El horror nuestro de cada día (CXV)

EL PEZ GIGANTE EN LAS VÍRGENES


El horror nuestro de cada día (CXV)

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2011, 22:28 pm

Por Froilán Meza Rivera

Rosales, Chih.- “Algo me mordía, y en la desesperación, lo que hice fue patalear con mucha fuerza para escaparme del monstruo que creí me iba a tragar”. Gerardo, “La Tonina”, se acordó en esos momentos de que en este mismo punto, cercano a las cortinas de la presa Francisco I. Madero, “Las Vírgenes”, hacía poco se había ahogado un nadador experto, y que nadie se pudo explicar cómo pasó esa desgracia.

Con la emoción del peligro, Gerardo se libró del mordisco de lo que él creyó que era un pez gigante. Por esos meses de primavera de 1975, circulaban insistentes versiones entre los pescadores y entre los visitantes de la presa y del río San Pedro, de que en las profundidades había un pescado como de tres metros de largo, capaz de tragarse a cualquiera que nadara por ahí.

Decían los pescadores, que hacía como un mes que “un bulto” grande emergió del agua y ladeó una lancha, y que por poco no la volteó. Que uno de los tripulantes de la nave alcanzó a ver una aleta enorme, que era “una aleta espinosa, gris y embarrada de lodo”.

Decían también que el gigantesco animal se alimentaba entre el lodo del fondo, que ya para ese año era mucho, porque la presa se empezó a azolvar y se veía cómo, junto con el agua de la extracción, por las turbinas se colaba también un agua chocolatosa, un indicador de que el azolve estaba ya ahogando a este depósito de agua.

Como quiera, las versiones de los supersticiosos también afirmaban que aquel pez, que identificaban como un ejemplar extraordinariamente crecido de lobina negra, realizaba frecuentes viajes a lo largo de toda la orilla de “Las Vírgenes”. Así, se escuchaba que alguien lo había visto por el club de caza, tiro y pesca El Crustáceo, y que también lo alcanzaron a divisar por El Pirata, o por la Isla de las Garzas. No faltó quien situara al monstruoso ser, incluso, por el lado del Rebalse, a casi 70 kilómetros de distancia de los vertederos.

En seguida de “La Tonina”, le tocó el turno a Antonio Lleras para probar suerte. Antonio trajo consigo un arpón, con todo y el mecanismo de aire para, según él, atravesar a aquel monstruo de lado a lado, y para conquistar la gloria.

El osado pescador se acercó a la zona de remolinos frente a la cortina, y se tendió en el fondo de la lancha con los ojos vueltos hacia el fondo a través de un visor de vidrio, y así se estuvo durante por lo menos unos 20 minutos. Varias veces, el cazador de monstruos se engañó con el paso de sombras que resultaron ser basura o ramas arrastradas por las corrientes. En eso estaba Antonio Lleras, cuando la lanchita se empezó a bambolear, aparentemente por las encontradas corrientes que en esa parte de la presa son bastante fuertes. El movimiento de bamboleo se alternó con un desplazamiento en círculo, como si la navecita se fuera a precipitar dentro de un remolino que creciera en velocidad.

La fuerza succionante fue tal que, asustado ya con la posibilidad de ser tragado por el ciclón, Lleras manoteó los remos y luchó contra el agua por dos minutos, con la angustia pintada en el rostro, delante de sus amigos que le pedían a gritos que se saliera del agua.

Al fin, la cascarita de nuez se zafó de la fuerza del agua y navegó un rato a la deriva porque el piloto se había agotado y se tiró en el fondo a reposar.

Pero no había acabado todo. “En eso, fue cuando sentí un golpe como si la madera hubiera chocado contra una piedra, pero ahí en medio no hay ninguna piedra, y me extrañó, pero me asomé con el visor”. Lo que vio el desafortunado pescador, fue una masa grisácea con unos grandes ojos vidriosos, que se dirigía hacia arriba, en contra de la nave. Apenas tuvo tiempo Antonio de quitarse el golpe, porque lo que sucedió en seguida fue que todos los que presenciaban las maniobras del futuro náufrago, vieron cómo saltó fuera de las aguas el pez más grande y magnífico que hubieran conocido en su vida.

El pez aquel cayó encima de Antonio, y volcó la lanchita y quebró un remo con su peso, para sumergirse de inmediato. Antonio Lleras salió ileso del trance, o casi, si se descuentan el remojón, el susto y varios raspones.

Aquélla fue la única vez, y la última, en que el milagroso animal fue visto por una multitud. De todas maneras, las noticias posteriores acerca de avistamientos del animal de maravilla, fueron escaseando paulatinamente, hasta que desaparecieron.

Hoy en día, nadie cree una palabra a aquéllos que presenciaron el milagro.