Estados Unidos contra el nacionalismo latinoamericano

Reportaje especial/ La Crónica de Chihuahua


Estados Unidos contra el nacionalismo latinoamericano

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2015, 23:50 pm

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Martín Morales

Con base en una versión actualizada de la Guerra Fría, el Gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) intenta evitar mediante el uso de distintos medios coactivos y desestabilizadores que los estados de la región sur de América –Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua y Chile– profundicen su actual proceso de liberación económica con respecto a su égida imperial.

La Guerra Fría 2.0 (concepto actualizado por los analistas con base en la tecnología cibernética) se está dando básicamente en las naciones americanas que encontraron en Rusia y China una estrecha relación económica y política, así como una fórmula de resistencia a las presiones estadounidenses por mantener su yugo imperial sobre América Latina, que iniciara en la primera mitad del siglo XIX.

Esta vinculación multinacional se observa no sólo con el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) sino también en la emergencia de organizaciones regionales autónomas como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en cuya reunión del pasado 29 de enero, los presidentes miembros anunciaron oficialmente su definitivo enlace comercial y político con China.

Es el mismo caso de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) con sus asociaciones con Rusia y China, íntimamente relacionada con la Unión de Naciones Sudamericanas y con el esquema Petrocaribe, creado por los gobiernos de Venezuela y Brasil para la venta de hidrocarburo en la región a precios preferentes.

Este último, fruto de la interrelación de América del Sur con los gigantes de Euroasia, es claro ejemplo de la guerra que EE.UU. ha emprendido contra los bloques económicos emergentes, pues la caída de los precios internacionales del petróleo está siendo alentada por Washington con la finalidad explícita de golpear económicamente y debilitar a países productores como Rusia, Venezuela e Irán, a quienes visualiza como rivales.

“En este momento hay una lucha por la geopolítica mundial en donde EE.UU. no quiere permitir que sus competidores tengan un pie en el continente americano”, dijo a buzos Héctor de la Cueva, coordinador del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Bolivia (MMSB).

Por su parte, Walter Martínez Álvez, brigadier del Ejército uruguayo y analista militar, dijo a este medio: “Si Barack Obama fuera republicano sería más belicoso; sin embargo, lo es, y ahora se le pusieron enfrente China y Rusia, que tienen cierta alianza, entonces la cosa ya no la tiene fácil. Son activos económica, comercial y militarmente, están apoyando a Venezuela y a Brasil”.

Martínez advirtió como preocupante que las fuerzas armadas de varios gobiernos progresistas –entre ellos Bolivia, Ecuador y Nicaragua– no se hayan zafado todavía de la “Doctrina de Seguridad Nacional” dictada por EE.UU., que además tiene bases militares activas en países como Colombia, Perú, Chile y Ecuador, y que mantiene firme la Operación Cóndor, por medio de la que gobiernos de la región siguen enviando militares a formarse en organismos del Pentágono (el Departamento de Defensa de Washington).

El experto militar detalló que los rusos están ayudado a la conversión y actualización del equipo y material militar para la defensa de países como Venezuela, cuyo Gobierno ya cambió el “principio militar de seguridad” por uno de defensa ante las amenazas de violencia armada que en años recientes le ha venido lanzando el Gobierno estadounidense.

La llamada “unipolaridad” mundial de EE.UU. duró más de una década, comenzó con la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, del Muro de Berlín en Alemania y del bloque socialista de Europa Oriental en 1990.

El declive de EE.UU., de acuerdo con el especialista, comenzó en 2003, cuando el expresidente republicano George W. Bush –y el cártel económico-político-militar que integra la oligarquía estadounidense– se lanzó a la injustificada invasión de Irak con la finalidad expresa de extender su influencia político-militar hasta la frontera misma con Rusia, como ocurre ahora cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte tiene como candidato a Ucrania como nuevo miembro de este grupo militar.

“¿A dónde nos va a llevar todo esto? La ‘Guerra Fría’ ya está declarada; EE.UU. nos conduce a una nueva guerra mundial intentando abiertamente aplicar su genial idea de querer triunfar siempre, ¿y ahora? No puedo afirmar con seguridad que la ‘Guerra Fría’ no vaya a conducir a una guerra de verdad”, advirtió el expresidente ruso Mijail Gorbachov el pasado 29 de enero en declaraciones hechas en Moscú. “Sólo se oye hablar de sanciones de EE.UU. y de la Unión Europea contra Rusia, ¿han perdido la cabeza?”, enfatizó.

El embate del imperio

En América Latina se ha abierto una nueva etapa histórica que los especialistas y activistas latinoamericanos denominan en unos casos posneoliberalismo y en otros –especialmente en Venezuela y Bolivia– poscapitalismo, a fin de caracterizar el proceso de liberación que estos Estados ensayan y cuyas poblaciones están siendo objeto de agresiones, amenazas y hostigamiento directo e indirecto por parte de EE.UU.

En el caso de Cuba, nación señera en este proceso de independencia desde los años 60 del siglo anterior, las expresiones de cordialidad, apretones de manos y promesas de buenas intenciones por parte del Gobierno estadounidense obedecen sin duda a una política de doble fondo con la que el gigante del norte pretende aparecer por un lado como magnánimo y realista, mientras por el otro está aplicando políticas injerencistas contra los Estados que ahora siguen el ejemplo cubano.

En obra de esta estrategia el imperio asume su papel como tal y no desiste. Por el contrario, EE. UU. diversifica sus estrategias de dominación con métodos blandos y duros buscando frenéticamente retomar el control regional que se le ha ido de las manos. Su presidente actual, Barack Obama, como antes lo hicieron tantos otros mandatarios, finge diplomacia con amistosos estrechamientos de mano, sonrisas y expresiones verbales de buenas intenciones, mientras amenaza y lanza ataques contra naciones incómodas, otorga migajas a países afines.

Mientras Washington abre sus puertas al diálogo con el Gobierno cubano para eventualmente levantar el criminal bloqueo económico que le aplica desde 1962 a la isla, en 2009, Obama ofreció a los mandatarios de la región diálogo franco y “olvidar el pasado”, a fin de instaurar un nuevo marco de entendimiento.

Pero al mismo tiempo, y dando continuidad a la aventura bélica de su antecesor republicano George W. Bush, endereza una nueva andanada de agresiones contra gobiernos soberanos en latinoamérica, como Venezuela, Argentina y Bolivia, que no solamente rechazan seguir sus dictados, sino que se han convertido en aliento para la transformación política de otras naciones del continente. Un día después del mediático anuncio del 17 de diciembre sobre la apertura del diálogo con Cuba, el mandatario de EE. UU. firmó un paquete de sanciones aplicables a funcionarios venezolanos.

Pocas cosas enloquecen tanto a EE. UU. como la convicción de algunos jefes de Estado latinoamericanos que piensan que es posible “vivir fuera de su control imperial” y que el “mal ejemplo” que Cuba dio en 1959 puede ser reciclado y actualizado sin enfrentar las enormes consecuencias económicas que la nación caribeña ha padecido con la imposición del bloqueo comercial de 1962.

Sin embargo, en lugar de que el ejemplo del pueblo cubano y sus dirigentes históricos se haya desvanecido o debilitado, se ha convertido en motivo de inspiración de la lucha de por lo menos una decena de pueblos de América, que hoy se proponen liberarse del imperialismo yanqui.

Cuba en la mira del imperio

“Cuba sigue siendo el ejemplo que precisamente no ha podido tolerar EE.UU., de que es posible construir un modelo diferente al que promueven los estadounidenses y es un mal ejemplo, entre comillas, para el resto del continente; para EE. UU. no es incómodo específicamente que este país esté separado de lo que es su control hegemónico, sino el ‘mal ejemplo’ que pone al resto de los países del continente; si Cuba pudo hacerlo, todos lo pueden hacer; es su ascendencia moral, ideológica y política que tiene sobre muchos países del continente”, opinó Héctor de la Cueva.

“En el sur del continente, países como Bolivia y otros, han seguido el ejemplo de Cuba; van por sus propias vías, separándose del control norteamericano, construyendo un desarrollo soberano, definitivamente esto es algo que EE. UU. quisiera cortar de tajo; entonces, cambiar de estrategia hacia Cuba –abrir negociaciones diplomáticas sobre el embargo y nuevas relaciones económicas– es para conseguir lo que en algún momento pudieron lograr en Europa del Este y en otros países del mundo: desde adentro, socavar ese ‘mal ejemplo’ cubano.

Ésa es evidentemente la apuesta del Gobierno estadounidense”, indicó. El activista latinoamericano puso de manifiesto que ha habido cambios importantes en países del continente, pero todos con diferente grado. “No se puede hacer tabla rasa de lo que ha sucedido en Ecuador, Argentina, Bolivia, Uruguay, Venezuela, Chile, porque son procesos diferentes, que han logrado una separación de la hegemonía estadounidense en un grado distinto, pero definitivamente es cierto que Sudamérica avanzó, de una manera importante, un desarrollo de gobiernos alejados o que tratan de alejarse del paradigma neoliberal y del control hegemónico norteamericano, independientemente de en qué grado han logrado avanzar en una sociedad posneoliberal o poscapitalista”.

En términos geopolíticos, este proceso de desarrollo en países de Sudamérica está generando una polarización entre los países del sur, cuyos dirigentes tratan de liberarse del yugo imperial estadounidense, y los países que están aferrados a la órbita imperial –término acuñado por el desaparecido y acreditado maestro de economía en la Universidad Nacional Autónoma de Mexico, José Luis Ceseña– como es el caso de algunos países de Centroamérica –entre ellos Guatemala– y México en la región de Norteamérica.

“Vamos a ver ahora cómo se muestra el presidente Obama en la reunión de Panamá, en la Cumbre de las Américas, donde Cuba va a intervenir por primera vez, porque la aceptó EE. UU. en uno de esos gestos de apertura por parte de Barack Obama”, apuntó Walter Martínez.

Intentos golpistas

Mientras tanto, EE. UU. está enfocado en tirar a gobiernos incómodos como el de Argentina, representado por Cristina Fernández de Kirchner, jefa de Estado renuente a someterse a los controles estadounidenses y quien en fecha reciente fue emboscada con los fondos buitre, bonos del Estado argentino que en manos de especuladores –verdaderos “terroristas financieros”– pretenden ser cobrados con tasas de ganancia exorbitantes con el objetivo último de desestabilizar la economía de la gran nación sudamericana.

Ante las presiones por la elección local en puerta, la presidenta ha enfrentado también agresivas operaciones de desestabilización confeccionadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EE. UU. y su similar israelí El Mossad, encaminadas a abrirle un hoyo en el piso para que se hunda, como también lo están tratando de hacer en Venezuela, contra el Gobierno de Nicolás Maduro.

En este caso, el Gobierno está enfrentando bloqueos financieros y comerciales, especialmente en la provisión de alimentos, medicinas y artículos domésticos, a fin de provocar desabasto e inflación que aliente las protestas sociales. En esta tarea resalta la oposición de la derecha reaccionaria de Venezuela, instruida y asesorada por la CIA y la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos, un mecanismo de intervención del imperio que se dedica a impulsar junto con otros tanques de pensamiento (think tank) organizaciones no gubernamentales y fundaciones supuestamente altruistas (derechos humanos, desarrollo social), pero que en realidad operan para alentar a los rebeldes de la derecha.

Felipe Calderón, títere

En contra de los países que figuran en la “lista negra” del Gobierno estadounidense participan también los medios de comunicación afines a los intereses imperiales, incluidos los divulgados en Internet, donde se disparan campañas de desprestigio contra los jefes de Estado latinoamericanos con base en mentiras, denostaciones y exageraciones de la dimensión de los problemas sociales y económicos. Por ejemplo, el pasado 27 de enero el presidente Nicolás Maduro anunció una estrategia para contrarrestar internamente la guerra de baja intensidad desatada en contra de su Gobierno, que es impulsada dentro de Venezuela por la derecha política asesorada por Washington.

En este marco se armó la farsa del 26 de enero en Caracas, en la que participó el expresidente derechista mexicano Felipe Calderón, junto con correligionarios como el colombiano Andrés Pastrana y el chileno Sebastián Piñera. Calderón viajó a Caracas para supuestamente defender los derechos humanos del activista opositor venezolano Leopoldo López. Este activismo “humanista” de Calderón no ha servido en ningún momento para denunciar ante el mundo; por ejemplo, la falta de resultados en las pesquisas para dar con el paradero de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala o las ejecuciones de militares en Tlatlaya, Estado de México.

“Estamos enfocándonos en la batalla por ganar la guerra económica y derrotar el golpe de Estado económico en marcha”, afirmó el presidente Maduro durante una reunión del Consejo de Vicepresidentes, efectuada en el Palacio de Miraflores de Caracas, el mandatario enfatizó ese día: “Vamos hacer un plan piloto especial para vencer la guerra económica en Caracas y Miranda, con planes particularizados para esta región central, luego vamos a ir estado por estado para hacer un Estado Mayor cívico, popular y militar”. Ante eso el expresidente guarda cómplice silencio.

Héctor de la Cueva, expuso que el Gobierno nacional intensificará su lucha contra la escasez, la especulación y el acaparamiento, “factores desestabilizadores que utiliza la derecha venezolana para crear caos y malestar entre la población”. Por ello, indicó, habrá continuidad en “las jornadas de venta de alimentos y productos básicos a cielo abierto, así como la supervisión a las redes de distribución públicas y privadas para garantizar el abastecimiento de los productos de primera necesidad”.

La intervención militar de EE. UU. “es una amenaza siempre probable, y en esto depende de los cálculos que pueda tener en el caso de Venezuela; yo creo que está sopesando esa posibilidad (de intentar un golpe de Estado) o incluso, la intervención directa, pero para eso necesita crear una situación todavía más explosiva en el país; ha conseguido avances con el boicot económico, con el apoyo de la oposición al Gobierno de Maduro, pero todavía no han logrado crear las condiciones para una intervención; pero están trabajando en eso, definitivamente que sí”, afirmó Héctor de la Cueva.

EE.UU. contra países nacionalistas

Es el aislamiento lo que hace más violento a EE. UU., según el diagnóstico de los activistas y académicos consultados por buzos, quienes señalaron que no ha podido remontar la derrota que representó la muerte de su proyecto de conformar un área continental de libre comercio a su servicio.

Los expertos se refieren al soñado bloque continental que derivaría del Consenso de Washington –las 10 medidas creadas por el economista John Williamson en 1989– de las que derivaron las reformas estructurales exigidas por EE. UU. a los países bajo su dominio–como México– por conducto de presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial; todo ese plan fue enterrado en noviembre de 2005, durante la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata, Argentina.

En el citado encuentro, los presidentes, destacadamente Hugo Chávez de Venezuela y Luiz Inacio Lula da Silva de Brasil, rechazaron incluir en la declaratoria final un acuerdo para poner en marcha el proyecto estadounidense del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsada entonces por el presidente George W. Bush, y vehementemente defendida en esa Cumbre por el entonces presidente mexicano Vicente Fox.

A partir de eso, los estadounidenses pactaron con México ampliar y darle nuevos bríos al Tratado de Libre Comercio, puesto en marcha en enero de 1994 por EE. UU.-México-Canadá, y más recientemente se abocó a impulsar la hoy conocida Alianza del Pacífico, a partir también de otros acuerdos firmados con otros países afines como Colombia, Chile y Perú.

“En su momento EE. UU. fue derrotado –en 2005– al querer imponer el ALCA, pero EE. UU. avanzó por otras vías, con tratados de libre comercio bilaterales, y no dejó de tener avances con una estrategia diferente al ALCA; es decir, no con un tratado continental. En lo concreto, EE. UU. fue contrarrestado de una manera muy importante y ahora quiere recuperarse por la vía de tener una mayor legitimidad, al recomponer su imagen en el continente, pero definitivamente con el mismo objetivo de echar abajo a los gobiernos insubordinados y restablecer, si no el ALCA, si otros instrumentos, que implementen las políticas dictadas desde Washington”, dijo Héctor de la Cueva.

Cuba y AL se unen

Activistas y analistas latinoamericanos coincidieron que en Cuba se ha consolidado como emblema de la defensa de las decisiones de los pueblos del continente, lucha compartida con Venezuela, y su socialismo boliviariano, y con Bolivia y su presidente indígena, Evo Morales, y su socialismo comunitario.

Las vertientes de la etapa posneoliberal que se vive en el sur del continente no han terminado de germinar, pero su formación está en curso; más de una decena de pueblos han virado políticamente hacia la izquierda socialista, el centro izquierda, o de manera general, al progresismo con orientación social, incluso con trazos nacionalistas, como en el caso de Bolivia, cuyo presidente fue ratificado por la mayoría de los bolivianos, mayoritariamente indígenas, en las elecciones de octubre de 2014.

El caso de Bolivia destaca no solamente porque su Gobierno ha conseguido mantenerse fuera del alcance del control del imperialismo estadounidense, tal como lo ha hecho el proyecto socialista de Venezuela, sino también por introducir una descolonialización a partir de la figura de un presidente indígena, sindicalista, activista destacado en la defensa del patrimonio boliviano, del agua y del gas, ante las ambiciones de las trasnacionales, bienes que hoy están al servicio pleno de la nación.

Morales ha sido integrador de la mayoritaria de la población indígena en la esfera política, desplazando del poder a la oligarquía local, ligada al poder trasnacional estadounidense. Lo ha logrado por conducto de su Movimiento Al Socialismo, que asimismo lo ha protegido de eventuales riesgos de golpe de Estado impulsado por la elite empresarial, los latifundistas locales y las grandes compañías trasnacionales.

La liberación de la población indígena trajo consigo una etapa de institucionalización, pero separada de las recetas neoliberales dictadas por Washington, la resistencia social de Bolivia provocó intentos golpistas y represión social. Paradójicamente, el propio FMI ha calificado recientemente a Bolivia como “la economía más estable de América Latina”, país que actualmente cuenta con la reserva de divisas más importante de AL.

“De todos los países que han evolucionado en Sudamérica, el más consolidado y avanzado es el Gobierno de Evo Morales. A diferencia de algunos países que tienen grandes dificultades, Evo acaba de ser ratificado –como Presidente en octubre de 2014– por cerca del 62 por ciento de los votos, cosa que no ha ocurrido en ningún país de la región; ha consolidado su Gobierno y ha avanzado poco a poco, basado en la emancipación de los pueblos indígenas –que representan dos tercios de los poco más de 10 millones de habitantes–, y en su rol determinante en la conducción del país, con lo que ha logrado derrotar los planes desestabilizadores que también ha intentado EE. UU.”, resaltó De la Cueva.

La desestabilización y la amenaza de la intervención militar directa o indirecta en contra de los países “insubordinados”, es un factor siempre latente, no descartable tratándose de EE. UU., coincidieron los analistas entrevistados.
En la injerencia estadounidense “hay un componente militar; los planes de EE. UU. no se limitan al mal llamado libre comercio, sino también a lo que ellos llaman seguridad nacional, entendido esto como la seguridad de sus intereses económicos. Por eso está intentando tener cada vez más cooperación, y en esto México ha avanzado, no sólo en la subordinación económica y política, sino en la militar con EE. UU.”, insistió De la Cueva.