El horror nuestro de cada día (320)

LA CABEZA DE LA BRUJA Y SU LEYENDA


El horror nuestro de cada día (320)

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2018, 13:55 pm

Por Froilán Meza Rivera

Dicen que a la cabeza cercenada de mujer que se encuentra dentro de un frasco, flotando en formol, se le abren los ojos en presencia de espíritus débiles.

Son muchos los que juran que la han visto moverse, aunque el propietario del horror, el profesor retirado Mariano Zúñiga, asegura que “solamente flota, pero con el movimiento de rotación de la Tierra, es lógico que un sólido dentro de un líquido tienda a la inercia, y por eso les parece a esos estúpidos que la cabeza se mueve”.

Perteneció en vida, dicen, a una mujer desalmada que tuvo fama de bruja y de hechicera, que no es lo mismo. Hoy en día, a la cabeza se le ven los labios hinchados, lo mismo que los ojos cerrados, que parecen más grandes de lo que fueron, pero dicen que es sólo efecto del formol.

Todo en torno a la mujer que fue dueña de la cabeza es dudoso. Su edad, para empezar, puesto que muchos le atribuyen más de un siglo hasta su muerte. El propio deceso de la “bruja” no tiene una fecha ni un año determinado, y el suceso pudo bien haber ocurrido hace treinta, que ciento treinta años.

Lo único indiscutible es que la vista de la reliquia causa temor y desagrado, y que personas impresionables sufren de pesadillas varios días después de visitar este museo de lo horrible.

El frasco de la “bruja” se exhibe en un anaquel en una vivienda de la colonia Obrera, entre varios frascos más con fetos humanos en distintos estadios de formación y cadáveres de borreguitos y perros que nacieron con alguna grave deformación.

Pero ¿cuál es la historia de la “bruja” rubia y de su cabeza cercenada?

Como ya se dijo, no hay casi nada cierto, sólo una tradición oral que se ha transmitido en el barrio.

Se supone, de acuerdo a la versión que recogió el profesor Zúñiga, que la señora murió en el primer tercio del siglo Veinte, y que se dedicaba, en un localito que tuvo en la avenida Juárez cerca de la terminal de los tranvías, a dar consejos a la gente y a sobar miembros torcidos.

Agarró mucha experiencia la sobadora, a quien por cierto llamaban “Má Rosario”, y a pocos años de haber empezado en su consultorio, había ya largas colas de pacientes que padecían de empacho, de tos ferina, de tisis, de jaquecas y de todos los males que solían afectar a nuestros abuelos.

Esperaban horas los dolientes, antes de que “Má Rosario” se diera tiempo de atenderlos, horas interminables durante las cuales aprovechaban para intercambiar elogios a las dotes sanadoras de la mujer que, era fama, crecían y crecían con los años.

Pero un día, la sobadora se metió en el problema de combatir un “maleficio” que sufría uno de sus pacientes. Tanto le rogó aquel hombre, dicen, que “Má Rosario” accedió a entrar en conflicto con la magia negra.

No hay una versión de cómo pudo haber hecho la sanadora, pero sí se supo que la víctima, quien era propietario de un hotel en el centro, se vio liberado de aquel “trabajo” de brujería.

“De aquí soy”, dicen que dijo la sanadora rubia, y es fama de que de ahí en adelante ya no recibió más a los pobretones que le llevaban enfermedades comunes y corrientes, sino que se dedicó a “desenredar” hechizos.

Con menos clientes, “Má Rosario” obtenía ya mayores ingresos, y se especializó en contrarrestar la magia negra, tanto, que poco a poco se convirtió ella misma en una bruja. De ahí a que empezara a “echar” hechizos, sólo hubo un paso, y dicen que la ambición por el dinero la perdió.

“Pero, ¿cómo perdió la cabeza, profesor, y por qué la tiene usted en su casa?”

“Todo es especulación, pero en mi familia han estado contando la historia, y dicen que murió porque perdió un duelo con otra bruja más poderosa, y que peleó con ella a distancia, y que se hicieron daño estando la otra en Parral y ésta aquí, y que a resultas de esa pelea, la cabeza se le desprendió como cuando un higo maduro se desprende del árbol”.

Don Mariano Zúñiga no lo dijo, pero en el barrio se cuenta que en la familia del profesor hay descendientes de “Má Rosario”, y que por eso conservan la cabeza en el frasco, como amuleto en contra de maldiciones y hechizos.