El dólar o el rey se muere (segunda parte)

Por Omar Carreón Abud


El dólar o el rey se muere (segunda parte)

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2014, 12:05 pm

El dólar se desprendió de su necesidad de respaldo en oro, simple y sencillamente, porque ya para 1944, la de Estados Unidos era la economía más grande del mundo y porque los resultados de la Segunda Guerra Mundial, que estaba por terminar, la consolidarían sólidamente en esta posición de privilegio y, además, porque eso fue lo que santificaron los acuerdos de Bretton Woods. El vaquero norteamericano impuso su terror y voluntad omnímoda, no hubo país que se le opusiera en el terreno económico, bastaba con que Estados Unidos dejara de vender o de comprar o retirara sus depósitos en dólares de algún país insumiso, para que un gobierno nacional se debilitara y llegara al borde del colapso, eso, sin dejar de complementar la sutil acción económica, con la pavorosa maquinaria militar de un ejército que, en cuestión de horas, podía y puede, llegar a cualquier parte del mundo.

Estados Unidos, con su dólar al cinto, se la ha pasado sancionando económicamente al mundo entero. La lista de castigados es larguísima: Cuba, Irán, Irak, Líbano, Macedonia, Liberia, Corea del Norte, Somalia, Siria, Yemen, Zimbabue, Ecuador, Indonesia, Pakistán, ¿para qué seguir?, faltan muchos más. Y ¿por qué razón podían ser tan efectivas y destructoras las sanciones? Porque todo en el mundo se ha movido por medio de los dólares, el equivalente universal por excelencia, el que no tiene, porque Estados Unidos no le vende (a cambio de su moneda), no puede comprar nada en el mundo puesto que el que quiere vender necesita que le paguen en dólares contantes y sonantes, es decir, en una moneda que le acepten para hacer a su vez, compras en otra parte, pues, con perdón, pero una Lempira de Honduras o un Birr de Etiopía, es muy difícil que sean recibidos a cambio de algo por alguien en el mundo.

Pero las cosas están cambiando. Mao Tsé Tung tuvo razón cuando en 1956, aseguró que el imperialismo era un tigre de papel. “Fuerzas pequeñas –dijo en esa ocasión- pero vinculadas con el pueblo, se hacen poderosas, mientras que fuerzas grandes que se oponen al pueblo, se hacen débiles”. Así de sencillo. Y ahí está: los norteamericanos creyeron que en diciembre de 1991, cuando Boris Yeltsin y otros Judas firmaron la disolución de la Unión Soviética, se habían alzado para siempre con el dominio del mundo, que esa unión de estados no volvería a levantar cabeza jamás y, mucho menos, una sola parte de ella, aunque la más grande y poderosa, Rusia; en fin, que todos esos ilusos levantiscos, estaban acabados y a sus pies.

Con la crisis en Ucrania, provocada por Estados Unidos para debilitar la posición de Rusia en Europa, pues estaba ganándole a ojos vistas la batalla por la venta de gas y petróleo a esa región y, con la posterior jugada magistral de Vladimir Putin, en el sentido de dar todas las facilidades para que los crimeos, integrados contra su voluntad a Ucrania en 1954, regresaran a su Madre Patria, con ese desafío de uno de sus hasta hace poco, subordinados, Estados Unidos, fiel a sus arraigados hábitos, procedió a aplicar sanciones económicas a Rusia pero, el antes joven y ágil peleador callejero, terror del barrio, resultó ser un viejo valetudinario incapaz ya de cumplir las amenazas que le hicieron famoso y, hasta el semanario, The Economist, de Londres, un inteligente y documentado medio de la derecha inglesa, tuvo que escribir que las sanciones a Rusia eran simples “pinchazos”.
Estados Unidos sancionó a cuatro bancos rusos, cancelando a los empresarios el pago de las ventas documentadas con las tarjetas de crédito Visa y Mastercard que expedían esos bancos rusos y respaldaban, hasta antes de los castigos, empresas financieras norteamericanas, pero Estados Unidos no pudo evitar que los tenedores siguieran sacando dólares de los cajeros automáticos que eran reabastecidos por los bancos rusos y el “castigo” se les revirtió a las empresas norteamericanas que operan en Rusia y en el mundo porque han reducido sus ventas a los tenedores de las tarjetas canceladas perdiendo importantes segmentos del mercado. Rusia puede vender armas, gas y petróleo y aceptar rublos a cambio y, esos rublos, asimismo, son bien aceptados en numerosos países del mundo. El poder económico de Rusia es ya muy diferente al de 1991, Rusia puede empezar a prescindir del dólar y como símbolo de su resistencia y desafío, a las afueras del acosado Rossiya Bank en Moscú, se acaba de colocar un símbolo de oro del rublo ruso que simboliza la estabilidad de la moneda y su absoluto y seguro respaldo con las inmensas reservas del preciado metal que tiene Rusia.

China, por su parte, modificó su modelo económico en 1976, decidió hacer caso a los descubrimientos de Carlos Marx en el sentido de que una economía en la que la propiedad de los medios de producción fuera de propiedad social, no se contraponía, sucedía, era posterior, a una economía de propiedad privada capitalista de producción y, que ésta, por tanto, para ceder su puesto, requería antes haber agotado todas sus posibilidades históricas. China se aplicó a desarrollar el capitalismo atrasado, inmaduro, que había todavía en 1976, pero bajo la dirección del Partido Comunista que estaba -y sigue estando- decidido a recortar las enormes ganancias de los capitales para mejorar sustancialmente la distribución social de la riqueza. China no ha salido de la pobreza, pero tiene asombrado al mundo con las decenas de millones de chinos que saca de ella cada año como consecuencia directa de las gigantescas inversiones estatales en beneficio de la población más necesitada que realiza su gobierno. China es ya, desde hace algunos años, el acreedor más grande de los Estados Unidos, el tigre de papel le debe a China, hasta la camisa y, el gigante asiático está usando, usando mucho y bien, su moneda, el yuan o renminbi, para llevar a cabo mayúsculas compras y ventas en el mundo sin tomar en cuenta al dólar.

Estas son, pues, algunas de las hormas del zapato que se ha encontrado Estados Unidos y que han hecho trastabillar seriamente al potente dólar que salió de Bretton Woods. No se trata de “contradicciones” internas o fallas del funcionamiento del sistema monetario del dólar, de problemas en su lógica interna, se trata de una nueva correlación de fuerzas económicas en el mundo, de una transformación en la base de la sociedad que es la que explica, en última instancia, la realidad del mundo en todas las épocas. Pero las calamidades que afronta el dólar no quedan todavía completamente descritas con esos datos, “bienvenida desgracia… si vienes sola” o “ya éramos muchos y parió la abuela”, en otras palabras, el tsunami económico que amenaza al dólar queda bien retratado sólo si se añade que, según un importante editorial de la mencionada revista The Economist, fechado apenas el pasado 3 de mayo, tomando en cuenta el método de la comparación del poder de compra entre países Purchasing-power Parity (PPP), China tiene una economía un 20% más voluminosa de lo que hasta hace poco se creía, lo cual indica que –traducción libre- “con los antiguos datos del PPP, se creía que China rebasaría a los Estados Unidos en 2019, ahora, con los datos medidos con mayor precisión, se concluye que ello sucederá a finales de este año”. La economía más poderosa del mundo desde hace 142 años está próxima a perder su cetro. Irremediablemente, el dólar se muere, un nuevo mundo se derrumba, otro surge.