El horror nuestro de cada día (CLVII)

LEGIÓN DE ESPECTROS EN LOS LIRIOS


El horror nuestro de cada día (CLVII)

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2012, 22:25 pm

Por Froilán Meza Rivera

Cerrado con pesada tranca de hierro y asegurado con dos candados y una cadena doble, el portón de la Granja Los Lirios deja pasar, en las noches, las luces de una camioneta fantasma que lo atraviesa.

Del vehículo invisible se ven los dos faros, y se ve la luz que derraman éstos sobre el suelo, tal y como si fuera un automóvil de verdad.

Alfonso chico asegura que él ha visto las luces en varias ocasiones, de ese vehículo que entra y que toma el camino de arriba y que se estaciona a un lado de su casa. "Usted puede ver que, cerrado el portón, no hay manera de entrar, además tiene los pasadores que se clavan en el piso, y hace mucho ruido cuando se le abre".

La camioneta fantasma nunca se ve, pero sí se escucha el ruido del motor y de la vieja carrocería que rechina, y se oye cuando se para y se apaga el motor.

Y se escucha el ruido de las puertas cuando se abren. "Se bajan dos personas, el conductor y un pasajero, porque se abren las dos puertas", dice el muchacho de quince años, quien no se considera propenso a las alucinaciones.

"Se sabe que es una troca por cómo suena el motor", dice.

Otras veces, el que se aparece es un viejito de sombrero y overol, a quien Alfonsito y su madre Esther, ven siempre que sale de la bodega de arriba, con una pala al hombro. Es como si el espectro se hubiera alistado para el trabajo.

El viejito de la pala se pierde también a un lado de la casa donde vive Alfonso, más o menos donde se estaciona la camioneta invisible.

"Yo he vivido aquí toda mi vida, y le aseguro que conozco a los trabajadores y a sus familias, y no me confundo. El viejito, por ejemplo, pues aquí no hemos tenido a ningún viejito así".

La Granja Los Lirios se encuentra en la punta sur de la colonia Rosario, donde termina la ciudad, porque si se sigue el camino del arroyo, se llega a los corrales de Oviedo Baca y al Periférico Francisco R. Almada. Del otro lado del arroyo están las colonias San Agustín y Unidad Proletaria.

Se aparece aquí también, y lo han visto por separado Alfonso y su mamá, otro señor de edad, quien sale de los cuartos que están en seguida de las oficinas, camina unos 200 metros y se mete en la bodega de abajo.

"La primera vez que me tocó ver a éste, yo inocente le hablé y le dije: Oiga, señor, de dónde viene, qué anda haciendo, señor, señor..."

Pero cuando me le acerqué a unos pocos metros, el fantasma se desapareció, y duró como un mes para volver a aparecérseme.

"Mi mamá ha visto los mismos fantasmas que yo, y yo creo que por eso nos llevamos tan bien, pero ella ha visto más".

La mujer se ha topado con bultos, y casualmente, uno de esos bultos, que ella distingue muy difícilmente, se coloca a un lado de los tendederos de ropa, a dos metros también de donde salen los espectros pasajeros de la troquita fantasma.

El padre de familia, don Armando, quien es un escéptico y que por eso mismo, dice él, nunca ha visto ni un solo fantasma partido por la mitad, tiene una explicación para lo que pasa en el rancho.

"Son como ’ecos’ que se le quedan a la gente en la cabeza y que le salen de cuando en cuando, como recuerdos o imaginación", explica, y revela que nada más en su familia ha tenido encuentros con los espectros, porque la otra familia de peones de la granja, nunca ha referido ningún encuentro sobrenatural.