En Chihuahua también tenemos nuestras “verdades históricas” que nadie cree

**Los súper capos que ordenaron cientos, tal vez miles de homicidios, fueron aprehendidos y extraditados a los EEUU, donde no respondieron por esos asesinatos.


En Chihuahua también tenemos nuestras “verdades históricas” que nadie cree

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2015, 10:41 am

Por: Alejandro Salmón Aguilera/ ahoramismo.mx

Mucho se ha criticado al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, por dar fin a las investigaciones en torno al caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, con su ya célebre frase de que su versión de que fueron incinerados en un basurero de Cocula, Guerrero, es la “verdad histórica”.

El problema es que la “verdad histórica” tan criticada últimamente por salir de boca del hoy encargado de la fiscalía de la nación es una frase dicha, acaso con palabras o acomodos distintos, a lo largo de los últimos años para justificar las miles de muertes violentas ocurridas en las calles de Chihuahua y del resto del país.

La “verdad histórica” que aludió el gobierno de José Reyes Baeza Terrazas durante los tres años más violentos en la historia reciente del país: del 2008 al 2010, era que las víctimas formaban parte de alguna organización delictiva y, por lo tanto, sus victimarios eran miembros de otra agrupación enemistada con ellos. San-Seacabó. Con eso era suficiente: era un pleito entre “malandros” y resuelto el caso. Esa fue una “verdad histórica”.

Así, de decenas en decenas—porque así ocurrían los homicidios en cada día de aquella época—se repetía esa misma frase y se fueron acumulando miles de expedientes de homicidios no resueltos.

Más aún: la autoridad de aquel entonces la tomó fácil: culpar a los lugartenientes de los cárteles en disputa como autores intelectuales de los multihomicidios y santo remedio: tal o cual masacre fue ordenada por algún jefe narco y todo resuelto.

¿Qué pasó después? Que aquellos súper capos que ordenaron cientos, tal vez miles de homicidios, fueron aprehendidos y después extraditados a los Estados Unidos de América, donde no pasaron ante juez para responder por esos supuestos asesinatos que ordenaron. Ahí quedó la “verdad histórica”: el o los autores intelectuales de toda la sangre que corrió por las calles, casas y comercios de Chihuahua ya se fueron y nunca vendrán a dar la cara. Para el caso es el mismo, con esa “verdad histórica”, la autoridad ya dio por resuelto todo.

En los últimos años hemos acuñado otras verdades históricas. Por ejemplo: que el homicidio más resonante del presente sexenio, donde murió la activista Marisela Escobedo Ortiz cuando trataba de refugiarse en el Palacio de Gobierno lo hizo un sujeto a quien le apodaban “El Wicked” y éste a su vez ya murió en prisión. Fin de la historia o lo que es lo mismo: verdad histórica. El tal Wicked nunca fue ante un juez a dar cuenta de ese homicidio; nunca pasó por enfrente del único testigo presencial y ocular de los hechos; el Ministerio Público no aportó más evidencias en su contra que su propia confesión, pero no era necesario: ya hay una “verdad histórica” y no se necesita más.

Nuestras autoridades suponen que con sus verdades históricas terminan los casos criminales, pero no es así. La sociedad mexicana y la chihuahuense en particular es cada vez más consciente y más crítica. No compra esas historias a tan bajo precio. Todavía más: la comunidad internacional tampoco se lo cree y ahí está el mediocre flujo de inversiones extranjeras directas al país como para ponerlo de muestra.

Tal vez esa sea la auténtica “verdad histórica”: la de que nadie nos la cree y de que, con todo y reformas estructurales, la economía mexicana sigue tan parsimoniosa como siempre.