El horror nuestro de cada día (213)

MI ASESINO TIENE UN TATUAJE DE MARIPOSA


El horror nuestro de cada día (213)

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2015, 23:54 pm

Por Froilán Meza Rivera

“Mi asesino tiene un tatuaje de mariposa de tres colores en el brazo izquierdo, lo pueden encontrar en los patios del ferrocarril”. Así, escueto pero preciso, fue el mensaje que envió el espíritu de un hombre sacrificado de la manera más cruel y sanguinaria que se recuerde en esta frontera.

Recordará el lector que hace unos 27 años, apareció de este lado del río, en el famoso Puente Negro del ferrocarril, el cadáver de un joven que había sido asesinado y cuyo cuerpo quedó reducido a pequeños trozos.

La policía dijo entonces que el tren lo había despedazado y, aunque nadie se creyó esa versión, el asunto quedó olvidado en esa especie de archivos que las policías de este país acostumbran dejar cerrados ilegalmente, como si fueran cosa aclarada. El caso es que ningún agente fue comisionado para investigar el horrendo crimen, y sólo algunos familiares se dieron a la tarea de husmear un poco.

Al parecer, fue un tío de la víctima el que anduvo varios días indagando con los “polleros” que pasaban a los emigrantes en aquellas famosas balsas hechas de cámaras infladas de llantas. El muchacho muerto, quien era estudiante universitario y ajeno a aquellos ambientes de las pequeñas mafias del río, había sido visto por un tortero y por uno de los “polleros”. Dijeron que el joven anduvo vagando cerca de la ribera. “Parecía tontito, iba como drogado”, dijeron. Y coincidieron en que lo dejaron de ver después de que aparentemente hizo amistad con uno de los “puchadores” de droga.

Se supo que ese tío y la madre, desesperados por la falta de actividad de la policía, decidieron ir con un supuesto “médium” y espiritista. El negocio del intermediario con los muertos era una hierbería maloliente y sombría en el último rincón del mercado. Era tuerto, andaba desaseado, lleno de grasa el cabello erizado, y el único ojo te veía de manera sesgada y con un sospechoso brillo. El día en que fueron a ver al médium, llovía, como todavía dicen muchos, a cántaros, y los relámpagos y truenos irrumpían con violencia y los resplandores se colaban por los agujeros del techo del mercado.

Los hizo sentarse en una mesa junto con él, y los tomó de la mano. Sólo les preguntó el nombre del muchacho muerto sin averiguar las circunstancias de la muerte, y en seguida les describió con todo detalle cómo fue sacrificado. Les dijo que la víctima había sido estudiante de Administración de Empresas, que cayó en las garras de una irresistible adicción a la heroína, que vagó por entre las bandas del río para mendigar una dosis. Que, en contacto con un traficante, rogó e insistió a éste hasta el hartazgo que le proporcionara un poco de droga. Que lo asesinaron entre varios, y que lo descuartizaron dejando sólo reconocible la cabeza, y que llevaron sus restos a las vías del tren para que se pensara que había sido atropellado.

“Mi asesino tiene un tatuaje de mariposa de tres colores en el brazo izquierdo, lo pueden encontrar en los patios del ferrocarril”. Así dijo el médium después de que le hubo cambiado la voz hasta emparejarla con el timbre del muchacho.

Salieron de ahí con esas pistas el tío y la madre, y aunque fueron a la policía con la descripción del jefe de los asesinos, y aunque les aseguraron que sería cuestión de días para aprehender al traficante, ya pasaron casi tres décadas sin que hayan caído los culpables.