El horror nuestro de cada día (241)

LOS DÍAS TABÚ


El horror nuestro de cada día (241)

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 23:17 pm

Por Froilán Meza Rivera

Los lugareños le temen al fenómeno. Dicen que, de hecho, es una puerta que se abre entre este mundo y el reino de los espíritus demoníacos. Y que, prácticamente, se desatan los demonios y vagan libres y sin restricciones por entre los dominios del hombre.

Yo fui testigo, una vez que estuve de vacaciones en el pueblo.

Había ropa colgada en el tendedero, que el viento levantaba y bajaba alternadamente como si un dios caprichoso se hubiera hecho cargo de los elementos. Era pleno día, y el cielo habíase oscurecido con la columna de gruesos nubarrones que desprendían de cuando en cuando rayos portentosos que azotaban la tierra, castigándola.

De repente, sin que cesaran las descargas eléctricas y luminosas con sus estruendos de gigantesco tambor en redoble, paró el viento.

La atmósfera se inundó entonces con una aurora resplandeciente, como saliendo de alguna herida en medio de las nubes.

¿Era el sol?

Los hombres en la tierra tuvieron miedo, y se refugiaron en los rincones más tibios de sus casas, huyendo del espíritu que vislumbraron en lo alto. A fines de la primavera, siempre, y hasta las primeras semanas del verano, es costumbre en Mapimí voltear hacia el cielo en busca de las funestas señales. No sucede todos los días, pero sí es seguro que el hecho misterioso y ahora casi mítico, acontezca varias veces en la primera quincena de junio.

A mi abuelo materno, quien vivió aquí en su infancia, con el portento de las nubes en Mapimí se le llenó la imaginación a la vista del relumbre aquel de proporciones monumentales, y se le quedaron grabadas para toda su vida las evoluciones del fenómeno luminoso, que iniciaba siempre como un resplandor difuso pero que terminaba con una enorme bola de fuego que sobrevolaba por encima del pueblo y las rancherías cercanas, amenazando frecuentemente a los propios habitantes.

A mí siempre me pareció increíble que semejante suceso nunca hubiera trascendido más allá de los límites de la comarca, y que nunca hubieran venido de fuera estudiosos de los fenómenos atmosféricos, o lo que éstos fueran.

Para la gente de Mapimí, estos días son tabú: no se habla del tema con la gente de afuera, y en cuanto identifican las primeras señales de que el resplandor va a venir, todos se recogen en sus viviendas, nadie camina por las calles a menos de que se estén dirigiendo a un refugio.

Decía mi abuelito que quien tenga que salir, se expone a caer en las garras de algún demonio, y que por eso aquí le temen a la intemperie como a la peste, en estas horas nefastas.