El horror nuestro de cada día (259)

SON BRUJAS, INSISTEN LOS LUGAREÑOS


El horror nuestro de cada día (259)

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2015, 22:23 pm

Por Froilán Meza Rivera

En el paisaje acuoso del río Conchos que pasa por varias comunidades del municipio de Saucillo, hay un lugar que se encajona entre cerros, formando un cañón que al fondo alberga a la presa Rosetilla, antaño gran productora de energía eléctrica.

Es fama de que a la entrada de ese cañón, en noches de verano se pueden ver unas luces misteriosas que algunos han querido asociar con objetos del espacio, producto de inteligencias extraterrestres. Esa hipótesis, sin embargo, ya no es apoyada por nadie en la actualidad, y lo que sí subsiste es la creencia de que se trata más bien de un fenómeno sobrenatural.

¿En qué consiste este fenómeno que asombra a todos en Saucillo y la región?

Una vez que cae la noche y que la oscuridad es casi total, por entre las peñas se levanta una lucecita diminuta que se puede confundir con una de las miles de luciérnagas que abundaban por acá hace treinta años, pero que ya desaparecieron, dicen que por la sequía. Pero esta lucecita aumenta de volumen, y si en un primer momento permanece inmóvil, bien pronto comienza a evolucionar en el aire y describe espirales que suben y bajan, y adopta también rutas caprichosas, de tal forma que la gente disfruta de sus movimientos como si fuera un espectáculo de luces artificiales.

A la primera esfera de luz se le suman después otras, y aquí la gente es cuando se empieza a asustar, porque las luminarias, en sus vaivenes que se entrecruzan y parecen chocar entre ellas, invaden también el espacio de la gente.

—¡Válgame Dios, ¿quiere decir que me voy a morir? –Exclamó una señora el otro día, cuando una de las luces le “atravesó” el cuerpo sin más consecuencias que el susto. La mujer se tocaba el pecho, se levantaba el suéter, se examinaba en busca de alguna herida, sin que se hubiese encontrado lesión ninguna.

Ha habido varios casos de personas que son “rozadas” por estas “luciérnagas”, como las llaman algunos en Saucillo.

“Bolas de lumbre”, las llaman otros, porque sostienen que se trata de fuegos fatuos, es decir, de acumulaciones de gas metano en aguas estancadas que se incendian al contacto con el oxígeno del aire.

—Son brujas, que salen por las noches a juguetear entre ellas y a costa de la gente que va a verlas, pero que cuando la noche se pone más madura, ellas se van a otras partes a hacer males, en forma de bola de fuego, como lechuzas, o como arpías. —Así se explica mi amigo Martín Ronquillo Mata el fenómeno de las luces del misterio.

Don Emeterio Sáenz, quien se gana la vida juntando leña de álamo y de pinabete, asegura que las lucecitas son chispas de madera vieja que se desprenden de las hogueras que hacen los pescadores que acampan en el lugar. “Y es que por acá tenemos dos tipos de madera que echan mucha chispa cuando está muy reseca: el pinabete de los canales y el mezquite”, dice.

—Pues sí, pero entonces ¿cómo te explicas que las luces crezcan hasta el tamaño de una pelota de tenis, y que no se apaguen sino hasta mucho tiempo después de que aparecen, porque las chispas de la leña, yo las conozco, y tú también, y todos sabemos que son chiquitas y que pronto se apagan. —Mi amigo Martín insiste, pues, en el origen sobrenatural de las luces.

Son brujas, insisten los lugareños.