Efraín

Javier Corral Jurado /Columna Rotafolio


Efraín

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2012, 14:42 pm

Muchas de las luces más brillantes que Acción Nacional colocó en el derrotero democrático de México, como ideas que se convierten en convicción y motor, fueron fruto de la inteligencia privilegiada, la integridad ética y el compromiso cívico de Efraín González Morfín. Ayer murió a los 83 años de edad, bajo el más amplio respeto y prestigio que pueda acumular un hombre en el tránsito por la vida.

Nadie como él ha logrado hasta ahora repetir la hazaña adoctrinadora en que transformó su campaña presidencial de 1970, cuando hizo del mitin un ejercicio didáctico para explicar el ejercicio de los derechos y llenar la plaza pública de “verdades desnudas” sobre un régimen de facción como el que le tocó enfrentar.

Campaña aquella que le dejó a México y a Acción Nacional definiciones ideológicas y programáticas que perduran hasta nuestros días, en un pensamiento de insospechada modernidad para su tiempo, porque Efraín fue, quizá, el ideólogo más progresista con que ha contado el PAN en toda su historia; se empeñó en rebautizar a la doctrina del humanismo político en solidarismo, para afianzar como una tercera opción, con cualidades propias, el pensamiento que reconoce al hombre y a la comunidad en una vertebración indisoluble de derechos individuales y obligaciones sociales, y no como “una síntesis neutralizadora de dos disparates que son el capitalismo y el colectivismo”.

Junto con don Adolfo Christlieb Ibarrola, González Morfín elaboró la primera proyección de principios de doctrina de Acción Nacional en 1964, y fue el autor central de uno de los documentos de más hondo calado en la “cuestión social”, denominado Cambio Democrático de Estructuras, memoria de la vigésima convención extraordinaria del PAN, donde se contiene con claridad meridiana la definición antimonopólica que en lo económico y en lo político nutrió el origen del PAN.

Aquel documento planteaba: “en estos tiempos, un pueblo como México, aquejado de graves carencias, no puede conformarse —si quiere avanzar y aun evitar el retroceso— , con ser parte de una humanidad en retirada. La felicidad estatizada y dosificada, bajo el disfraz de una estabilidad política y económica mantenida en equilibrio inestable sobre un desarrollo desigual e injusto de los grupos sociales, a costa de las mayorías, y el sacrificio de la libertad en aras de la seguridad, son actitudes que hacen vivir a un pueblo apenas a la defensiva, porque, frente a los avances necesarios, en realidad equivalen a una retirada”.

“En Acción Nacional tenemos conciencia de que para encauzar positivamente los sentimientos de inconformidad que en México se exteriorizan con mayor vehemencia, frente al escandaloso desequilibrio político y a la ostentosa y desigual distribución de los bienes son necesarias medidas revolucionarias, para que operen o se transformen las estructuras políticas, económicas y sociales del país. Frente a la disyuntiva entre evolución y revolución, para fines de ajuste y cambio de las estructuras, claramente nos inclinamos por un cambio revolucionario de las mismas”.

“No entendemos por cambio revolucionario de estructuras —quede bien claro— el que proviene de la insurrección armada, de la subversión, o de cualquier otro tipo de violencia. La disyuntiva evolución-revolución no es simplista. La historia demuestra que se identifican la evolución y la conservación del poder por los de arriba. Por eso, no creemos que las clases poderosas puedan ser agentes principales de la transformación social. Cuando menos, entre otros que nunca lo han sido. La reforma de las estructuras políticas, económicas y sociales, hacia modelos más justos y humanos, siempre se ha promovido de abajo hacia arriba, por el impulso incontenible de los grupos humanos postergados, cuando se deciden a mejorar su propia vida. Quienes están cómodamente instalados en las estructuras creadas por ellos para beneficio de los menos, no se preocuparan por cambiarlas”. Efraín González Morfín luchó por revisar y transformar en sentido de justicia, las estructuras económicas, políticas y sociales. Ese cambio, el de fondo, sigue pendiente.

Muere en el seno de la fe que proclamó, el catolicismo, en la doctrina social cristiana que tantas veces enseñó. Lo cual no le impidió nunca explicar y sostener la necesaria separación de la Iglesia y el Estado, a partir de definir para la política el campo de lo contingente, y reservar la religión para el campo de lo necesario. Porque Efraín fue un defensor de la libertad de conciencia y de las conciencias en la sociedad, ello se tradujo en una defensa permanente de las libertades política, académica y religiosa. Del Estado laico, entendido éste como neutralidad positiva frente a las creencias. “Cada uno de nosotros está dotado de entendimiento para buscar la verdad, para encontrarla o para equivocarse en la búsqueda. Y la dignidad íntima del entendimiento no permite que otro, aunque sea poderoso y se llame gobierno, nos imponga la verdad oficial, nos diga cómo debemos usar un entendimiento que él no nos dio, ni cuáles deben ser los criterios para distinguir lo verdadero de lo falso”, así lo escribió.

Hoy que el PAN tiene el deber de acudir a sus fuentes para identificar a plenitud los motivos de su origen y del sentido de su presencia en la vida política de México, la de Efraín es una fuente inagotable de sabiduría y de planteamiento moderno.