Es el vado de Meoqui un hervidero de aves migratorias

**Aquí al vado llegan unas 25 especies de aves migratorias cada invierno después de viajes de hasta 10 mil kilómetros. (FOTO: FROILÁN MEZA)


Es el vado de Meoqui un hervidero de aves migratorias

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2012, 18:07 pm

Por Froilán Meza Rivera

Meoqui, Chihuahua.- El vado de Meoqui y varios tramos del río San Pedro, son tierras húmedas y pantanosas, ricas en larvas, insectos, charales y peces con los que se alimenta una gran variedad de aves acuáticas que encuentran aquí su hábitat ideal.

Sin embargo, el turismo de fin de semana invade los humedales del río con hordas voraces de niños traviesos tiradores de piedras con resortera, hombres ansiosos de cerveza helada armados con estéreos retumbantes que estresan a las bandadas de aves, y familias deseosas de diversión.

Los automotores no se quedan en las orillas, sino que se internan en caminos que apenas se adivinan por las huellas entre las arenas y las jarillas del cauce, y llevan su peso sobre las llantas que compactan el suelo, despiden humos tóxicos y fluidos aceitosos, y llevan también el ruido de sus escapes hasta el centro de este delicado ecosistema.

Y la basura es infaltable: llantas reventadas, botellas de vidrio, bolsas de papitas vacías, botellas de plástico, latas y desperdicios de comida que se acumulan y que contaminan el agua y la tierra.

Aquí al vado llegan unas 25 especies de aves migratorias cada invierno después de viajes de hasta 10 mil kilómetros, y le disputan su comida a los agricultores que usan el agua del río para las tierras de cultivo.

Muchas especies son huéspedes habituales de esta región, donde pasan la mayor parte del año, como los tildíos que llenan el espacio con sus chillidos de enojo y advertencia y que prestan el servicio de vigilantes a los demás animales del vado.

Otras aves, como el ibis carablanca cuyos retoños son de color pardo durante la etapa juvenil, han sido vistas, además de aquí, en otras áreas de este mismo semidesierto, como los charcos de agua carbonosa y sulfurosa de San Diego de Alcalá, 40 kilómetros al norte. Las garzas blancas y las garzas ganaderas son asiduas de las tierras de cultivo, donde se amontonan atrás de los tractores cuando éstos remueven la tierra, para engullir las larvas y gusanos que desentierran los discos de los arados.

Las actividades económicas y de turismo que se dan en torno del río, en lagunas y canales de riego, juegan un doble papel, positivo y negativo, ya que muchos de los hogares de las aves son cuerpos de agua fabricados por el hombre, pero por otro lado, la desecación de los humedales trabaja en contra de la conservación de las especies.

Entre las aves migratorias, esos distinguidos visitantes que vienen del norte, se cuentan garzas, pelícanos, gaviotas y patos de 5 especies diferentes.

Otras especies son el gavilán pescador (Pandion haliaetus), y el halcón peregrino (Falco peregrinus). De la familia de los patos y gansos se encuentran aquí en migración temporal, el martín pescador, el pato golondrino, el pato chalcuán, el pato cucharón norteño, la cerceta aliverde, la cerceta aliazul, el pato coacoxtle, el ganso blanco y la cerceta castaña. Y un mecánico que tiene su taller a unos metros del río conserva un águila pescadora, en calidad de ejemplar disecado.