El Palomar más grande del mundo

Hotel Del Real en el centro de Chihuahua, convertido en el palomar más grande de que se tenga noticia


El Palomar más grande del mundo

Froilán Meza Rivera
Octubre de 2010, 17:51 pm

Chihuahua, Chih.- El Hotel del Real se encuentra convertido en el palomar más grande de la ciudad y en uno de los refugios de palomas más importante de que se tenga noticia.

Cubiertos de capas de excremento de paloma, ocho pisos completos del que fuera en su momento -junto con el desaparecido Hilton- uno de los hoteles más famosos de esta capital, albergan a miles de estas aves que anidan en cada uno de los rincones y que se apoderaron de esta fallida obra de la arquitectura de la posguerra. Sólo se salvan de este destino la planta baja y el mezzanine, ocupados por una institución bancaria, un restaurant bar y otros pequeños negocios, tanto del lado de la avenida Independencia como de la calle Victoria.

Edificio del centro histórico que es una inevitable referencia arquitectónica por su masiva construcción y por su altura, mas no por la belleza marchita y poco digna con que ha recibido el paso del tiempo, el Hotel del Real ha sido amenazado varias veces con una tan anunciada como pospuesta demolición.

Del Hotel del Real se utilizan actualmente sólo dos de sus diez niveles.

En el primer piso, luego de traspasar la puerta que aísla la parte ocupada de los sectores desiertos, se amontonan restos de alfombras, cajas llenas de recibos y documentos varios, así como de una variedad infinita de basura y desperdicios.

En el segundo piso no hay señales de actividad humana reciente, sólo polvo y restos orgánicos. Ya desde el piso anterior pisábamos la crujiente y seca capa de excremento de paloma en los pasillos, escalones y en los espacios que una vez fueron distinguidas habitaciones. Con las pisadas se levantaba un asfixiante polvillo del piso y se arremolinaban nubes de plumas diminutas que no dejaban respirar bien.

El olor a paloma se iba haciendo más y más concentrado, y las aves huían al paso de los intrusos que perturbaban su santuario.

Era tal la cantidad de palomas que anidaban y revoloteaban dentro de los pisos abandonados, que en su vuelo rozaron varias veces la cara, la ropa y el cabello de quienes entraron a intranquilizarlas. Se vieron escenas surrealistas que se antojaban propias del ambiente de la novela "Los Pájaros", de Dafne Du Maurier, y que fuera llevada a la pantalla bajo la brillante dirección de Alfred Hitchcock. La inquietud tuvo en algunas ocasiones perfiles de miedo y terror cuando por los pasillos se desplazaban en desbandada, como tormentas de plumas, picos y patas.

En lo que fue un clóset, ahora aparentemente vacío, se descolgaron de repente unas diez o quince palomas que salieron de las penumbras y dejaron el travesaño sobre el que dormitaban, y no se supo quién se asustó más con la sorpresa, si los inquilinos o los visitantes. De tramo en tramo se podían ver incluso cadáveres de estos animales en distintos estados de descomposición entre las plastas de guano que pisábamos contra el entarimado del piso.

En el piso octavo, que una vez fuera lujoso salón comedor y pista de baile con su terraza y barandal de madera, las palomas eran también amas y señoras, y como en todo el recorrido anterior, aquí su vuelo cubría la amplitud y la doble altura de la sala.

Su apariencia de pájaros nobles e inofensivos fue desmentida en el Hotel del Real, donde probaron que pueden ser no solamente destructores de valiosos edificios históricos de piedra o de los monumentos de bronce que son carcomidos por la extrema acidez de su excremento, sino que pueden en su lucha por la existencia, apoderarse de edificios completos como éste, que contando el cuarto de máquinas (noveno piso), la planta baja y su mezzanine, así como el sótano y las estructuras de la azotea, tiene 13 niveles. ¡Vaya conquista!

Las palomas entran y salen a través de las ventanas, agujereadas unas, abiertas otras, o por los diferentes orificios de la estructura. En la azotea, fuera ya de la atmósfera asfixiante del polvo de guano de ave, de las plumas y de los corucos, libres del monótono y enervante cu-cú, ya al aire libre, la vista de la ciudad es espléndida.

En las alturas, las bandadas de palomas se veían como agrupaciones de puntos oscuros suspendidos entre los techos y las nubes, que maniobraban coordinadamente y que se dirigían a la Plaza de Armas, hacia el sur y hacia el oriente en un esfuerzo colectivo por localizar fuentes de alimento. Al pardear la tarde, las viajeras vendrán de nuevo a su santuario, a su casa, a uno de los palomares más grandes del mundo que, quién sabe por cuánto tiempo más gozarán, en tanto no llegue la anunciada demolición.