El horror nuestro de cada día (274)

LEYENDA DE LAS BRUJAS CIEGAS DE SIERRA MOJADA


El horror nuestro de cada día (274)

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2016, 22:17 pm

Por Froilán Meza Rivera

Sierra Mojada, Coahuila.- Aquellas dos ancianitas desdentadas y decrépitas que caminaban apoyándose una en el brazo de la otra, anteponiendo el bastón a cada paso, tenían fama de haber sido brujas poderosas y malévolas.

Se distinguían porque estaban ciegas sin ojos en las vacías y oscuras cuencas, y su aspecto era terrible.

En Sierra Mojada, donde ellas vivieron en tiempos en que mi suegra era joven, lo que es decir varias décadas, nadie las visitaba, sólo recibían a algunos fuereños que acudían a su jacal a solicitar algún “trabajito”, lo que tal vez les diera para comer.

Acerca de cómo y por qué quedaron ciegas las brujas, circula acá una historia que cuentan las gentes con gran temor, tratando de no mencionar el nombre de ellas, “no vaya a ser que me embrujen en venganza”.

He aquí lo que me contó mi suegra:

Cuando jóvenes, las dos mujeres eran amigas muy unidas, y aun después de que una de ellas, la mayor, se casó con un muchacho del pueblo, se siguieron frecuentando y se visitaban todos los días. Nunca quedó claro a las gentes de acá de qué familia provenían aquellas mozas, o tal vez no queda nadie que lo recuerde.

El caso es que al marido le caía muy mal que su esposa se mantuviera en casa de la otra mujer porque decía que descuidaba los quehaceres de la propia casa. Le reclamó una, dos, varias veces en todos los tonos, hasta que, viendo que no le hacía caso su mujer, le prohibió terminantemente que saliera a esas odiadas visitas.

Cada noche el muchacho se iba a trabajar en la mina, y la joven, obediente, le tenía la ropa lista, el lonche puesto en la lonchera, y calientito, y se iba a la cama nomás partía él. Así estaban de compuestas las cosas en la casa del matrimonio, al menos en apariencia.

Sucedió un día que al muchacho lo enviaron de regreso antes de terminar su turno porque les falló la planta de electricidad. Llegó a su casa a las 3 y media de la madrugada, entumecido de manos y pies, disfrutando por anticipado del calorcito del cuerpo de su amada, pero ella no estaba en casa.

En los siguientes días, maniobró con su horario el joven minero, cambió con amigos, pagó horas en otros turnos con tal de poder salir más temprano, y durante cuatro veces seguidas comprobó que la mujer salía de casa y que sólo regresaba hasta casi el amanecer.

El día que destinó para poner una trampa a la ingrata, llegó él a las doce y media. Escondido en el patio, pudo ver que llegaba la amiga y que entraba a la cocina. Un ruido extraño parecido a los graznidos de una bandada de cuervos, se escuchó antes de que por la puerta de la cocina salieran dos grandes aves que se perdieron en la oscuridad.

Buscó el minero en la casa y descubrió, en el fregadero, un recipiente lleno de agua dentro del que estaban dos pares de ojos. Se le reveló ahí, de repente, que su esposa era una bruja y que viajaba en la forma de un pájaro. Lo que hizo el joven marido en seguida, lo hizo bajo el dictado de una furiosa e irracional venganza, porque tomó la ollita con los ojos y los puso a hervir en la estufa.

Cuando llegaron las lechuzas, quisieron tomar sus ojos respectivos y colocárselos en la cara, pero se dieron cuenta de que estaban cocidos en agua hirviendo. Al recuperar su forma humana quedaron ciegas con las cuencas oscuras y vacías, por lo que desde entonces no sólo les fue imposible hacer aquellos viajes fantásticos por aire, sino que perdieron el sentido de la vista.

El minero desapareció de Sierra Mojada. Las brujas se fueron a vivir en casa de la menor porque la empresa recogió la vivienda del minero cuando éste dejó de laborar, y desde entonces, esas mujeres fueron conocidas como “las brujas ciegas”.

Murieron ellas hace como cuarenta años, dicen que de hambre en una temporada en que la sequía azotó la región.