El horror nuestro de cada día (219)

MUJER FANTASMA EN TRECE Y DE LA LLAVE


El horror nuestro de cada día (219)

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2015, 23:27 pm

Por Froilán Meza Rivera

Cuentan que cierta noche de la década de los setenta, varios vecinos participaban en una de esas pláticas a las que eran muy afectos, a la luz de la luna, al pie de un árbol añoso, tratando de librarse del bochorno que se siente dentro de las casas en el verano.

Estaban ahí miembros de la familia Trasviña entre los concurrentes, y alguien en cierto momento dio un grito (ha de haber sido una de las niñas más crecidas), y la señora Trasviña reaccionó a ese grito, y fue entonces que divisó a la mujer…

En las calles Trece y De la Llave y sus inmediaciones, dicen, en todo ese sector se aparecía la llamada “novia de blanco”.

Se trataba de uno de los abundantes fantasmas que recorrían el lugar. La mujer de blanco venía suspendida en el aire, siguiendo una ruta por la calle Trece. El espectro había salido a esa hora —era la una y media de la madrugada— más o menos de la cantina La Bamba, y se metió en casa de los Trasviña.

Cuentan también que la así llamada “novia de blanco”, se aparecía en donde hoy es el edificio de Oviedo Baca, y la gente vieja no tiene empacho en decir que esa mujer debe de haber sido la guardiana de un tesoro que sacó el viejo don Oviedo, de un entierro que los albañiles encontraron en la casa vieja.

Hay en la calle Trece una callecita privada de tierra, donde existe todavía una piedra junto a un poste. En reportes muy recientes, un vecino dijo que vio “a la mona esa”, es decir, a la novia o la mujer de blanco, encima de la piedra.

“¿Qué le pasa, bella dama, en qué le puedo ayudar?”, le dijo el hombre, porque dijo que le pareció que estaba sufriendo y que sollozaba con la cabeza agachada, y estaba ella inclinada sobre su regazo, sentada en la gran piedra.

“Y no contestaba nada”.

De repente, se levantó ella con su mano izquierda un velo blanco que le cubría la cara, y descubrió un rostro claramente cadavérico, con el que por poco le provocó un infarto a mi vecino, quien corrió a refugiarse en las casas. Tocó la primera puerta, con ruidosa desesperación, pero provocó que a la gente le diera miedo abrirle, e intentó en varias otras de las viviendas, hasta que una vecina salió ante el escándalo, y tras haberlo reconocido, lo metió al zaguán.

Hay otra versión en estas calles acerca de una muchacha que vivía aquí en una de las cuatro esquinas de Trece y De la Llave. Que habiendo sido prometida en matrimonio por sus padres a un joven militar, buscó en El Paso, Texas, un hermoso vestido de tafetán blanco con crinolinas y unos velos vaporosos y unos brocaditos preciosos, y que trajo todas las arras (lo que es decir todo el ajuar debido), con toda la ilusión que deben tener las prometidas.

Pero a la pobre se le murió el novio, no saben decir las gentes si fue en alguna batalla, o si en pleito, y a la novia se le vino el mundo abajo, derrumbáronse con gran estruendo todos los sueños que había ella construido en base a su ya muy seguro casamiento.

Que ella se volvió loca, decían, y que salía en las tardes, vestida a todo lujo con el vestido malogrado.

Que los padres la buscaban desesperados y con gran pena para recogerla en casa cada noche.

Y que, poco a poco, el vestido se le fue desgarrando hasta que ella portó sólo harapos, como si fuera un fantasma que se apareciera a las gentes en las esquinas, y que los jirones amarillentos ya de su para entonces irreconocible vestido, ondeaban con el viento y le azotaban la cara que mostraba una mueca de dolor y desconcierto.

La novia, dicen, finalmente murió cuando se la acabó la fuerza de la demencia que la mantenía viva, ya sin motivo para vivir, y dicen que terminó siendo lo mismo que en vida: un fantasma que recorría el barrio sin sentido.