El horror nuestro de cada día (CLIII)

AHORCADOS ATRÁS DEL PANTEÓN DE DOLORES


El horror nuestro de cada día (CLIII)

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2012, 23:04 pm

Por Froilán Meza Rivera

Era aquella la tercera ocasión en que nos encontrábamos con ahorcados en los sauces de la laguna. Como que ya habían agarrado este sombrío y húmedo rincón para suicidarse, si es que de verdad habían sido suicidios.

El lugar era un paraíso, pero a la vez siempre tuvo una gran limitante que nos llenaba de terror, y es que al mismo tiempo que teníamos una laguna con sapitos y pasto verde y una hilera de grandes sauces con sombra, todo esto se encontraba —y se encuentra— justo detrás del panteón de Dolores.

En este rincón de la colonia Dale, que queda entre las calles Octava y Catorce y que queda flanqueado por la calle Fundición y por la propia barda del panteón, desde aquellos años empezaron a construir aquí una escuela primaria. La escuela estaba entonces en un pedacito del terreno, y nos dejaba la mayor parte para nuestros juegos, aunque ahora las autoridades escolares ya cercaron toda el área, que quedó como exclusiva para la primaria y vedada para la chiquillada del barrio.

Corrían los años 1971 y 1972. Apenas recuerdo detalles de los ahorcados, pero primero fue uno que encontramos una mañana de invierno, colgando precisamente de una rama gigante que usábamos como columpio.

Llegamos en tropel, mascando chicle después de haber pasado por la tiendita de don Chon, descalzos, rotos los pantalones, exhibiendo involuntariamente nuestras heridas de guerra en forma de rasguños y de codos raspados, y de rodillas sangrantes. Polveados todos con el polvo de viejas vagancias y de viejas batallas.

José Ordóñez, "El Platanito", como le llamaba mi hermano Roberto, fue el primero que distinguió al ahorcado desde la calle Fundición, y fue quien dio la alarma: "¡Un ahorcado!" "¡Un ahorcado!" "¡Un ahorcado!", gritaba desaforado conforme se acercaba al frente de la turbamulta.

Pero "El Platanito" no pudo llegar al pie del ahorcado, porque se detuvo a unos metros, petrificado de la impresión, anulada su repentina valentía con un terror idéntico al que nos invadió a todos los demás.

Ahí nos quedamos todos, viendo cómo le sobresalía la lengua de fuera al cadáver de aquel hombre vestido con tristes ropas grises. Los ojos del ahorcado se le saltaron también con la presión de la soga sobre su cuello y con el peso de su cuerpo apoyado en el pescuezo.

Antes de salir corriendo en sentido contrario para avisar a los mayores, tuvimos el tiempo suficiente para absorber con los ojos cada detalle del cuerpo que había quedado suspendido completamente vertical, con excepción de la cabeza, que le quedó inclinada hacia donde estábamos.

LA MALDICIÓN DEL AHORCADO

De hecho, lo que catapultó nuestra huida fue lo que dijo Martín: "Oigan, el ahorcadito nos está viendo, y dicen que si te mira, te echa una maldición y te mueres en seguida".

Después de esa observación, sólo quedó el polvo de nuestros pasos.

El segundo cuerpo suspendido de las ramas de los sauces de la laguna, lo encontramos en un árbol que quedaba muy cerca del panteón. Muchos de nosotros evitábamos llegar a las proximidades de la barda del camposanto, sobre todo cuando empezaba a oscurecer, por aquello de las historias de espantos que nos contaban los viejitos. Había también una leyenda que pusieron a circular nuestros padres, sobre un monstruo de la laguna que salía del barro negruzco y que se llevaba a los niños a las profundidades del infierno.

El caso es que el muertito llevaba ya todo el día ahí, colgando y moviéndose con el viento de la primavera, y echándose a perder, ignorado por todos. Fue hasta que allá por las cuatro de la tarde, correspondió a Martín dar el segundo grito de "¡Un ahorcado!"

Y cuando nos encontramos al tercero, por el mes de agosto de 1972, ya teníamos callo en eso de dar parte de la aparición de cadáveres colgantes, pero como la racha cesó ese verano, ya no seguimos acumulando experiencia.

El lugar está muy cambiado hoy en día, con la cerca de malla de la escuela, que tiene nombre de uno de los Niños Héroes y todo. Pero sigue estando aquí la depresión del terreno, y al fondo, todavía hay, creo, uno que otro de los viejos sauces.

Y se sigue acumulando agua en tiempo de lluvias, como cuando se formaba la hermosa y romántica laguna de la cual huíamos nosotros hace 35 años, en cuanto empezaba a caer la oscuridad.