El capitalismo en declive y las matanzas colectivas

Omar Carreón Abud, dirigente del Movimiento Antorchista en Michoacán


El capitalismo en declive y las matanzas colectivas

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2015, 12:00 pm

El mes del Merry Christmas and a Happy New Year se inició en Estados Unidos con otra matanza de inocentes. Esta vez los muertos cayeron en San Bernardino, California, el 2 de diciembre y, como siempre sucede en estos casos, no hubo ni pleito ni discusión previa, los homicidas entraron a una fiesta de navidad de empleados del condado con armas de asalto, máscaras y vestidos de camuflaje y dispararon a sangre fría matando a 14 personas y dejando gravemente heridas a otras 14; un poco más temprano, ese mismo día, en el estado de Georgia, una persona había sido asesinada y tres más lesionadas en un incidente similar. Muchos periódicos y noticieros acompañaron las terribles informaciones recordando la masacre de Sandy Hook, en la población de Newton, Connecticut, el 14 de diciembre de 2012, en donde en una escuela primaria fueron asesinados 20 niños y 6 mujeres.

Las estadísticas de matanzas colectivas que consisten en tiroteos en los que resultan muertas o heridas al menos cuatro personas (pues en los que mueren dos o tres no valen para fines de cuantificación) en el país que tiene más de un siglo impartiendo clases mundiales de libertades, democracia, igualdad de oportunidades e imponiendo su American way of life como lo mejor que a cualquiera le puede suceder, son espeluznantes. Según The Washington Post, la matanza de San Bernardino del 2 de diciembre fue, en los 336 días del año que iban transcurridos, la número 355 y, según el portal “gunsarecool”, los muertos en este tipo de incidentes llegaban en este 2015, también hasta el 2 de diciembre, a 434 personas. Existe una tendencia muy clara al agravamiento del fenómeno, pues, en los últimos años, de 2011 a 2014, los incidentes de este tipo se triplicaron, ocurrieron cada 64 días, mientras que durante el período que abarca los 29 años anteriores, los ataques ocurrían “sólo” cada 200 días en promedio.

Hay más tiroteos masivos en Estados Unidos que en cualquier otra parte del mundo. Es cierto que como lo mencionan muchos, el escalofriante fenómeno está relacionado con la venta indiscriminada de armas. En Estados Unidos vive el 4.4 por ciento de la población mundial pero ahí se posee el 42 por ciento de todas las armas civiles que hay en el mundo y con 321 millones de habitantes, en Estados Unidos, hay en las casas –o en las calles portadas por civiles- 270 millones de armas de uso privado de todo tipo, casi una por habitante (incluyendo niños y bebés).

Los dueños de armas han disparado en contra de 4 millones y medio de personas en los últimos 45 años y han matado a 1 millón 340 mil de ellos.¿Cómo comprenderlo? Hay que considerar que se trata de su majestad la mercancía. Las armas, como las papas fritas, los cigarros, el alcohol y los teléfonos celulares, son una mercancía y en ese objeto que aparenta solo ser útil para su poseedor, se encierra y esconde otra característica sorprendente: el tiempo de trabajo que el patrón no le pagó a sus obreros mientras producían; ese valor hay que separarlo urgentemente y apropiárselo pero ahora en dinero contante y sonante, tanto para el disfrute personal del patrón y su familia, como para la reinversión y el reinicio constante del ciclo del capital, el honorable sistema capitalista no funciona, no puede funcionar de otra manera.

Así que, vender, vender y vender es su destino irrenunciable para hacer realidad su ganancia. Los fabricantes de armas en Estados Unidos son poderosísimos productores de mercancías que dictan las políticas del comercio de armas en Estados Unidos y en el mundo entero. Las guerras -las oficiales con soldados nacionales y las extraoficiales inducidas y financiadas mediante ejércitos irregulares y terroristas- son un negocio, son ventas de mercancías.Pero las armas a la disposición son cuando mucho la mitad del problema, no se disparan solas, precisamente por eso se dice jocoseriamente que son muy pendejas en manos de peligrosos. Hace falta, claro, un ser humano que las accione. Y ¿qué clase de ser humano ha producido el sistema de la máxima ganancia que es en última instancia el que explica las formas sociales y, consecuentemente, las individuales? Visto como consumidor, ha generado un sujeto que es el correlato indispensable de la venta, venta y venta y actúa diligentemente en la compra, compra y compra, ha engendrado un consumista irreflexivo y obsesionado cuyo sensacional éxito consista en adquirir una docena de matamoscas sólo porque los ha encontrado en oferta y, visto como productor de esas mercancías, ha forjado a un sujeto sometido, parcializado en su labor y, para controlarlo, desorganizado, enajenado, adherido al televisor que le inocula durante su vida historias increíbles y violentas y, últimamente, con el celular en el oído durante horas enteras sosteniendo diálogos insulsos como forma absurda de mantenerse en la comunidad o en la familia (si la tiene).

Pero todo esto se ha estado acabando paulatina e inexorablemente durante los últimos años. El ser humano como consumidor en Estados Unidos ya no es el que era, está perplejo, el volumen de mercancías que se le ofrecen ante sus ojos sobrepasa inmensamente su capacidad de llevarlas a su casa, los ingresos de un trabajador típico han estado estancados en términos reales durante el último tercio de siglo y, el ser humano como obrero productor, ante los aumentos gigantescos de la productividad cada vez es menos necesario para el capital y ya existen 47 millones de personas sin empleo viviendo de la caridad oficial.

En la máxima expresión del capital, se ha alcanzado, pues, la máxima expresión de la opresión, la humillación del trabajador que tiene ante sí millones de mercancías que no puede comprar ni va a poder comprar nunca, de un ser humano que mira que su situación personal y familiar va en declive y que no conoce ninguna explicación a su condición y menos aún una salida colectiva posible. El individualismo exacerbado, el odio a otros naciones o religiones que se le ha inculcado a la persona para adiestrarla para participar y apoyar las guerras (recuérdese “el imperio del mal”, las “amenazas a nuestra nación y valores”, etc.), la falta de conciencia y de posibilidades de una lucha liberadora de clase, todo ello ha creado en el extremo social sujetos frustrados, convencidos de que el sistema es eterno, llenos de odio, vengativos, no contra quienes los han sumido en el abandono y la pobreza, sino contra todo el que se mueva, contra cualquier ser humano. Si a ello añadimos las armas a la disposición, tenemos la combinación completa, seres humanos que tienen el placer de matar, la posibilidad de matar y que matan. Horrendo.