El horror nuestro de cada día (250)

ME ARRANCÓ EL AGUA A MI MADRE


El horror nuestro de cada día (250)

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2015, 23:30 pm

Por Froilán Meza Rivera

El destino me marcó con la desgracia en aquella ocasión, y nadie me ha creído nunca el dicho de que ella caminaba conmigo y que, de súbito, una lengua de agua chocolatosa se levantó de un charco para envolver a la autora de mi vida y llevársela sin que hubiera alcanzado ella a dar siquiera un grito.

Es cierto: a mi madre, un día me la arrebató el agua y desde entonces soy huérfano.

Dicen que cuando llegué yo al mercado cercano, algo que había en mi cara encendió la reacción de aquella gente, de querer protegerme... ¿acaso sintieron el terror que se había posesionado de mi cuerpo y de mi ánimo?

Nada dije durante un mes, según me contaron cuando era yo mayorcito y ya vivía con el señor Martínez, el padre que me adoptó como hijo desde que me vio desamparado en aquel trance. Eleuterio Martínez, sin haber nunca tenido hijo alguno, supo cómo ser un buen padre, supongo que porque ya era buen hombre, y además se esforzó siempre por hacerme olvidar el incidente del que nunca di yo detalles significativos.

Sólo ahora, con la madurez plena de mis años, puedo relatar cómo sobrevino aquello, pero no me pidan que lo cuente con palabras habladas, y tengan como suficiente esto que hoy escribo.

La gente sólo ha escuchado de mí la escueta versión de que “el agua salió del charco y se llevó a mi mami”.

Pues bien, todo ahora está muy claro, y recuerdo bien que mi mamá, quien estaba muy jovencita entonces con sus 22 años, y quien era muy hermosa, era madre soltera. Se ganaba la vida vendiendo burritos en el Mercado de Abastos. A veces iba yo con ella, cuando no tenía humor de cuidarme la viejita que teníamos como vecina.

Vivíamos muy pobremente, pero como yo no lo sabía porque no tenía referencias ni forma de compararlo con nada, era feliz y contento con esa vida.

Cinco años contaba yo, y mi memoria tanto tiempo adormecida para este suceso, debe de ser prodigiosa, porque hoy me acuerdo de que mi mamá había tenido unos sueños muy inquietantes durante varias noches previas. Se despertaba ella incorporándose en la cama, sudorosa y gritando largamente “¡Noooooooo!”, y al rato me contaba a manera de explicación, que en sus pesadillas se la llevaban. Decía que era un horroroso “diablo del agua” que la quería para ser su esposa, pero que ella no se dejaba y forcejeaba con él tratando de soltársele de las garras. Y era entonces cuando despertaba.

La mañana de aquel día, sábado, la viejita que me cuidaba había amanecido con jaqueca, y no hubo más remedio que mi madre cargara conmigo.

Tomamos un atajo por el monte para salir al Mercado por detrás, y como la noche anterior habían caído fuertes lluvias, el suelo estaba lleno de charcos que íbamos evitando.

Fue un terrible impacto ver cómo salió de un pozo de agua aquella “garra” o “lengua” que envolvió el cuerpo de mi madre y se la llevó en medio de un rugido horrible que aún taladra mi cabeza. Recuerdo que grité con desesperación, que llamé a aquella mujer y le pedí en todos los tonos que regresara conmigo, y que me agoté de llorar y de berrear y de gritar.

Cuando vinieron las gentes y la policía a rastrear el lugar, el pocito que encontraron les pareció demasiado estrecho como para que cupiera por ahí el cuerpo de un adulto, además de que sondearon el agua con una vara, y resultó que según ellos, el abismo tenía como mucho medio metro de profundidad.

De alguna manera misteriosa, algún demonio me arrebató a mi madre, y de esto no me cabe ninguna duda.