El horror nuestro de cada día (IX)

EL DEMONIO DE CERRO PRIETO


El horror nuestro de cada día (IX)

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2010, 20:06 pm

Los vagos que recorren las calles de Cerro Prieto en busca de camorra y de las drogas de moda en el mercado, se vanaglorian de “conocer” y hasta de “frecuentar” los dominios del “demonio”, pero lo cierto es que nunca se acercan en las horas de la noche.

Por Froilán Meza Rivera

Muchos lo han visto. Es el llamado “demonio de Cerro Prieto”, un agresivo individuo que ruge y gruñe al paso de la gente por la orilla del río, y que persigue a quienes van a pie.

“A mí me salió el otro día, poco antes del amanecer, cuando iba yo a revisar las trampas en la orilla del río”. El testimonio es de Reynaldo Estrada, quien gusta de merodear las corrientes de agua en busca de pajaritos, a los que hace caer en trampas que coloca y que visita de un día para otro. Reynaldo vende chontes, azulejos y pinzones en el mercado.

“Todavía estaba oscuro, porque en Cerro Prieto tarda más en salir el sol porque la colonia está colgada de la sierra... iba todo quitado de la pena, con mi linternita y la carga de jaulas que siempre me amarro de la espalda. Empecé a caminar por la orilla del Sacramento, cuidando nomás no caerme en el agua, pero tuve que subir porque se me terminó la vereda. Me agarré de las jarillas para impulsarme, pero como estaba muy húmeda la hierba, resbalé y caí de espaldas viendo las estrellas...”

Don Reynaldo el pajarero se incorporó rápidamente de su incómoda posición y remontó la leve cuesta. Asomó la cabeza al camino, y se topó de repente con aquella mirada.

Se trataba de un ser de aspecto sobrenatural, cuya melena irradiaba en todas direcciones una serie de mechones que terminaban en churros inverosímiles. La mirada de aquel diablo —porque eso fue lo que se le figuró a Reynaldo— se clavó en el sorprendido cazador. “Duré como tres segundos viendo aquel esperpento, y me pareció que habían sido siglos, y con el alma en un hilo, me regresé por donde había venido, pero como ya me andaba, me metí al río, al cabo que no me importó mojarme ni llenarme los zapatos de lodo”.

¿Quién es el “demonio”?

Se sabe que el “demonio” habita el par de pequeñas cuevas que son visibles desde la otra banda del río Sacramento y que en otros tiempos fueron viviendas de familias que terminaron siendo desalojadas por la administración municipal antepasada. Para la clase de los industriales, era una vergüenza que la segunda ciudad más llena de maquiladoras, es decir, una ciudad que era la ventana de Chihuahua para el mundo, tuviera gente viviendo en cuevas.

Pero más tardó la policía de desalojar a los indigentes de aquellas oquedades que cuelgan del barranco, que otros llegar a habitarla. Allí ha habido una sucesión de “indeseables” vagabundos a los que la policía ha echado sin falta.

Curiosamente, sin embargo, de dos años a la fecha nadie ha podido con el “demonio”.

Los agentes policíacos ya ni se acercan al lugar, desde que les han apedreado las patrullas con grandes peñascos arrojados desde adentro de las cuevas. Nadie, aparentemente, se encontraba en el interior en el momento de las pedrizas, que determinaron que los agentes ya nunca volvieran. Se dice que, cuando los envían de la Central, ellos sólo fingen una visita a las cuevas, pero que apenas se acercan y ya se alejan con toda la prisa del mundo.

Los vagos que recorren las calles de Cerro Prieto en busca de camorra y de las drogas de moda en el mercado, se vanaglorian de “conocer” y hasta de “frecuentar” los dominios del “demonio”, pero lo cierto es que nunca se acercan en las horas de la noche.

“Yo sí regresé, por necesidad de recoger mis pajaritos, ese mismo día, ya bien alto el sol y ya repuesto del susto de la madrugada, y como no vi a nadie cerca, me atreví a subir a las cuevitas... de hecho, primero me di una vuelta para estar seguro de que no habría ninguna sorpresa”. Hay unos escaloncitos tallados en la misma piedra para subir a la más grande de las cuevitas, y por ahí llegó don Reynaldo a asomarse.

“Ahí había una especie de estatuilla de barro, algo que en un principio pensé que era una virgen cristiana, pero fijándome, había dos cuernos en la cabeza, y en lugar de pies y manos, le salían a la figura unas horrorosas patas con dedos ganchudos... las manos tenían garras, pero el dedo índice de la mano derecha, me señalaba”.

¿Tuvo Reynaldo una alucinación producida por el miedo? ¿Se movió realmente la estatuilla para señalar hacia él?

Lo cierto es que de repente salió a escena el propio “demonio”, el temido individuo con el aspecto de vagabundo con tres años de no bañarse y quien, increíblemente, había estado escondido en el fondo, invisible.

Ahí sigue el “demonio”, durmiendo en ratos en las cuevas, y siguiendo la orilla del río, a ratos también, para conseguir alimento entre las pilas de basura que tira la gente de manera clandestina.

El “demonio” de Cerro Prieto, el agresivo sujeto que ataca a quien se le acerca, que ruge y gruñe al paso de la gente por la orilla del río, y que persigue a quienes van a pie, puede ser sólo un amargado ermitaño, a decir de algunos, y no un verdadero habitante del averno.