Esclavos del siglo XXI

**Situaciones de injusticia enmascaradas por un lenguaje “aséptico” y “neutral”.


Esclavos del siglo XXI

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2011, 22:31 pm

Artículo de Saúl Arellano en Wawis

Hay una tendencia global, impulsada sobre todo por los organismos internacionales de mayor peso político y financiero, a utilizar un lenguaje “aséptico”; ante lo impronunciable recurren a términos “neutros” desde los cuáles y bajo la lógica de lo “política y diplomáticamente correcto”, que contribuyen, aun sin proponérselo, a reproducir lo monstruoso.

En México, amantes casi siempre de las modas y de lo conceptualmente efímero, la tendencia se reproduce y al menos en el ámbito de lo social, hoy padecemos una anemia teórica que en el fondo lo que nos evidencia es una anemia moral para llamarle a las cosas por su nombre, pero sobre todo para encontrar nuevos significados y referentes que nos lleven a pronunciar todo aquello que no queremos reconocer ante nosotros mismos.

Lo peor es que la tendencia se institucionaliza: a los viejos se les llama “adultos mayores”; a los abandonados se les dice “personas en situación de calle”; a los hambrientos se les sitúa como “personas en pobreza multidimensional extrema”…

Lo extremo en todo caso es esa forma de fuga social, mediante la cual pretendemos no darnos cuenta de las aberrantes condiciones que se viven en todo el planeta, de la frivolidad que caracteriza a nuestras sociedades y del cinismo de los poderosos, quienes buscan a toda costa aparecer como “buenas conciencias” llenándose la boca, en cada ocasión propicia, de preocupaciones y conciencia social.

En medio de la indiferencia social, la desesperanza, se instala y abruma a los más pobres, a los exiliados del bienestar, a quienes los peores males sociales aquejan siempre con una fuerza brutal, comparable ni más ni menos con las peores amenazas vertidas por los dioses, cuando de amedrentar a los humanos se trata.

Nuestra cultura cierra los ojos y pretende negar que las víctimas existen, porque de reconocerlo tendría que identificar a los victimarios y exigirles el cese de sus acciones. Y como en nuestras sociedades se asume que aquello que no se nombra no existe, se impone el silencio a manera de exorcismo social y liberación de responsabilidades.

Ante las situaciones límite hemos tenido las mayores omisiones y en ello, el crimen de la trata de seres humanos resulta ejemplar. Resulta sorprendente que frente a la evidencia de que al menos 12.5 millones de personas son víctimas de trabajo forzado en todo el mundo (así lo consigna la OIT), ni la indignación masiva se impone ni mucho menos el escándalo crece y genera una movilización de gran escala para exigir el cese de tan aberrante circunstancia.

En México se ha denunciado una y otra vez que hay miles de víctimas, lastimadas y esclavizadas no sólo por los malhechores, sino por los testigos silentes en que nos hemos convertido, volviéndonos también en verdugos por omisión en la condena y exigencia de que ese crimen debe parar.

Hay quienes han denominado a ciertos delitos como “crímenes de odio”; empero, el concepto hoy resulta relativamente limitado y tendríamos que ser capaces de comenzar a hablar de crímenes de vileza, en los que la infamia de quienes los perpetran, pero también de quienes permanecen como testigos mudos, lastima a todos y cada uno de los seres humanos, porque es precisamente lo humano lo que desaparece cuando tales crímenes son cometidos.

Hacer visible lo tenebroso que hay en la voluntad de esclavizar, someter y explotar a un semejante es urgente; por ello hacen falta muchos más espacios públicos que nos permitan dialogar en cordialidad y encontrar nuevas rutas para el encuentro y la solidaridad ante lo que vale la pena y hace digna la vida.

Por ello es de celebrarse que la universidad pública en nuestro país esté asumiendo el liderazgo ético, tratando de reconducir procesos para los encuentros cara a cara, y para proponer soluciones a los problemas más ingentes que nos aquejan, pero que sobre todo nos despojan de nuestra humanidad.

Ejemplo de lo anterior es la unión de esfuerzos de la Universidad de Guanajuato con el Seminario UNAM de la Cuestión Social, las cuales, en alianza con la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de Guanajuato, lograron concitar con motivo del Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, a numerosas dependencias públicas, organizaciones de la sociedad civil, representantes del gobierno federal y del Congreso de la Unión, así como organismos públicos y privados de diversos estados de la República, a fin de debatir públicamente sobre cómo erradicar esos crímenes de vileza en México.

Lo que se puede mostrar con este tipo de eventos, es que discutir públicamente puede permitirnos comprender que la hora de la justicia es la que tenemos enfrente, y que debe haber una condena unánime y permanente en torno a la crueldad ejercida en contra de nuestros semejantes.

Aún podemos convertirnos en un diálogo; aún podemos lograr que entre nosotros reine lo espiritual y conseguir que lo humano se imponga, que cese la impunidad del mal radical expresado en crímenes como el de la trata de personas y construir en el siglo XXI una sociedad en la que la sola idea de la esclavitud resulte tan horrenda, que todos estemos dispuestos a combatirla y erradicarla.

sarellano@ceidas.org/ saularellano.blogspot.com