El horror nuestro de cada día (264)

LLEGA FLOTANDO EL FANTASMA DE MUJER


El horror nuestro de cada día (264)

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2015, 22:22 pm

Por Froilán Meza Rivera

Belisario Domínguez, Chih.- Llega por un camino hasta el guardaganado, se viene por la calle principal del pueblo, pero viene flotando, y sus ropas blancas desgarradas de puro viejo, resplandecen por la luz de la luna.

Es la mujer de blanco de Tutuaca, que es quizás el espectro más famoso en éste, llamado “el pueblo de las brujas”.

Pueblo de leyendas, sus calles y callejones, sus veredas se entreveran con los arroyitos, desde donde emergen en las noches más oscuras, los fantasmas de quienes rondan el mundo de los vivos y que quedaron atrapados en el interregno de los que ya no están pero que tampoco se han ido del todo.

“El pueblo tiene susto, tiene un susto viejo, porque aquí lo sobrenatural es lo de todos los días, desde que éste era un asentamiento de indios tarahumaras antes de que llegaran los conquistadores europeos”, explica con susurros y cuchicheos con los que pretende envolvernos e impresionarnos, don Jesús “Malayerba”. Así le dicen sus coterráneos para subrayar la sospecha de que este curandero y yerbero, es en realidad un brujo.

“Pueblo de brujas”, dicen que quiere decir el vocablo Tutuaca en la lengua de los antiguos habitantes, quienes dejaron un cementerio en terrenos que son ahora de la escuela primaria.

Y “Malayerba” continúa desenvolviendo el relato de la mujer de blanco: “A veces, las personas que vienen en el camión de pasajeros, dicen que una mujer misteriosa vestida de blanco, se sube y le paga al chofer no con monedas, sino con un pajarito de colores en una jaula, que es bien aceptado por él, y dicen que se baja cuando el camión ya agarró terracería en la desviación de Tutuaca, ahí en el recodo del primer arroyo antes del pueblo”.

A la mujer de blanco la pierden de vista los pasajeros del destartalado autobusito guajolotero, porque se mete entre los táscates del arroyo, donde no saben cómo libra pasar entre las espinas del alambre erizado de púas que lleva del otro lado. Esta visión la tienen las gentes a plena luz del día. La mujer no platica con nadie, se sienta sola porque generalmente a la altura en que aborda el camión, ya se vació el cupo a la mitad porque la gente se viene distribuyendo en los ranchitos del camino a Borjas.

Dicen que al chofer, los pajaritos de colores le terminan degollados y chorreando sangre, sin que nadie los hubiera tocado, y dejan de ser de colores para tornarse azabaches como cuervos. La primera noticia que se tuvo de este suceso, fue una vez en que el conductor se bajó en el lugar de la terminal, y tomó su jaula muy orondo, y ya venía con su pajarito para presumirlo a la muchacha del puesto de sodas, cuando se dieron cuenta él, ella y varios de los pasajeros y de los vagos que salen a recibir el camión, que del pajarillo sólo quedaba una plasta sanguinolenta.

Dicen que el grito de la pobre muchacha de los refrescos se escuchó en varias cuadras a la redonda, hasta el mero templo donde había una procesión para pedirle al santo patrón de toda esta zona, San Isidro Labrador.

La mujer de blanco son varias mujeres de blanco, si nos atenemos a lo dicho por el supuesto brujo.

Hay una, la que llega al pueblo y lo recorre con su emanación de luz azulosa y con sus gritos como lamentos de llorona prehispánica y que siembra el terror en la imaginación de la gente que a la media noche despierta en sus lechos, temerosa de ser localizada por el espectro infernal.

Está la del camión, que se confunde con los pasajeros y sólo espanta a las personas cuando la ven desaparecer al bajarse.

Pero en Tutuaca, cada barrio, cada cuadra del poblado, cada casa y cada ranchito, tienen su propia mujer de blanco, a la que cada quien rinde un respeto impuesto por el terror.