El actual sindicalismo magisterial mexicano, arma de control del gobierno

Por Aquiles Córdova Morán


El actual sindicalismo magisterial mexicano, arma de control del gobierno

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2017, 19:30 pm

(El autor es Ingeniero por la Universidad Autónoma de Chapingo y Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional. Articulista en más de 60 medios, conferencista y autor de más de 10 libros.)

La Historia del Movimiento Obrero Mexicano, propiamente dicha, comienza con el triunfo de la Revolución de 1910. Antes de esa fecha, sólo existieron intentos más o menos exitosos de organización obrera, es decir un movimiento embrionario, cuya base material era la misma que las de todos los movimientos obreros: el antagonismo entre los intereses de los trabajadores y los intereses de los patrones, que deriva en la lucha de clases.

Algunas formas de organización embrionaria de la lucha obrera en Inglaterra y Francia fueron las fraternidades y asociaciones de aprendices y oficiales en los talleres feudales; este es el primer brote, el más antiguo quizás, de sindicalismo que empieza a nacer en el modo de producción feudal, y que tenía como objetivo luchar en contra de las corporaciones de los artesanos. Ya en la última etapa del siglo XVIII surgieron formas de organización correspondiente a la producción por cooperación simple y a la manufactura, en la cual los objetivos de lucha eran los de los artesanos en contra de los comerciantes (que después, con el paso del tiempo, se convirtieron en capitalistas); es en este siglo que agoniza el feudalismo y de sus entrañas surge el actual sistema capitalista; aparece la invención de grandes máquinas-herramienta con la Revolución Industrial que tuvieron un efecto inmediato en la multiplicación de la capacidad productiva del obrero. Ya a principios del siglo XIX con el capitalismo en desarrollo surge la clase obrera moderna, con toda su problemática de injusticia, miseria, ignorancia y explotación. Surgen nuevas formas de organización obrera, como los movimientos espontáneos que consistían, principalmente, en la rebelión de los obreros en el interior de las fábricas, en el abandono de las mismas y sobre todo en la destrucción de las maquinas, a esta fase de la lucha obrera se le llamo fase espontánea o Luddita. De ahí vino otra forma de organización que fue el mutualismo, la cual consistía en organizarse de manera clandestina formando hermandades secretas bajo el cobijo de un santo y tenía como propósito la ayuda mutua con la creación de cajas de resistencia, en las que un pequeño comité o un solo obrero recibía las cuotas de sus compañeros obreros, y de allí hacía préstamos a quien tuviera alguna emergencia, por ejemplo si perdía el trabajo. Cabe destacar que la lucha de los luddistas y del movimiento obrero clandestino no fue inútil; bajo la presión de estas primeras luchas obreras, el gobierno se vio obligado a promulgar las primeras leyes que intentaban limitar la brutal jornada de trabajo, cuando menos para las mujeres y los niños. En 1729 en Inglaterra ya en un intento de organización sindical se organizó el primer sindicato moderno, que se llamó “Sociedad Correspondiente de Londres” y estaba dirigido por un zapatero de nombre Tomás Hardy, el cual llego a tener 80 mil afiliados, que para ese tiempo era un mundo de gente, la cual se proponía mejoras en los salarios pero, sobre todo, en la reducción de la jornada de trabajo. Evidentemente el gobierno no estuvo de acuerdo en ceder a la explotación y promulgó una ley que prohibía las huelgas y las coaliciones, incluso esa ley condenaba, incluso bajo pena de muerte, a todo aquel que intentara organizar a los obreros. En 1864 se pone la primera piedra de la creación de la gran organización internacional de obreros, que recibió el nombre de “Asociación Internacional de los Trabajadores” así nace la Primera Internacional, fundada por Carlos Marx y Federico Engels, en cuya declaración de principios y estatutos dice como piedra fundamental: “la liberación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma “.

A diferencia del sindicalismo obrero inglés y del sindicalismo obrero francés, el sindicalismo mexicano no nació del obrero, no lo pidieron los obreros, como sucedió en Inglaterra o en Francia; el sindicalismo lo promovió, primero, el gobierno de Venustiano Carranza y después, con más fuerza, el de Lázaro Cárdenas; estos gobiernos fueron los que urgieron, obligaron prácticamente, a través de sus líderes muy bien comprados por ellos, a que los obreros formaran sus sindicatos y luego sus centrales sindicales.

Como se puede estudiar a través de la historia del movimiento obrero mexicano y observar y hasta palpar en la actualidad, el sindicalismo mexicano no es independiente sino que está muy ligado a la clase del poder; debido a que dentro de los sindicatos hay líderes charros que se venden al patrón y al gobierno, para poder satisfacer sus mezquinas necesidades económicas y, peor tantito, convirtiéndose en traidor de su clase, dejando de lado el verdadero propósito del sindicalismo autentico que es luchar por la defensa de los trabajadores y de sus derechos laborales, y dar también la lucha política. Por otra parte, el patrón y el gobierno, sin importarles las necesidades de alimentación, de salud, de educación, de deporte, de cultura, de vivienda, de descanso y de esparcimiento del obrero, corrompe al obrero que no tiene conciencia de clase y no tiene educación política; todo para satisfacer sus intereses de clase como son a manera de ejemplo: amasar grandes cantidades de dinero para sus casas y autos lujosos, francachelas, vestir al último grito de la moda, viajes, joyas, para comprar voluntades judiciales y políticas, etc.; a costa de la explotación y salarios de hambre que reciben los obreros.

¿Pero qué es lo que sucede cuando el obrero mexicano se organiza y se levanta en contra del patrón y del gobierno? Pues, rápidamente mandan a traer al líder para comprarlo y calmar la bronca, claro, en el caso más amable; pero hay, despidos masivos o de los principales obreros levantiscos o en el peor de los casos, que los hay y bastantes, la represión a punta de tolete y pistola, los levantamientos y asesinatos.

Ahora bien, el sindicalismo magisterial mexicano (el SNTE o la CNTE), por más que se diga que es independiente, que es el bueno, el revolucionario, el democrático , que en él no hay charrismo, que sus dirigentes son elegidos democráticamente en congresos a través del voto, es la apariencia pues una vez que los líderes ganan la elección, sólo se dedican a dar la lucha económica en los mejores de los casos y en los peores venderse al mejor postor para ganar huesos, dineros, privilegios, utilizar los votos como carne de cañón de sus agremiados; como ocurrió con la ex lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, o como con la CNTE que primero los corrompieron, les dieron manga ancha en Michoacán, Oaxaca y Chiapas en el manejo de plazas y canonjías, y después se los quitaron; razón por la cual, salieron a las calles a manifestarse, argumentado y llevando como bandera la no aprobación de la Reforma Educativa.

Ante el control y la nauseabunda descomposición del sindicalismo mexicano oficial y de “izquierda”, que ha incubado y consentido el gobierno, los antorchistas pugnamos (y de hecho ya lo estamos llevando a cabo con Antorcha Magisterial), un sindicato que sea para los docentes, de los docentes y que realmente luche por los docentes, un sindicato libre de charros, un sindicato consciente, educado, politizado y en pie de lucha, un sindicato que tenga un proyecto educativo que en verdad se lleve a la práctica en beneficio de los educandos y de los trabajadores de la educación, como lo tiene Antorcha Magisterial; un sindicato que de la lucha económica, que aglutine a todo el conjunto de centrales sindicales y, codo a codo con el Movimiento Antorchista Nacional, dar la lucha política para promulgar verdaderas leyes en beneficio de la clase trabajadora y tomar el poder político del país para el bienestar de todos los mexicanos sin excepción.