El horror nuestro de cada día (267)

VÍCTIMAS PROPICIATORIAS EN TABALAOPA


El horror nuestro de cada día (267)

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2015, 22:21 pm

Por Froilán Meza Rivera

Una leyenda de la que ahorita me acuerdo es la de las ánimas propiciatorias del tramo de acueducto que está cerca de La Concordia. Esa construcción hoy en día parece nomás un puente, pero hace un siglo y medio era parte del acueducto que iba a la Hacienda Tabalaopa.

La leyenda dice que este acueducto se construyó sobre los cuerpos de tres ancianos, cada uno de los cuales está debajo de los pilares que están sobre el arroyo y que también son tres. Esto suena muy raro, pero hay que acordarse de que en tiempos de la Colonia había tradiciones que hoy nos parecen inconcebibles. Como se sabe, la costumbre obligaba a que todos los puentes fueran edificados con el cuerpo de por lo menos un niño pequeño en los cimientos. Pero ignoro por qué en Tabalaopa optaron por sacrificar a tres ancianos.

Acá en La Concordia, la gente vieja, como mi abuelita Ludivina y el recientemente fallecido abarrotero don César, el de la tienda por la plaza, contaban esta historia que, en tiempos de nuestra niñez, todos conocíamos con alguna variante.

Contaban que por el camino de Tabalaopa, que se conectaba con la antigua carretera a la villa de San Jerónimo, hoy Aldama, pasaba a media noche una carreta siniestra. Que era una carreta negra que transitaba despacio, al paso de los tres caballos que la jalaban sin prisa. Dicen que viajaban en ella tres individuos igualmente vestidos de negro, con capa, sombrero y paliacate del mismo color que les cubría el cuerpo y que tampoco dejaba ver sus rostros.

En noches de verano nos contaban los viejos con el semblante descompuesto y las facciones deformadas por la luz de las hogueras, que esos tres hombres tenían la más cruel de las encomiendas: la de recoger y apresar a todas personas que encontraban en las calles a esas altas horas.

Era “la volanta del puente”, como llamaban a la legendaria carreta y a sus pasajeros. Y cuentan que mucha gente, sobre todo chinos, desaparecía de la calle y nunca se le volvía a ver.

“Esa gente estaba destinada a morir dentro del cimiento de un puente, o en la esquina de un edificio público, sacrificada como víctima propiciatoria, con dedicatoria a un imaginario y cruel dios de las construcciones al que se debía calmar y satisfacer ofreciéndole una tierna vida.

Pero en específico, nunca nadie se explicó por qué en el tramo del puente del acueducto de Tabalaopa, fueron enterrados tres ancianos en los cimientos.

“Tal vez eran enemigos del hacendado”, dijo una vez don César el tendero.

“Más bien han de haber sido los tres chinos que dicen que se ahogaron en una noria y que nunca los encontraron, esa puede ser la explicación de por qué se habla de tres”, conjeturó una vez mi abuelita Ludivina.

El caso es que esa leyenda de los tres ancianos en el acueducto, dio pie a que después, ya incluso entrado el siglo Veinte, se les atribuyeran a ellos todas las apariciones de fantasmas en los alrededores.

“Qué triste, ¿no? Que vayas caminando, cansado por la calle después de un día de trabajar duramente, y que en lugar de llegar a tu casita a comer calientito y a dormir después entre tus colchas para reponer fuerzas, en lugar de eso, te lleven secuestrado y te sacrifiquen a un dios desconocido como si fueras cordero pascual”. Eso dijo mi novia Toñita, cuando conoció esta leyenda.