El horror nuestro de cada día (269)

VENGANZA DEL INDIO VITORIO


El horror nuestro de cada día (269)

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2016, 23:39 pm

Por Froilán Meza Rivera

Él solamente se dio cuenta de que alguien lo acechaba, cuando aquel enemigo sigiloso lo asaltó por la espalda, le atenazó los brazos y dijo con áspera voz a su oído antes de cortarle el cuello y dejarlo desangrarse hasta morir: “Tú a mí no me matas, yo te mato a ti, para que no te andes colgando méritos que nunca tuviste”. El atacante le hizo girar la cabeza para que viera la cara de quién lo estaba victimando, y él pudo distinguir fugazmente aquellas facciones duras y llenas de odio del apache Vitorio, a la luz de su propia hoguera.

El terror llegó esa vez, esa primera vez, pero ya nunca se separó de él, porque el degüello regresaba cada noche en sus sueños, bajo la forma de la peor pesadilla que pudo tener. Dicen que cada vez, sintió él la sorpresa de su captura, el dolor de la carne de su cuello al ser hendida por el filo del puñal homicida. Y la agonía, la larga agonía que terminaba invariablemente con el final adormecimiento de todos los sentidos, como dicen que debe ser la mismísima muerte.

Cuentan los viejos a los que les tocó escuchar los relatos de aquellas batallas de la apachería, que desde la batalla de Tres Castillos, a Mauricio Corredor se le aparecía siempre el indio Vitorio. Que estuviera donde estuviese, nunca dejó de llegar a él su enemigo para revivir una y otra vez la agonía de su muerte.

Mauricio siempre dijo ser el asesino de Vitorio en la batalla de Tres Castillos, pero de ello siempre existieron muchas dudas.

¿Cómo empezó el drama de este hombre atormentado?

Los apaches, inmersos en una guerra desigual contra los gobiernos de México y de los Estados Unidos, marchaban perseguidos al oriente de la Ciudad de Chihuahua, llamada por ellos La Ciudad de las Mulas. Era el 15 de octubre de 1880, cuando 400 mujeres y niños iban caminando protegidos por 20 guerreros, 10 de ellos en la vanguardia con el jefe Vitorio, y otros 10 en la retaguardia con el viejo Nana.

Al llegar a la laguna, en frente de los cerros de Tres Castillos, justo cuando los primeros guerreros desmontaban y las mujeres se disponían a encender las fogatas, entre las penumbras, los mexicanos los atacaron por sorpresa, y empezaron la matanza. La fila era larguísima y la retaguardia aún no llegaba a los cerros, cuando la vanguardia ya había sido emboscada y estaba siendo masacrada.

La carnicería fue brutal, porque los únicos que tuvieron oportunidad de defenderse fueron los guerreros armados, sólo veinte entre los otros 400 indefensos.

Los que llegaban, huyeron al cerro del sur. La persecución contra ellos fue implacable. Los cuerpos de los muertos fueron mutilados al arrancarles las preciadas cabelleras. Los vivos fueron traídos a la ciudad de Chihuahua para ser vendidos como esclavos. Los “heroicos mexicanos”, al mando de Joaquín Terrazas volvieron a Chihuahua con las manos chorreando sangre y con alteros de cabelleras sanguinolentas en las alforjas.

A Mauricio Corredor le atribuyeron siempre la muerte de Vitorio, pero según un testimonio de los propios apaches, el viejo jefe Nana reunió a los pocos sobrevivientes y envió algunos guerreros al lugar de la emboscada. Ellos le informaron que Vitorio había sido encontrado con su propio cuchillo clavado en el corazón y con sus cartucheras sin balas.

Es decir, que los mexicanos no pudieron identificar el cadáver, y que la “hazaña” de Corredor fue una falsificación histórica.

El cotidiano tormento nocturno que sufría Mauricio Corredor terminó al ser muerto el 11 de enero de 1886 en un enfrentamiento con apaches mansos en la sierra de Bavis del actual municipio de Madera.