos elementos y se mezclaban relatos y culturas diferentes. De hecho se hace poco probable que ambos poemas hayan sido compuestos por el mismo autor, siendo La Ilíada, casi con seguridad, varias décadas más antiguo. Durante muchos años se especuló con que, aun siendo de época muy posterior, los poemas reflejaban fielmente la sociedad micénica y en particular el episodio de la Guerra, reflejo heredado a través de las tradiciones orales cantadas por los bardos, animadores de festines de reyes y nobles desde aquellos tiempos remotos.

Pero, conforme avanzo el estado del conocimiento sobre la sociedad y la política de la época micénicas, se supo que tanto la Ilíada como La Odisea contienen elementos tanto lingüísticos como culturales que llevan a indicar la fecha de su composición durante la llamada “Edad Oscura”, posteriormente a la adopción del alfabeto fenicio (hacia el 800 a.c.).

Hoy se sabe que, en definitiva, los poemas guardan mayor información sobre la época en la cual fueron compuestos. Durante la "Edad Oscura" (siglos XI a VIII a.c.) el poder político se encontraba disgregado en Grecia, en pequeñas ciudades o reinos. La clase terrateniente imponía en la mayoría de estos pequeños territorios un dominio oligárquico formando la base de lo que luego serían las ciudades-estado en el periodo clásico de la historia griega. Este dominio, como toda forma de dominación política, requería de un mínimo de legitimación, por lo que no seria descabellado pensar en una re-elaboración del mito (forma de discurso explicativo-normativo de la época) para la búsqueda del ascendiente de esa clase oligárquica en los héroes antiguos y, por lo tanto, en los dioses. Es decir, los aristocratas se hacían descender de héroes y dioses más antiguos y los poetas cantaban esas historias. Eran poetas y propagandistas a la vez.

Por ejemplo, algunos estudios filológicos argumentan que algunas historias, como las muertes de Héctor y Patroclo, ya eran cantadas en los siglos XV o XIV a.c., es decir, más de un siglo anterior (o quizás mas aun) al período en que se indica que la guerra puede haber tenido lugar. Si contamos, además, el hecho de que se trata de poemas y no de crónicas o relatos históricos que busquen un fondo de verdad, se hace difícil considerar como fuentes que puedan brindar alguna información digna de un estudio serio.

Sin embargo, fueron precisamente los poemas los que inmortalizaron el conflicto (o los conflictos) y también la principal guía para el hallazgo de la ciudadela. Esto no quita de que estemos hablando de unas de las piezas literarias más bellas de la historia humana, interminable fuente de expresiones artísticas y reflexiones filosóficas hasta nuestros días.

La guerra de Troya ¿realmente ocurrió?

La gran potencia de la región del mundo cercana a Troya (Anatolia, hoy Turquía), hacia fines de la Edad del Bronce, era el Imperio Hitita. Si bien éste se encontraba en decadencia (el Imperio se derrumbo hacia el 1200-1190 a.c.), era una potencia comercial y militar capaz de hacerle frente al pujante Egipto del Imperio Nuevo. Conocían el forjado del hierro, los caballos y el más poderoso aun uso de la palabra escrita, según vemos en sus archivos oficiales, expresiones artísticas y hasta en la correspondencia entre el soberano y sus subordinados y reyes vasallos. Por todas estas razones, seria de lo mas razonable suponer que un reino lo suficientemente próspero como el troyano, con posibilidades de movilizar ejércitos aliados y/o subordinados y que operara comercialmente cercano a la esfera de influencia del Imperio Hitita, figure en sus inscripciones. Y de hecho se encuentra ampliamente reconocido por los estudiosos que el reino de Wilusa que figura en los anales del imperio como reino vasallo es la (W)ilios (traducida como Ilión) griega, o sea Troya, lo que, al fin y al cabo, tampoco es seguro.

Las circunstancias en las que se menciona a este reino son los de operaciones de sublevación política contra el imperio durante el siglo XIII a.c., episodio que incluiría la participación del reino de Ahhijawa en los conflictos. Resulta demasiado tentador para los filólogos y eruditos identificar a Ahhijawa con el nombre de Aqueos, nombre que los griegos se daban a si mismos. Dando crédito a esas identificaciones (Troya = Wilusa y Ahhijawa = Micenas), tanto las fuentes escritas durante el reinado de Thudaliya II como la cerámica griega (protogeométrica) encontrada en Troya, indican un prolongado lapso de comercio pacifico entre ambos, interrumpido en varias ocasiones debido a disputas o, tal vez, debido a un conflicto abierto entre ambos.

Sin embargo, ninguna de esas referencias llevan a concluir que el reino de Wilusa fuera destruido en alguno de esos ataques, muchos de los cuales fueron llevados a cabo por fuerzas anatolias, dependientes del Imperio Hitita.

A los sumo, se puede concluir (con un poco de optimismo) que las fuentes anatolias entregan evidencia de un conflicto, o una serie de conflictos (en los cuales los griegos micénicos pueden haber jugado algún papel) contra un reino anatolio ubicado al Noroeste del Imperio Hitita.

La arqueología

Las pruebas arqueológicas son las menos concluyentes con respecto a la destrucción de Troya por una invasión griega. Existe un desfasaje importante en las fechas. Como dijimos mas arriba Schliemann identificó el estrato de Troya II con la de la Ilíada, debido a que era la más rica y prospera de todas, según lo atestiguan los imponentes trabajos en oro allí hallados. Estudios más modernos permitieron datar ese estrato hacia el 2.500 a.c., al menos 500 años antes de la aparición en Grecia de los enterramientos en forma de chimenea y los palacios-fortaleza de los nobles y reyes micénicos.

Los siguientes estratos muestran vestigios de asentamientos más primitivos, de pequeñas aldeas o pueblos, hasta llegar a la fase de Troya VI, la más opulenta desde el punto de vista arquitectónico. Un palacio y las sólidas murallas de la ciudad denotan la existencia de una civilización floreciente que apareció hacia el 1800 a.c. y fue destruida hacia el 1300 a.c. Su poderío militar y, probablemente, también comercial se debió a la amplia utilización del caballo, dada la cantidad de huesos de ese animal que fueron encontrados. Se estima que la ciudad ocupaba unos 200.000 metros cuadrados y albergaría a unas 10.000 personas, teniendo en cuenta el hinterland rural que la abastecía de alimento. El fin de esta civilización fue tan abrupto y catastrófico que no pudo haber sido destruido por el hombre, o al menos eso se presume, sino por un terremoto o cataclismo. Desconozco si existe algún trabajo reciente que compare esos datos con registros geológicos de terremotos.

El tesoro de Príamo

No obstante, la historia de Troya no finalizó allí, ya que los asentamientos en la ciudadela son inmediatamente posteriores al desastre. La etapa llamada Troya VII es la que se corresponde con la época dorada de los reinos micénicos, por lo que, siguiendo la cronología griega, podría indicarse a dicho estrato con el de la guerra. El punto a favor está en que Troya VII sí fue destruida por el hombre, probablemente por un pueblo invasor o una represión proveniente del Reino Hitita. Pero tenemos en contra el hecho de que esa ciudad no se parecía en nada a su precedente: era una ciudadela de chozas miserables. Sin embargo, puede objetarse a esta observación el hecho de la más que factible exageración que es dable esperar en la tradición oral (a la manera de teléfono descompuesto arrastrado durante siglos). Pero el panorama se complica a nivel general: para el 1200 a.c. no solo Troya fue destruida sino que las propias monarquías micénicas se encontraban bajo ataque, por lo que no pueden ser consideradas agentes de destrucción. Durante por lo menos los próximos 50 años iban a producirse invasiones y destrucciones de reinos y ciudades a lo largo y ancho de todo el mediterráneo. Al parecer, la pujanza de una serie heterogénea de pueblos no identificados, ingresó desde el Norte. El Imperio Hitita fue acabado, así como los grandes reinos y ciudades micénicas desde Tesalia a Laconia. Los disturbios y devastaciones pueden rastrearse hasta la Mesopotamia al Este, hacia Italia, Sicilia e inclusive hasta el norte de Francia y el mar Báltico. Hacia el Sur, el Egipto del Imperio Nuevo fue seriamente dañado por estas invasiones de pueblos que ellos llamaron “del mar” (en los anales de Menreptah IV), pues venían desde el norte y hablaban lenguas desconocidas.

El Faraón Ramsés III logró, no sin grandes pérdidas y dificultades, ponerles freno y desviarlos hacia el Sinaí, donde se establecieron. El único de estos pueblos que los historiadores y arqueólogos lograron identificar fue el de los Peleset: los filisteos de la Biblia.

Conclusión

La guerra de Troya fue inmortalizada por los versos atribuidos a un poeta ciego llamado Homero ( quien es probablemente una idealización del o los desconocidos compiladores de las historias). Esos poemas sobrevivieron debido a que fueron un puntal en la formación intelectual de la antigüedad clásica y durante el medioevo europeo. Hasta la llegada del racionalismo y el surgimiento de la ciencia histórica, la guerra fue considerada un hecho histórico. Su causa: el rapto de una reina micénica por un príncipe troyano. Su consecuencia: la destrucción del poderoso Reino de Troya y el comienzo de la hegemonía griega en el Mar Egeo. Una linda historia, aunque demasiado simple como para ser cierta.