El pe…z por la boca muere

Aquiles Córdova Morán


El pe…z por la boca muere

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2013, 07:49 am

En mi artículo de la semana pasada dije tres cosas: 1.- el carácter sospechoso del secuestro de don Manuel Serrano Vallejo, padre de nuestra querida y respetada compañera, licenciada Maricela Serrano Hernández, luchadora social de toda la vida y hoy presidenta municipal de Ixtapaluca, Estado de México; 2.- el contexto político sumamente asfixiante, amenazador y agresivo contra Maricela y 3.- que la víctima es un modesto vendedor de periódicos y revistas, trabajo del que ha vivido toda su vida y que conocen todos quienes habitan y trabajan a su alrededor; además de ser un hombre de edad avanzada y con serios problemas de salud, características que lo descalifican como “secuestrable” para quienes buscan dinero fácil y abundante. La estadística del modus operandi del crimen organizado indica que no entra en su lógica secuestrar a los padres de un alcalde para extorsionar al hijo, por lo que el caso de don Manuel Serrano sería totalmente atípico, fuera de serie. A pesar de esto, tuve cuidado en dejar claro que, aunque es imposible no alimentar ninguna suspicacia sobre los posibles responsables, renunciábamos a hacer de la simple sospecha una prueba fehaciente para fundamentar un señalamiento directo contra alguien, tarea que dejábamos, apegados a la más estricta lógica jurídica, en manos de la autoridad competente.

En el recuento que hice de los elementos que integran el marco sociopolítico del secuestro, olvidé dos de significativa relevancia: a) la suspensión, por parte de la Secretaría de Finanzas del gobierno del Estado de México, de la entrega de importantes partidas presupuestales a los ayuntamientos de Ixtapaluca y Chimalhuacán, ambos encabezados por alcaldes antorchistas, que resultan vitales para dar puntual y cumplida respuesta a obras, servicios y programas destinados a la población más necesitada de los dos municipios; b) la reiterada publicación, en un conocido diario de circulación nacional, de escritos elaborados con infamantes acusaciones sin pruebas, insultos, calumnias y graves amenazas contra los dirigentes antorchistas, sus hijos y sus familiares más cercanos, todos firmados y patrocinados por Axel García Aguilera y su equipo de “colaboradores”. Había decidido, a pesar de todo, dejar las cosas como estaban con objeto de contribuir a distender la situación; pero un hecho nuevo y de una lectura alarmante, me hizo cambiar de opinión. Se trata de lo que sigue.

En el mismo diario en que han aparecido todos los ataques de Axel García y compadres, el señor Hugo Miranda Sánchez, en su columna “En corto” escribió: “El domingo pasado, en Chimalhuacán (sic), por la mañana, fue <> don Manuel Serrano, padre de la alcaldesa de este municipio (¡resic!), Maricela Serrano…” Todos saben ya que don Manuel no fue raptado en Chimalhuacán, sino en su puesto de periódicos, que se ubica en Tultitlán, Estado de México, y que Maricela no es presidenta de Chimalhuacán sino de Ixtapaluca. Se dirá que se trata de minucias y es cierto; pero yo las destaco como prueba evidente de la calidad profesional y de la probidad intelectual del columnista, que no se tomó siquiera la molestia de checar tales “minucias” para escribir su columna. ¿Qué confianza pueden merecer, después de esto, sus acusaciones y denuncias? Dice, palabras adelante, que Jesús Tolentino Román, esposo de Maricela, es “líder máximo del movimiento Antorcha Campesina, organismo paramilitar (¿) acusado de invadir predios (¿qué predios en concreto?) y presionar a políticos (¿qué políticos? ¿Serán acaso los que patrocinan a Miranda?) para obtener beneficios económicos (¿qué beneficios económicos, quién y para quién los otorga?)”. Se refiere luego a mi artículo de la semana pasada y dice que se publicó “en un espacio de media plana cuyo costo es de varios miles de pesos”. Con esto se quiere evidenciar el “enriquecimiento ilícito” de Antorcha; pero, con permiso del autor, a mí me parece que más bien demuestra otra cosa, mucho más grave para el país: el carácter puramente virtual, ilusorio, de las libertades de prensa y de opinión de que, en teoría, gozamos los mexicanos. ¿Qué será, en efecto, de los humildes que padecen injusticia y no pueden quejarse públicamente porque no reciben subsidios generosos de políticos corruptos para escribir mentiras burdas y sandeces de escolapio, y tampoco pueden pagar espacios mediáticos que valen “varios miles de pesos”?
Pero la médula del ataque recae sobre el último párrafo de mi artículo, en el cual hago un llamado a la delincuencia organizada para que respete la vida de don Manuel y el posible acuerdo al que se llegue, devolviéndolo sano y salvo a su familia. Después de citarlo completo, Miranda concluye, sin más, que “se puede advertir que el crimen organizado está del lado de Antorcha Campesina,…porque si se lee con cuidado, el líder … explica que nunca han alzado la voz en su contra, por el contrario, los apoya y por qué no hasta los protegen y está seguro de que no es el crimen organizado quien se llevó al papá de Maricela Serrano”. Veamos. Forzando la lógica se podría concluir que Antorcha “está del lado del crimen organizado”, pero no que “el crimen organizado está del lado de Antorcha”, como dice Miranda; es falso, además, que yo diga que “nunca hemos alzado la voz en su contra”, sino que nunca hemos alzado la voz para condenarlos apriorísticamente y al margen de la ley; ni tampoco para exigir castigos excepcionales que la misma ley no estipula ni sanciona. ¿Dónde está el delito o el contubernio que Miranda nos atribuye? Tampoco hay error ni delito en pedir respeto a los derechos humanos de todos los mexicanos sin excepción y, por tanto, también de los delincuentes; ni en exigir respeto al debido proceso, que se viola al exhibir al reo como culpable antes de ser vencido en juicio y cuando se le obliga declarar en su contra. Termina Miranda con otra mentira al decir que yo estoy “seguro de que no es el crimen organizado quien se llevó al papá de Maricela”. ¿Y qué sentido tiene, entonces, mi llamado para que respeten su vida y lo devuelvan sano y salvo? ¿Qué sentido tiene la alharaca que arma Miranda en torno a ese párrafo de mi escrito?

“Los antorchistas- dice- cuentan con recursos financieros que ni usted ni yo nos imaginamos…” (¡pero habla de ellos como si los hubiera contado peso a peso!) y da las “pruebas”: “si no ¿cómo mantienen sus marchas, sus movilizaciones y con qué dinero pagarán el alquiler del Estadio Azteca para protestar contra el gobierno de Eruviel Ávila, porque éste no cede a sus exigencias ni peticiones?” ¡Por fin, pues, asoma la oreja la madre del cordero! ¡Ahora empieza a cobrar sentido la acusación de nuestro “enriquecimiento ilícito”, de nuestras ligas con “el crimen organizado”; ahora empieza a quedar claro quiénes son los “políticos” víctimas de nuestra presión “para obtener beneficios económicos”. Queda claro, también, quiénes y por qué se duelen de nuestra modesta capacidad de legítima defensa. Sólo hay que lamentar que, para decir eso, para decir que en vez de vernos de pie y resistiendo con firmeza los embates, preferirían vernos inermes, impotentes y de rodillas, hayan recurrido a tantos retruécanos, mensajes cifrados y agresiones brutales, todos ellos inmerecidos e innecesarios. Según Miranda, si yo “señalo” que el acuerdo a que se llegue con los secuestradores “sea limpio y lo regresen sano y salvo”, es porque “ellos (nosotros) sí pueden pagar el rescate que les pidan sin chistar…” Esta nueva tergiversación y esta nueva exageración absurda de nuestros modestos recursos, entrañan un severo peligro tanto para el secuestrado como para toda su familia y los líderes antorchistas. Es una incitación abierta a los secuestradores a que eleven todo lo que quieran el monto del rescate, con lo cual lo volverían imposible; y es también un modo de señalarnos a todos los demás como una verdadera mina al alcance del primero que extienda la mano. Sea lo que ocurra en este terreno, dejo aquí constancia clara de la responsabilidad que en ello toca al columnista.

Miranda cierra con otra perla: “pero dejan claro que si no es el crimen organizado (el responsable del secuestro) tomarán venganza y hasta amenazan con lo que sea tope en donde tope…”. Esta malévola acusación nace, me parece, de la última frase de mi artículo: “Ahora, que si no se trata del crimen organizado, entonces… Dios dirá”. Esto encierra otro peligro, quizá mayor; pues conocida la maldad y perversión del grupo que lidera Axel García, no es exagerado temer que puedan montar un secuestro, o hasta el asesinato de una víctima inocente, con tal de acusarnos de un crimen semejante. Hago aquí la oportuna denuncia y la necesaria alerta para la opinión pública nacional. Lo que en realidad digo es que, si el secuestro es por dinero, la solución está clara y el problema se reduce a negociar su monto, haciendo ver a los secuestradores que se trata de un humilde vendedor de diarios y que su hija Maricela no tiene tampoco fortuna personal, sino que maneja recursos públicos perfectamente fiscalizados; pero que si el secuestro es político, entonces el problema se complica, primero, porque no sabríamos en qué dirección buscar la solución; segundo, porque los secuestradores estarían imposibilitados para hablar claramente, ya que eso los delataría. De ahí el “…Dios dirá” que el columnista interpreta a su antojo.

Pero, por sobre todo lo dicho, lo más grave que plantea el ataque de Miranda es cómo entender su carácter ferozmente calumnioso y agresivo y el momento escogido para lanzarlo. Parece absurdo, en efecto, que se trate así a las víctimas en el momento en que sufren la grave amputación de uno de sus miembros, mientras que de los criminales secuestradores no se dice una sola palabra. Pero tal absurdo cobra sentido si se lee como la reacción natural de quien se siente descubierto, exhibido, esto es, como la respuesta de quien sabe que “con el nombre cambiado, la fábula habla de ti", como dijera Horacio. Pareciera que, sin querer, hemos dado en el blanco: planteamos la denuncia del secuestro y dimos el contexto en que se produjo, sin acusar a nadie; pero alguien contesta justo en los términos en que lo haría el culpable. Ergo: a confesión de parte relevo de pruebas; bastaría con investigar quién está detrás del ataque de Hugo Miranda. De todas maneras, seguimos dejando toda la responsabilidad en manos de la autoridad competente.