El Acueducto de Rosales y el vampiro siniestro

LEYENDA REGIONAL


El Acueducto de Rosales y el vampiro siniestro

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2011, 09:09 am

Por Froilán Meza Rivera

Rosales, Chih.— “El vampiro siniestro” es el título de la tercera película del cineasta Francisco Javier Urrutia Aguirre, capitalino naturalizado rosalense, y su acción se centra en un vampiro que acecha de noche a sus víctimas y las persigue en el viejo acueducto y en el molino de esta población.

Después de que fuera rodado en 1970 y proyectado aquí en 1971, el filme fue acogido con beneplácito por la gente, por el mero hecho de que conocían al autor. Los lugareños agradecieron asimismo que se hubieran utilizado los servicios de actores locales y que se hubiera filmado en escenarios por ellos conocidos en lo cotidiano.

Pero la película tuvo otro efecto: a partir de entonces, menudearon entre la población las versiones de que, en efecto, un vampiro rondaba el acueducto de Rosales, y de que incluso el molino era realmente un reducto del mal. Todo comenzó con la desaparición de una borrega de un ranchito de por el río, ya que el dueño nunca se explicó cómo fue que el animal hubiera saltado la cerca de carrizos de casi tres metros de alto, y sin haber forzado el candado de la entrada.

“¿Y cómo los otros borregos, y las vacas, y el caballo, siguieron ahí sin salirse?”, se preguntaba con aspavientos el ranchero, de apellido Gándara. Hay que establecer que esto sucedió más de veinte años antes de la leyenda del “chupacabras”, por lo que no hay relación. El caso es que cuando apareció la borrega, fue en el portón del molino anexo al acueducto, a unos metros de la carretera. “Está completamente desangrada”, dijo entonces un médico veterinario que atendía a tres cuadras de ahí.

SE FORJÓ UNA LEYENDA

Claro, no podían faltar las marcas dobles como de colmillos. “Como colmillos”, apuntó un lugareño. “Como colmillos de vampiro”, dijo más tarde una señora en el lavadero, y la versión se fue de lavadero en lavadero por todo el pueblo. Y tal vez inconscientemente, alguien que no se acordó en ese momento de la película de Urrutia, exclamó en la plaza: “¡Esto es obra del vampiro!”.

“Del vampiro”, dijo aquel hombre, como si “el vampiro” fuera un personaje conocido.

Por aquellos mismos días, murió en el Seguro Social una muchacha que desmejoró mucho en su agonía, y asombró a sus conocidos por haber perdido casi la mitad de su peso estando en cama, hasta quedar con aspecto casi cadavérico. Y no faltó quien asegurara que la joven mujer había recibido por las noches la visita del vampiro, por lo que la explicación para la pérdida de peso era esa y no otra. Lo peor: que de acuerdo a los convencionalismos hollywoodescos aplicados a las películas de vampiros, a la pobre muchacha ya pensaban atravesarle el pecho con una estaca, y rociarla con agua bendita, y ponerle ristras de ajos en el ataúd. Por fortuna, la mamá no permitió ninguna de esas profanaciones, con excepción, claro, del agua bendita.

Poco a poco se creó aquí una especie de histeria colectiva, porque cada ranchero que pasaba por el acueducto y el molino en la noche, ya veía la figura de un vampiro anhelante de sangre humana acechándolo desde las sombras. El siniestro vampiro del acueducto fue visto decenas de veces en pocos años, y ya no importa que haya sido sólo una película, porque el pueblo construyó un personaje de leyenda, junto con la leyenda misma.

EL ACUEDUCTO, SU ORIGEN

Pero, aparte de leyendas y consejas, el acueducto es, realmente, todo un atractivo turístico, muy desaprovechado por cierto por los naturales, en vista de que se trata de un sobresaliente monumento arquitectónico de la época colonial.

Obra de ingeniería hidráulica construida en el siglo Diecisiete, el acueducto se encuentra actualmente en desuso. Antaño, abastecía de agua a las huertas de la misión franciscana de Santa Cruz de Tapacolmes, hoy Rosales, establecida en 1714 en terrenos donados por el sargento mayor don Juan Antonio de Trasviña y Retes.

Más tarde, en 1735, cuando la misión se trasladó a donde hoy se encuentra la población de Rosales, debido a los constantes ataques de indios rebeldes, sus aguas siguieron fluyendo para irrigar las tierras de labor de la Hacienda Las Delicias y para hacer funcionar el molino de trigo de la región.

En 1848, la zona fue ocupada por los soldados estadounidenses que, bajo el mando del general Sterling Price, atacaron la población de Rosales, alegando para su ataque, que él no estaba enterado de la firma de los tratados de paz entre México y los Estados Unidos.

ROSALES Y DON BENITO JUÁREZ

En 1864, el presidente de la república don Benito Juárez, pernoctó en la Villa de Rosales y pasó por la zona en su trayecto hacia la ciudad de Chihuahua. Aquí llegó don Benito el 10 de octubre de 1864, en su peregrinaje hacia el norte, y otorgó a Rosales el privilegio de ser capital de la República por un día. Aquí durmió, en la casa de María Sáenz de Aguilar y Manuel Aguilar Sáenz, quienes eran primos hermanos pero se casaron porque, siendo de la aristocracia, y porque en Rosales nomás había peones y hacendados, preservarían así la estirpe y la herencia familiar.

Lo que sigue es historia, pero en esta región es también una tradición oral que pasa de padres a hijos: Antes de la hora de dormir, con la fiesta en su apogeo, don Benito, que era un hombre muy alegre, quiso salir a bailar en cuanto empezaron a tocar los músicos, pero los acompañantes no le daban tiempo. Así que fue hasta la segunda melodía cuando el hombre pudo darle vuelo a la hilacha y bailó aquella alegre polka que tanto le gustó, y la pidió una y otra vez a los músicos. Se trataba de “Las Escobitas”, y cuentan los lugareños que, pasados dos días, cuando Juárez estaba ya en la capital del estado, como no se acordó del nombre, volvió a pedir que le tocaran la misma melodía, “la segunda que tocaron en Rosales”.

“Las Escobitas” se llama, desde entonces, en honor a don Benito Juárez, “La Segunda de Rosales”, y por lo menos en Chihuahua nunca ha dejado de tener vigencia.