El guerrillero del pueblo, verdadero representante de los de abajo

SE ENGRANDECE LA FIGURA DE VILLA


El guerrillero del pueblo, verdadero representante de los de abajo

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2011, 23:26 pm

*A casi noventa años de su muerte, sus ideales siguen vigentes

Cuántos jilgueros y cenzontles veo pasar,
pero, qué tristes cantan esas avecillas.
Van a Chihuahua a llorar sobre Parral,
donde descansa el general Francisco Villa;
lloran al ver aquella tumba,
donde descansa para siempre el general…
(LA TUMBA ABANDONADA)

Froilán Meza Rivera

Voy a hablar aquí de mi General (éste sí con mayúsculas).
Y nomás para que no se nos olvide el verdadero significado del Centenario de la Revolución, tan traído y llevado, tan manoseado por la verborrea oficialista, pero tratada esta conmemoración tan superficialmente y con tan pobre material tan falto de la mínima sustancia y análisis.

Dicen que resulta inútil escribir sobre Francisco Villa, porque tienes que tomar partido en contra de él o a favor de él, a pesar de que falleció hace muchos decenios. Siempre terminarán por tacharte como villista o como enemigo de Villa. Pero ¿por qué está tan vigente la polémica sobre la personalidad y la naturaleza de este hombre cuya sola mención sigue desatando tempestades hoy en día?

Tal vez esto se explique por los alcances de la lucha en que se inmiscuyó este guerrero, lucha que ayudó a formar las instituciones del México moderno, y tal vez por el alcance de las reformas económicas, laborales y sociales que el mismo Villa propuso desde la trinchera de los jodidos de su tiempo, y que siguen pendientes todavía a casi noventa años de su muerte. Tal vez.

Doroteo Arango Arámbula fue uno de los jefes de la Revolución Mexicana. Acá en Chihuahua se le reconoce oficialmente como un héroe, y su nombre está inscrito en letras de oro en el recinto del Congreso del Estado.

Sus hechos de armas fueron decisivos, tanto para el ascenso del llamado prócer de la democracia Francisco I. Madero, primero, como para la derrota del régimen de Victoriano Huerta. Nació en San Juan del Río, Durango, el 5 de junio de 1878, y murió asesinado en una emboscada en Hidalgo del Parral el 20 de julio de 1923.

Huérfano, tuvo una infeliz niñez y una conducta muy rebelde en la adolescencia, fue leñador, agricultor y comerciante, antes de hacerse militar revolucionario. Durante la revolución era conocido como "El Centauro del Norte".

Grandes fueron las hazañas de Francisco Villa en la guerra, primero bajo las órdenes de Abraham González en la lucha que encabezó Francisco I. Madero en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. Villa se destacó como un astuto estratega, y de él se recuerdan de esta primera fase batallas suyas que fueron victorias para el bando revolucionario, como la de San Andrés, la de Santa Isabel, la de Camargo, y aquella, mítica ya, en el Tecolote, donde engañó a las fuerzas del general Navarro poniendo sombreros sobre estacas para simular un contingente mayor, con lo que obligó al enemigo a la retirada.

En complicidad con Pascual Orozco, éste y Villa desobedecieron la orden de Madero de no atacar Juárez, y con la toma de esta importante población fronteriza, los dos jefes militares precipitaron el triunfo contra Díaz, quien decidió salir del país y dejar el gobierno a Madero. Cuando éste fue asesinado por la contrarrevolución, Villa reanudó su vida militar, y a contracorriente de las fuerzas que, con Carranza y Obregón que representaban a la burguesía en ascenso, y con la alianza estratégica con Emiliano Zapata y su agrarismo, logró grandes victorias. Un presidente de la República de la corriente villista, Eulalio Gutiérrez, fue designado por la Convención de Aguascalientes, y fue en esa memorable ocasión cuando los ejércitos campesinos de Villa y Zapata tomaron la capital y desfilaron triunfantes, en lo que fue una probadita del poder para las clases humildes que ellos representaban.

Después de la serie de derrotas que le infligieron a su ejército las fuerzas de Obregón y Carranza, Villa terminó por huir prácticamente solo y pudo recomponer después una fuerza irregular. Al sentirse traicionado Villa por los gringos, cuyo gobierno reconoció a Venustiano Carranza y que decretó un embargo de armas contra el Centauro del Norte, éste ordenó que sus fuerzas atacaran la pequeña población de Columbus, Nuevo México y desarmaran a la guarnición del ejército de aquel país. Así se mantuvo de 1917 a 1920, salvo un periodo breve de resurgimiento, cuando Felipe Ángeles volvió al país para luchar al lado de Pancho Villa. Adolfo de la Huerta, al asumir la presidencia interina del país como fruto del movimiento de Agua Prieta, gestionó la rendición de Villa.

El 26 de junio de 1920, Villa firmó los convenios de Sabinas, obligándose a deponer las armas y a retirarse a la Hacienda de Canutillo, Durango, que el gobierno le concedió en propiedad por servicios prestados a la revolución. A partir de 1920, se dedicó a administrar la Hacienda de Canutillo. Desde entonces, se dice, comenzó sistemáticamente a recuperar los tesoros que tenía ocultos en diversos escondites (el mito popular es que lo juntó todo en una cueva oculta de la Sierra Madre). Villa hacía excursiones solitarias a la montaña, a veces durante varios días.

Entretanto, Álvaro Obregón fue elegido presidente de México. Con este hecho, la suerte de Villa quedó marcada fatalmente. Mediante una emboscada que organizó la policía secreta, o por pistoleros a sueldo de familiares de antiguas víctimas de Villa, fue asesinado a tiros el famoso bandolero transformado en general revolucionario.

Era la tarde del día 20 de julio de 1923, cuando Pancho Villa murió en su coche, alcanzado por 47 balas de pistola cuando se dirigía a una fiesta familiar en la ciudad de Parral.

Pero su muerte sólo engrandeció el mito en torno a su figura, y surgieron las leyendas, a cuál más fantástica, como corresponde a un héroe popular como lo fue él.