El horror nuestro de cada día (CLXXIX)

VAGABUNDA DEL MÁS ALLÁ


El horror nuestro de cada día (CLXXIX)

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2014, 01:46 am

Por Froilán Meza Rivera

Con gran emoción y los ojos abiertos como de plato, que dicen, así relataba mi madre la experiencia terrible que tuvo con un ser venido del más allá.

“¡Auxilio, mis hijos, mis hijos, me los acaban de matar! ¡Auxilio!”. Gritaba la desgraciada mujer, una entera desconocida que venía vestida con harapos y que había tocado la puerta de madera de la casa, en la madrugada. El estruendo y los gritos de aquella mujer hicieron que mi madre, quien era apenas una adolescente, saliera para ver a quién podía auxiliar.

“Yo pensé que era la vecina de la casa de enseguida”, dijo mi mamá. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta, la muchacha se vio obligada a pelear casi con aquella mujer con aspecto de vagabunda que se quiso meter a la cocina. La venció mi madre y cerró la pesada hoja de madera con un fuerte golpe.

Cuando despertaron todos, un hedor a carne podrida ya había invadido toda la casa, y dicen que duró varios días antes de que se disolviera en el aire, pero mientras, el espantoso olor impregnó ropas, muebles y cobijas.

“¿Qué pasó, Esperanza?”, preguntó su padre a la muchacha, quien quedó blanca del susto y no podía articular sonido de su garganta.

“¿Qué pasó, Esperanza?, ¿quién tocaba?, ¿qué querían a esta hora?”.

Ella tardó en recobrar el habla, pero terminó contestando, con un hilito de voz: “No sé, era una señora que decía que le habían matado a sus hijos, pero a mí me dio mucho miedo”.

“¡Ábranme, por favor, ábranme, por favor!” —Había gritado también la intrusa.

“Oye, ¿y si de veras era alguien que necesitaba ayuda? ¿Por qué no me hablaste, para ver si la podíamos auxiliar?” —Le reclamaron por igual su padre y madre.

Cuando los demás se asomaron a la calle, no pudieron ver nada, a pesar de que la casa paterna estaba entonces algo aislada, junto con la de los vecinos, y alrededor estaba sólo la calle pavimentada y grandes lotes baldíos llenos de yerbas.

Esperanza confesó más tarde, que ella nunca sintió lástima por la infeliz que pedía ayuda. “No sé, pero es que parecía alguien del otro mundo, y me dio mucho miedo”.

Pero ¿la llegaste a tocar? Le preguntó mi abuelo. “¿Cómo puedes tocar a alguien que es del otro mundo?”.

El padre estuvo todo el día pendiente de los periódicos y de los noticieros radiofónicos, por si se sabía algo de unos niños muertos, e incluso investigó en el puesto de la Policía Federal de Caminos, y buscó a los habituales transmisores de chismes que casi viven en la Presidencia Municipal, por si se sabía de alguna muerte violenta.

Pero nadie supo nada ese día, ni había sucedido nada parecido la semana anterior, ni el mes previo. No había habido ningún difunto en todo un mes, aparte del fallecimiento de muerte natural de un viejito de por la salida a Julimes.

Sin embargo, cuando mi padre volvió a la Presidencia Municipal al día siguiente, conoció la versión de una señora del lado de la carretera, quien se quejaba de una mujer que fue a tocarle la puerta y a gritarle a las cinco de la mañana de aquel mismo y malhadado día de los sucesos.

“Y me gritaba: ’mis hijos, mis hijos, me los acaban de matar.’” —Contaba la señora gorda y pálida— “Pero le cerró la puerta, porque parecía el diablo”.

Cuando el abuelo escuchó aquello, sintió que estaba ante algo inusual, y decidió averiguar más.

En un recorrido por las casas de la orilla de Lázaro Cárdenas, mi padre recogió la misma historia sucedida en más de diez ocasiones a diferentes personas, y en todas ellas, la persona que abrió la puerta, se la cerró en la cara a la espantosa mujer.

“No se crea que soy mala, al contrario, pregúntele si quiere a mis vecinas, pero yo le juro que esa vieja es algo malo, no me culpe usted por haberla echado de mi casa”, dijo doña Catalina Ontiveros.

Estas apariciones dejaron de suceder en colonia Lázaro Cárdenas desde hace como un año, pero no ha faltado quien diga que la vieja que grita y pide ayuda, es una señora que se suicidó cerca del molino de harina hace más de 15 años. Dicen que estaba loca, y que cuando su esposo la dejó, decidió dejar este mundo, no sin antes haber asesinado con un cuchillo a sus dos pequeños.