El horror nuestro de cada día (CXLVIII)

CEMENTERIO DE NOCHE


El horror nuestro de cada día (CXLVIII)

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2012, 20:51 pm

Por Froilán Meza Rivera

“¿Cuál velador? Aquí nadie trabaja de noche, el encargado se va a las 7 cuando cerramos”, afirmó categórico el cuidador del Panteón de Dolores. Esos chamaquitos de secundaria, creyó él, le estaban queriendo jugar una broma estudiantil, seguro, “pero se van a topar en roca”.

—Oiga, señor, pero si anoche hasta nos dio su nombre, y lo tenemos grabado en la cámara, ya nomás faltaba que nos diera hoy un recorrido por las tumbas famosas...
El cuidador cayó en la cuenta de que los niños del equipito escolar no le mentían, y al mismo tiempo le asaltó una inquietud que tuvo miedo mencionar. De todas maneras, el hombre de edad madura no podía trastabillar frente a aquellos cuatro muchachitos imberbes y aquella señorita tan formal:

“Y ¿cómo les dijo ese supuesto velador que se llamaba?” Les preguntó, con una irreconocible vocecilla de pito que le salió, señal de que estaba perturbado.

—No, no nos dijo que fuera el velador, de hecho dijo que era el administrador del panteón, y aquí traigo su nombre... a ver... ah, sí, el señor Jaurrieta, Enrique Jaurrieta.

“No, no es cierto, el señor Jaurrieta murió hace más de un año” —casi les gritó, el hombre a los niños.

Dos días antes de esta charla, la profesora de la clase de español encargó al grupo de Segundo “A” que formaran equipos para hacer trabajos documentales sobre varios temas que les dio: tradiciones, leyendas, historia regional y literatura chihuahuense. La idea era recabar material en forma de libros, objetos, fotografías, o bien recopilar testimonios por medio de entrevistas que podrían ser grabadas en audio o video, y completar el trabajo de investigación, listo, redactado y bien presentado, en una semana, para exponerlo frente al grupo a lo largo de tres días.

Para Azeneth, una brillante chica que reunía alrededor suyo a una corte de incondicionales que admiraban sus ocurrencias y la osadía de su diario comportamiento, no fue difícil formar un equipo de cinco, incluyéndola, y hasta quedaron fuera algunos candidatos que se tuvieron que resignar a formar filas en otros lados.

A propuesta de la niña, el tema del equipo sería el de los cementerios y las costumbres funerarias, con el que todos quedaron de acuerdo, tras de lo cual se dieron a la tarea de conseguir una cámara de video.

Con el juguetito en mano, y una vez que elaboraron un rol para que a todos les tocara manipular la operación de videograbado, tomaron el camión a la colonia Dale, que los dejó como a cuatro cuadras largas. Caminaron por la calle 16, en medio de las florerías y de los talleres de marmolerías y de monumentos funerarios que ocupan casi todos los locales de esa vialidad, y al frente de la banda, Azeneth llevaba escrito el guioncito de la entrevista que le harían al encargado del panteón. La madre de Leonardo habíales recomendado que fueran al panteón de Dolores, que porque era el mejor conservado.

Hicieron los muchachos tan rápido como pudieron, pero en todos los preparativos se les fueron como tres horas, más una hora que se concedieron para comer e ir a su casa a avisar que saldrían, de tal manera que vinieron llegando al panteón después de las seis, y como es invierno, el sol se había puesto desde las cinco y treinta y cinco minutos. De ahí a que buscaron y encontraron al encargado, allá al centro del cementerio, cerca de una pila de agua y a unos metros de la tumba del Padre Maldonado, ya estaba bien oscuro.

El hombre, muy amable, pues ya tenía muchos años atendiendo al público, a escolares con tareas y a la prensa, accedió de buena manera.

Que cuál fue la primera persona enterrada aquí, que cuántos muertos hay, que cuáles son las principales tumbas, las más lujosas, las más curiosas, que cuáles son las principales costumbres funerarias de la gente en Chihuahua, que en qué se diferencian de las costumbres de otras partes de la República...

El encargado terminó con esa entrevista cuando pasaban ya las 8 de la noche, y personalmente condujo a los muchachitos a la puerta, que estaba cerrada con candado, y a tomar al camión en la parada, después de lo cual regresó, cerró por dentro las rejas metálicas y entró en su oficina.

Todo esto se lo contaron los niños al cuidador, al día siguiente, y conforme le daban detalles, él reconoció en todo a Enrique Jaurrieta, quien fungió como administrador durante mucho, mucho tiempo, pero quien, desgraciadamente, había muerto hacía más de un año.

La grabación en video y en audio del bueno de don Enrique contestando todas las preguntas de su audiencia, fue editada por el valiente equipo de la secundaria y fue proyectada en clase cuando les tocó su exposición. Obtuvieron ellos el primer lugar por la calidad del trabajo.

Por cierto, Azeneth y sus escuderos tuvieron mucho cuidado de mencionar que su entrevistado no contaba ya en el mundo de los vivos.