Esperan en filas hasta 6 horas por una despensa

**Beneficiarios de “Cruzada Contra el Hambre” recorren kilómetros e invierten muchas horas para canjear el dinero en su tarjeta por los comestibles incluidos en la despensa.


Esperan en filas hasta 6 horas por una despensa

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2014, 09:38 am

La cantidad de atendidos por día se incrementa cuando los depósitos bimestrales a las tarjetas coinciden, lo que genera enfrentamientos entre quienes buscan obtener los alimentos.

Ciudad Juárez, Chih.- Beneficiarios del programa federal “Cruzada Contra el Hambre” recorren kilómetros e invierten hasta seis horas para canjear el dinero depositado en su tarjeta por los comestibles incluidos en la despensa básica, denunciaron.

Esta situación se genera debido a que las tres tiendas Diconsa –localizadas en centros comunitarios– que surten las despensas del programa federal se encuentran saturadas por los usuarios de las Tarjetas sin Hambre.

Clemente Martínez, residente de El Mezquital, en el suroriente de la ciudad, dijo que tiene cuatro días tratando de realizar el trámite, pero hasta ayer poco antes del mediodía no lo había logrado a pesar de que estaba formado desde las 5 de la mañana en el centro Francisco I. Madero, ubicado en el poniente de la mancha urbana.

“Ya me he gastado 600 pesos en gasolina para ir a los centros de la Olivia Espinoza y Riberas del Bravo, pero no alcancé a cambiar la tarjeta, espero que ahora sí pueda”, declaró mientras descansaba en la sombra de un árbol.

Muchos otros, indicó, viajan en camión la misma distancia.

Los beneficiarios de las tarjetas usan la ayuda de mil 56 pesos depositada cada dos meses por el Gobierno federal para adquirir 14 productos básicos para su alimentación.

Ayer en el centro comunitario cientos de mujeres y hombres, muchos acompañados por sus hijos, esperaban que la línea, que ocupaba gran parte del lugar, avanzara para surtir su despensa.

“Yo vine para acá porque me dijeron que había menos gente, pero está igual, a ver si alcanzamos”, dijo Martínez al tiempo de sentarse a descansar en una estructura de cemento.

Señaló que la tarjeta, cuyo titular es su esposa, tiene 3 mil 200 pesos, los que tienen que canjear por mercancía para que el próximo mes sea reactivada y les carguen una cantidad menor de recursos.

Si no se gastan lo que tienen ahora, mencionó, el programa les desactivará la tarjeta, por eso tanto él como los demás interesados estaban apurados para completar la diligencia.

“Ya tenemos mucho tiempo aquí, venimos desde muy lejos y nos dicen que esto va para largo”, declaró Andrea Torres, una madre que desea canjear su tarjeta por los insumos alimentarios para su familia.

Se quejó de que la tardanza es demasiada y que había personas que se aprovechan de la buena fe de los beneficiarios para meterse a la fila o hasta para surtir tres y hasta cuatro tarjetas.

“Por eso no avanza, porque a unos pocos les dan mucho”, acotó.

Las tiendas Diconsa se localizan en los centros comunitarios de las colonias Riberas del Bravo, Francisco I. Madero y Olivia Espinoza.

Ahí surten a más de 23 mil beneficiarios de las Tarjetas contra el Hambre en esta frontera, lo que complica la operación para el despacho de los alimentos pues cada tienda provee la mercancía a 7 mil 600 beneficiarios en promedio cada dos meses, lo que representa que cada centro de distribución atiende a 127 por día.

Pero esa cantidad de atendidos por día se incrementa cuando los depósitos bimestrales a las tarjetas coinciden, lo que genera enfrentamientos entre quienes buscan obtener los alimentos.

La acumulación de beneficiarios provoca también que algunos productos se terminen antes que otros, como es el caso de la harina y el aceite comestible.

De acuerdo con jornaleros que laboran en la bodega de transferencia rehabilitada recientemente en Samalayuca, en las filas que se forman en las tiendas Diconsa para surtir a los beneficiarios de las Tarjetas Sin Hambre se han registrado enfrentamientos verbales y riñas entre los beneficiarios, pues algunos optan por “colarse” en la línea, explicó Valente Díaz, uno de los despachadores de los camiones surtidores.