El mundo al revés: el alcalde se desgasta por defender a su vocero

**No vayamos a estar en el mundo al revés, donde el alcalde se convierte en el fusible que fácilmente se puede cambiar, y el vocero en el poder instalado que tiene los beneficios del fuero constitucional de facto.


El mundo al revés: el alcalde se desgasta por defender a su vocero

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2015, 12:26 pm

Por: Alejandro Salmón Aguilera/ ahoramismo.mx

Esto parece el mundo al revés. Se supone que la figura del vocero se creó para quitarle exposición ante la opinión pública al jefe de poder, presidente, gobernador, alcalde o secretario de estado.

La actuación del vocero, tradicionalmente, ha sido esa: la de poner la cara para que le peguen a él y no a su jefe. Ahí está el ejemplo del entonces vocero de la Presidencia de la República, Rubén Aguilar, quien salía todas las mañanas a poner la cara para tratar de diluir el efecto de las controversiales declaraciones que un día antes había hecho el presidente Vicente Fox. De ahí se forjó el clásico de la política nacional: “lo que el presidente quiso decir…”

Para eso está, para que le peguen a él, para que su cara quede enfrente y los golpes no le lleguen a su jefe. Es una especie de “sparring” del boxeo, que sirve para que el campeón o el retador al título ensaye sus golpes sin desgastarse en un combate cuerpo a cuerpo, cara a cara. El sparring puede cambiar, pero el campeón no.

En el caso de la Presidencia Municipal de Chihuahua parece que se invirtieron los papeles: el presidente municipal, Javier Garfio Pacheco, ha salido a dar la cara por su vocero, Héctor Ochoa Moreno.

Señalado por estar en una presunta comisión de tráfico de influencias en su contra, el alcalde chihuahuense ha preferido trivializar el asunto, darle un tono de conflicto personal entre su empleado y el medio que publicó el dato, y atribuir toda la impopularidad del vocero a una disputa de los medios de comunicación por la asignación de contratos de publicidad.

Lo que Garfio Pacheco no ve o ya vio y hace como que no pasa nada, es que existen evidencias de que Ochoa se autoasignó contratos de publicidad, lo cual constituye una grave falta administrativa y, llevado el caso al extremo, hasta la comisión de un delito tipificado en el Código Penal. El alcalde ya ha recibido copia del documento donde Ochoa, ya investido como coordinador de Comunicación Social, firmó contratos de publicidad por los dos lados: una, como encargado de esa dependencia y en la otra, como representante de la publicación que recibía el contrato de publicidad.

El asunto, a decir de varios conocedores de la materia administrativa consultados por esta columna, es sumamente grave, tanto, que lo más conducente sería que el alcalde le pida la renuncia a Ochoa hasta en tanto se aclaran las cosas. Garfio, sin embargo, ha optado por poner la cara y ser él el fusible que puede fundirse por una descarga que el jefe de Ayuntamiento que cuida la gobernabilidad del municipio a su cargo. Prefiere cuidar a su vocero aun cuando esto implique expandir la posible responsabilidad administrativa a otras áreas de su administración.

Lo que llama la atención es que la inconformidad hacia el vocero no era nueva y ni así le ajustó el margen de maniobra. El descontento no se limitaba a esos medios inconformes por cuestiones de asignación de publicidad, a los cuales refiere el alcalde, sino que ha llegado ya a otros miembros de su gabinete y a operadores de comunicación social de otras instancias políticas del estado.

El alcalde debe decidir si prefiere ser la cara que cargue con la grave falta administrativa cometida por su empleado, que responsabilizarlo a él y dejarlo que enfrente la consecuencia de sus propios actos. No vayamos a estar en el mundo al revés, donde el alcalde se convierte en el fusible que fácilmente se puede cambiar, y el vocero en el poder instalado que tiene los beneficios del fuero constitucional de facto.