El racismo y los derechos humanos de los indígenas

**Se dice que todos los mexicanos tenemos derecho a votar y a ser votados, pero ¿cuántos indígenas están en los puestos de gobierno y de elección popular? La respuesta es, casi cero, y eso se llama segregación racial y violación a los derechos humanos de los indígenas.


El racismo y los derechos humanos de los indígenas

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2018, 17:36 pm

Por Jesús García Gurrola

Hace unos días se ventiló en la redes sociales y medios de comunicación una noticia que no me pareció tan rara, puesto que no es la única en su tipo. Se trata de un video en el que aparecen 4 indígenas tarahumaras que fueron invitados a una reunión en el congreso local de Chihuahua, en donde los legisladores denunciarían los abusos cometidos contra las comunidades de los también conocidos como “rarámuris” o “pies ligeros”, asentadas en la capital del estado. Lo indignante fue porque en el video aparecen los diputados desayunando mientras los indígenas solo miraban, porque no les ofrecieron siquiera un vaso de agua.

Y la noticia no me pareció tan rara porque la discriminación racial se vive a diario en todos lados: en la escuela, en la calle, en el trabajo, en las frases que usamos, en las bromas, en todos lados, como consecuencia de la educación que se recibe en la casa y en algunos casos, en la escuela. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre discriminación en México por la CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación), el 81.1% consideró que sus derechos no se han respetado por el color de su piel. O sea que el asunto está un poco grave.

¿Y cual es el origen del racismo? Desde mi punto de vista, es lo que algunos llaman como “sentido de supremacía”, que consiste en que un grupo minoritario de cierta raza se conciba como superior al resto de la población, que en el fondo no es más que “poder económico y poder político”, pues todo esto tiene como objetivo fundamental mantener privilegios, sociales, económicos, políticos y culturales sobre los demás. Tenemos ejemplos desde el cristianismo en la edad media, en la época colonial, el nazismo y el holocausto, la segregación racial en Estados Unidos y Sudáfrica y así nos podemos ir con los ejemplos.

Pero ya pasaron muchos años de entonces al día de hoy, y aquí en México hace más de 400 años que los blancos nos terminaron de imponer una religión y forma de vida totalmente diferentes a las propias de aquí y en teoría estamos viviendo ya en la civilización, pero lo cierto es que seguimos viviendo a diario prácticas propias de la época del feudalismo y esclavismo.

En el discurso y en el papel, todos somos iguales ante la ley, todos tenemos los mismos derechos, pero la realidad es otra. En el país hay más de 14 millones de indígenas que se encuentran en la miseria, familias que carecen de lo indispensable para vivir, que no tienen educación ni empleo, atención médica, etc. Se dice por ejemplo que todos los mexicanos tenemos derecho a votar y a ser votados, pero ¿cuántos indígenas están en los puestos de gobierno y de elección popular? La respuesta es, casi cero, y eso se llama segregación racial y violación a los derechos humanos de los indígenas; pues por ser de otra raza no se nos permite participar en este tipo de puestos, de ahí que muchos de los indígenas que llegan a las ciudades opten por, no solo cambiar de vestimenta, sino olvidarse de su origen y sus raíces, buscando la manera de encajar en alguna parte de la sociedad.

Se tiene que trabajar entonces mucho por cambiar esta situación en el país, lo tenemos que hacer quienes lo sufrimos en carne propia, apoyándonos de otros grupos también marginados, como son los campesinos y obreros que viven en condiciones similares a las nuestras. Y aquí en Durango lo que debemos hacer en lo inmediato es, sí luchar por que se no respete como indígenas, pero, sobre todo, exigir que en el presente proceso electoral podamos tener espacios en los puestos de elección popular, porque esto es, en la práctica, respetar los derechos de los indígenas y esta es una demanda que ha abanderado el Movimiento Antorchista, lo cual se me hace justo y necesario, pero, además, alcanzable. El siguiente paso sería, la gubernatura y luego la presidencia de la república, para que, desde ahí, se puedan implementar políticas públicas que beneficien realmente a todos los sectores de la sociedad, pero sobre todo a los más desprotegidos y no a un puñado de ricachones, como viene sucediendo hasta el día de hoy. Esto también ya ha sido planteado ya por el Movimiento Antorchista y es a lo que deberíamos sumarnos todos.