El horror nuestro de cada día (258)

VIEJAS FÁBULAS DEL CERRO GRANDE


El horror nuestro de cada día (258)

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2015, 22:18 pm

Por Froilán Meza Rivera

Debe saber el lector que en las viejas colonias que circundan el Cerro Grande, así como en los ranchitos de alrededor, hay una muy muy arraigada costumbre de contar leyendas e historias. Me refiero a la colonia Dale, a San Jorge, Unidad Proletaria, la Rosario, las ladrilleras del Sur y el Cerro de la Cruz.

En la tradición oral, que es muy rica acá y que trae detalles muy sabrosos, se cuenta la leyenda de los españoles que traicionaron a su cómplice.

Según los díceres de la gente, hace más de 200 años había, en lo que es ahora la ciudad de Chihuahua, dos españoles medio pícaros, que es como decir ahora que eran “medio malandros” y que se dedicaban a la extracción de metales preciosos, además de ser ladrones.

Esos españoles transas entraron en contubernio con un brujo indígena, y dicen que éste les indicaba, mediante supuestos conjuros, dónde había oro y plata. Pero la verdad era que don Esteban, que así se llamaba el brujo o curandero, tenía una red de “confidentes” o espías, quienes vigilaban todos los movimientos de las conductas de minerales que salían o llegaban a Chihuahua.

En una ocasión, estos dos españoles robaron 300 kilos de oro puro en lingotes, gracias a un aviso bastante preciso y puntual que les dio don Esteban. Decidieron ellos esconder este tesoro en una cueva que había en la parte media del Cerro Grande, que entonces estaba muy lejos de la ciudad. Debajo de una gran piedra dentro de la cueva, el oro fue ocultado en presencia de los dos amigos y del brujo, quien los acompañó. Bajaron los tres y acordaron que esperarían un mes exacto para regresar a la cueva a desenterrar lo robado, en virtud de que el asalto a la conducta, durante el cual habían resultado muertos dos custodios, tuvo grandes repercusiones en la región. Ya se hablaba de que cada tren de mulas con mineral precioso que saliera o viniera, habría de estar guardado en lo futuro por una gran fuerza militar. Por lo demás, se dispusieron patrullas para vigilar todos los caminos que salían de Chihuahua.

Pero los españoles decidieron traicionar al indio, y que por lo tanto se apersonarían solos en la cueva tres días antes del plazo, con un tren de mulas para llevar el tesoro a El Molino de Santa Cruz, donde ya tenían preparado un escondite y un cómplice.

En la fecha adelantada, partieron hacia el cerro en horas de la madrugada, y cuando ya casi les amanecía, se percataron de que estaban llegando a una trampa, ya que en las faldas del Cerro Grande había una patrulla de militares listos para atraparlos. No supieron qué hacer y, desesperados, decidieron entonces bajar por el lado más accidentado, que es por donde en la actualidad se encuentra la cruz de piedras blancas. Debe saber el lector que en aquellos años, el cerro estaba cubierto en gran parte de añosos encinos, y que por eso los pícaros pudieron ocultarse ellos y ocultar hasta las mulas en su huida.

Allá iban, describiendo un largo zig-zag en su bajada, pero cuando asentaron los pies en una gran roca, ésta se desprendió y los precipitó hacia el arroyo con todo y los animales.

Han de haber muerto con la caída, pero dicen que lo más extraño fue que nunca se encontraron los cuerpos, aunque sí los de las mulas. Cuenta la gente también que el curandero don Esteban regresó después a llevarse su tesoro, pero que ni siquiera pudo encontrar la entrada de la cueva y que se volvió loco y que duró ahí, busque y busque, por varios días hasta que lo encontraron casi muerto de hambre y frío.

Dicen en la colonia Dale que ahí está el oro, disponible para cualquiera que, invocando al espíritu del Cerro Grande, esté dispuesto a sacrificar a un ser querido: un hijo, una madre o un padre, a cambio de 300 kilos de lingotes de oro puro.