El horror nuestro de cada día (245)

LAS MARCAS DE LA BRUJA


El horror nuestro de cada día (245)

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 23:36 pm

Por Froilán Meza Rivera

Era aquello para mí la confirmación de que en la región estaban atacando las brujas, como muchos lo aseguraban, aunque otros sostenían que se trataba del ataque de vampiros... pero ¿vampiros en Satevó? Es que al despertar sentí un ardor y comezón en el cuello, y al tocarme noté la herida: un rasguño en la carne con dos agujeritos por donde me pudieron haber sacado sangre y succionarla.

Cuanta una añeja tradición oral en estos lares, que las brujas vuelan en las noches sobre la cabeza de la gente, y que en un descuido, le hacen daño. Pasan rozándole a uno con sus garras, y te tocan con sus alas, y cuando se duermen en el monte las personas, lo más seguro es colocarse una ristra de ajos alrededor del cuello.

En materia de recomendaciones, mi tierra es abundosa: mi señora madre, por ejemplo, siempre que teníamos que trasnochar en el monte para traer animales perdidos, o velar a la orilla de las labores para cuidar las calabazas o los elotes, ella nos colgaba una ristra de ajos, que debíamos traer siempre encima, so pena de caer víctima del ataque de una bruja.

Pero hay quienes recomiendan que el ajo lo pele uno y lo macere, y que se unte la pasta en el pecho, el cuello y la espalda, que son las partes más propicias para que lo ataque a uno algún ser maligno.

Relataré mi experiencia personal: Venía yo una vez del ejido, montado en un burro pardo, con unos lazos nuevos, y cuando me emparejé con las torres viejas de la hacienda, pasó chiflando un animal de ésos, una bruja, y se vio el bulto volar por entre los árboles encima de mí. Por supuesto, yo no traía ajos ni protección alguna.

Que me acuerdo entonces de los lazos nuevos del burro, y que me bajo y se los quito. Es que aquí los viejos nos han dicho que para atrapar a una bruja, se tiene que hacer un nudo por cada una de las doce verdades del mundo, y hay que recitar éstas primero, y luego decirlas al revés. Yo ya había dicho todo eso, y cuando iba a terminar se oyó un zumbido de algo que se caía, y se escuchó un golpe no fuerte, sino rumoroso, como si dejaran caer unos petates. Me apuré y acabé de rezar el ritual completo, y la bruja no llegó hasta donde yo estaba, pero clarito escuché cómo cayó entre unos huizaches.

Yo sabía que las brujas lo pueden alcanzar a uno porque vuelan en la forma de animales alrededor de las personas que escogen ellas como víctimas, y la gente les teme, porque si lo alcanzan a uno, lo tumban y lo chupan y le sacan unos moretones muy grandes.
Pero la herida no se siente, porque queda uno como desmayado, dicen.

Esa vez que venía yo del ejido, me alcanzó mi hermano en otro animal que tenía mi padre y los dos nos quedamos aquí cerca en la noche, en campamento. Hacíamos tiempo para que amaneciera y pudiéramos ir por unas reses desbalagadas que andaban abajo. Estábamos sumidos en la plática, cuando oímos el ruido.

Pero ya la teníamos encima y ahí quedamos tirados hasta la madrugada, aunque a mi hermano no lo tocaron.

Fue esa vez cuando amanecí con las marcas de la bruja, y esas marcas duran mucho tiempo, así que en el pueblo me convertí en un ejemplo de que las brujas sí existen.