El senador Navarrete y los perros de rancho

Homero Aguirre Enríquez


El senador Navarrete  y los perros de rancho

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2011, 12:20 pm

Cuando uno escucha a Carlos Navarrete, senador perredista y aspirante a gobernar la capital del país, calificar de “chantaje político brutal” al plantón que sostienen en la calle de Ayuntamiento, cerca de la Secretaría de Gobernación, miles de familias que protestan contra la arbitrariedad y el uso partidista del erario por parte del gobierno federal, se tiene la impresión de estar escuchando a un prominente ultraderechista -como el tal Óscar Mario Beteta, que con rabia lo azuzaba contra nosotros-, o por lo menos a un vocero del gobierno federal, y no a este perredista que con bandera de hombre de izquierda ha saltado durante tres décadas de uno a otro puesto público; un señor que despotrica contra un muy justificado plantón en una calle secundaria de la ciudad, al mismo tiempo que sin rubor presume de sí mismo: “como lo hicieron muchos jóvenes mexicanos, participé en actividades políticas en contra de un Gobierno que no toleraba la disidencia y adopté como una bandera fundamental la defensa de los derechos humanos y sociales…”, integrante de un partido que ha basado su ascenso a las posiciones de poder (incluida la que ahora ambiciona Navarrete en la Ciudad de México) en buena medida en las miles de movilizaciones que ha realizado –y realiza- durante toda su historia, entre las que está incluido el plantón más largo que se ha instalado en la Avenida Reforma, domicilio actual de las instalaciones donde este individuo cobra como senador, posición desde la que hoy, en un burdo acto de proselitismo radiofónico, empezó por elogiar a los peregrinos que acuden a esta capital “plural y tolerante”, para enseguida endurecer el tono, lanzar anatemas hacia los antorchistas y dar muestras de complacencia con la furia vesánica de Beteta, que exige que los manifestantes “se vayan por la banqueta” o de plano a un “manifestódromo” donde no molesten a nadie.

Además de mostrarse como defensor oficioso del gobierno federal –al que automáticamente descarga de culpa en este conflicto-, Navarrete Ruiz nos calumnia al llamarnos chantajistas. En buena ley, su acusación debiera acompañarse de las pruebas que demuestren que cometemos un chantaje al exigirle al gobierno federal que cumpla una obligación legal. Pero este señor no prueba ninguna de sus afirmaciones: se trata de injurias calumniosas, alentadas por el sectarismo que padecen muchos de su partido, y sobre todo por el afán de granjearse el voto de cierto sector del público que escucha al vociferante y muy reaccionario Óscar Mario Beteta; audiencia que, en su puja por llegar a otro puesto más, el perredista piensa incorporar a toda costa a sus bienquerientes y eventuales votantes.

Hasta ahí pudiera quedar el asunto, y simplemente agregar la calumnia de Navarrete a la lista ignominiosa de los injustos ataques recibidos por los antorchistas a lo largo de 37 años que llevamos en la lucha social. Pero como esta acusación ha pasado de una voz a otra de nuestros adversarios, igual que ocurre con los perros de rancho que ladran porque escuchan que otros lo hacen, pero que no saben por qué ladró el primero, es necesario reiterar una vez más lo siguiente: no somos chantajistas, porque chantajear es pedir algo indebido a cambio de algo aún más indebido; lo que pedimos es legal y protestar contra una autoridad es, todavía, un derecho constitucional. Pedimos que el gobierno federal no tuerza la ley, que construya los 30 caminos rurales y entregue las acciones de vivienda comprometidas con miles de mexicanos que las necesitan y las reclaman con todo derecho. Cuando eso ocurra suspenderemos nuestras movilizaciones.

Pero además, antes de hacer cualquier manifestación del tipo que sea, hemos intentado todos los recursos mediáticos y de gestoría que han estado a nuestro alcance, incluido el de acudir al Senado, al mismo lugar desde donde ahora nos acusa el multicitado senador perredista, a entrevistarnos con la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, que ahí sesionaba en ese entonces, la cual nos escuchó y nos dio la razón en un Punto de Acuerdo fechado el 25 de mayo del presente año, en el que se dice claramente: ”La Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión, exhorta a la Secretaría de Desarrollo Social, a que dé cabal cumplimiento a los acuerdos firmados el 22 de febrero del presente año con el “Movimiento Antorchista” y se brinde la atención y los apoyos pactados…La Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión, exhorta a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a que libere los recursos asignados en el Presupuesto de Egresos 2011, para las obras que cuentan con registro ante dicha Secretaría, en especial, aquellas promovidas por el ´Movimiento Antorchista´”. ¿Acaso la Comisión Permanente formó parte de un chantaje? Obviamente que no.

Ese exhorto del Poder Legislativo fue ignorado por las secretarías de Desarrollo Social, Hacienda, y Gobernación, al igual que nuestros desplegados dirigidos al Presidente de la República, los acuerdos firmados por funcionarios de esas dependencias, así como las múltiples comisiones que organizamos para insistirles a los funcionarios incumplidos.

Así que la lucha civil que estamos dando, en la que hemos procurado evitar al máximo las afectaciones al tráfico, está plenamente justificada y debiera ser respaldada por todo mexicano que se precie de progresista. Los ataques totalmente injustos del senador Carlos Navarrete no van a desanimarnos, pero son muy útiles para conocerlo de cuerpo entero: revelan su izquierdismo de oropel, su intolerancia, más peligrosa mientras más poder tenga, y el vergonzoso papel que desempeña como defensor oficioso de la Secretaría de Gobernación.