El horror nuestro de cada día (CLXXII)

SE REVELÓ UN FANTASMA


El horror nuestro de cada día (CLXXII)

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2014, 22:42 pm

Por Froilán Meza Rivera

En las fotografías, entre las sombras y las luces de la tarde y de las estructuras multiformes de mi garage, se vio de manera harto clara, que ahí había una mujer. El reflejo en el vidrio trasero de la minivan mostraba la inconfundible figura humana, con los cabellos en desorden, y con la cara como si se asomara de adentro hacia fuera.

Fue una cosa de locos, porque nadie admitió estar equivocado.

Ojalá que no me tiren a loco por lo que les voy a contar. Ya sé que es increíble, que cuesta trabajo imaginar cosas así, pero les aseguro que todo es real, y que las fotografías que tomé de una parte de estos sucesos, son auténticas.

Bueno, pues llegaba yo a mi casa una de estas tardes, cuando la luz del sol está a punto de ocultarse. Ustedes saben que entre el último rayo que alumbra de color naranja a los objetos, y la hora que sigue, a la que yo llamo la hora azul, es tiempo favorito para que aparezcan las cosas inciertas.

Para entrar al patio me tengo que bajar del carro y abrir el portón de tablones, empujarlo hasta la pared, y ponerle a manera de tranca una piedra que está ahí con ese propósito, para que no vuelva a cerrarse con su propio peso. Bueno, pues me bajé, y cuando arrastraba el portón, me llamó la atención un resplandor rojo al fondo del patio, debajo de una inmensa y muy antigua morera que está ahí desde antes de que mi bisabuelo fuera un niño de brazos.

La luz, de un color cereza metálico, desprendía unas chispitas blancas, como si alguien estuviera trabajando con soldadura...

Dejé lo que estaba haciendo y me precipité a llegar al fondo del patio, donde hay un pisito de cemento que va desde la entrada. Deben saber que mi patio es una especie de desorden bastante comprensible, y que los extraños se asustan por la abrumadora existencia de tantos y tantos objetos que están en un caos aparente. Pero cada cosa está en su lugar, y si algunas paredes o rincones se ven saturados de tantas cosas rotas sin remedio, sépase que incluso lo que es inútil tiene la función de servir de decoración.

Sí, ya sé que soy un maniático coleccionista de todo cuanto en la vida hay.

Me acerqué, y aquello no era posible, porque la luz desapareció. ¿Habrá sido un reflejo indirecto del sol, al herir con sus fotones un vidrio?

Entonces me regresé, estacioné la camioneta adentro y fui a echar la tranca del portón por dentro. Ya me encaminaba por entre las altas y espesas matas y flores que flanquean el corredor que da a la sala... ya iba a llegar, cuando me sorprendió un ruido a mis espaldas, que me hizo voltear.

Regresé para averiguar qué era aquello, y fue entonces que volví a ver la luz rojiza y las chispas parecidas a la soldadura. Tomé de manera automática la camarita Sony que llevaba colgando de su estuche en la cintura, y apunté: ¡Chi-ki! ¡Chi-ki! ¡Chi-ki! El motorcito de la cámara sonó varias veces, tantas como accioné el disparador.

Todavía escuché, por el lado donde estaciono mi camioneta, otro sonido como metálico, y tomé varias fotos hacia donde se escuchaban los ruidos. A simple vista no había nada ahí, pero yo ya tenía la esperanza de poder captar algo con el ojo cibernético de mi Cyber-Shot.

Volví a la carga, y me agarré tomando fotos y más fotos de cada uno de aquellos rincones que en mi barrio tienen fama de ser refugio de seres de ultratumba, pero, en lo que a mí toca, yo no hacía caso

Al traer aquellas fotografías a la computadora, en cada una de aquellas se reveló una figura de mujer, la inconfundible figura humana con los cabellos en desorden. Era un fantasma revelado.