Dificultades y trascendencia del modelo venezolano

Por Abel Pérez Zamorano


Dificultades y trascendencia del modelo venezolano

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2014, 13:02 pm

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo)

Venezuela es hoy escenario de manifestaciones antigubernamentales como la del jueves 13 de este mes, donde tres jóvenes fueron asesinados por pistoleros no identificados, crímenes que, sin embargo, prestamente la oposición ha atribuido al gobierno.
La prensa mundial se ha encargado de dar el máximo de resonancia a las protestas, y, para aumentar la presión, organizaciones de derechos humanos de los Estados Unidos y el Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos demandan una investigación inmediata. Pero no nos engañemos. Lo que hoy ocurre es una lucha entre aquéllos que buscan emplear la riqueza a favor del pueblo, y, del otro lado, quienes ansían acumularla en pocas y cuantiosas fortunas, como es el caso de la oligarquía y su protector el gobierno norteamericano. Se sabe, por ejemplo, que muchos empresarios abusivamente han subido precios, provocando irritación social, y han generado desabasto de artículos básicos, arguyendo que ello se debe al control de precios gubernamental.

Los líderes opositores se envuelven en el manto de la libertad, pero en realidad su objetivo es la reconquista del poder político por la clase empresarial, de la mano con las transnacionales afectadas por el gobierno venezolano, y esto no es una mera suposición: Wikileaks divulgó evidencias de los estrechos vínculos del gobierno norteamericano con algunos de los líderes más conspicuos, y violentos, de la oposición. Pero lo cierto es que Nicolás Maduro fue elegido legal y democráticamente por el pueblo venezolano, y es obligado que sus adversarios, tan defensores de la democracia y la legalidad en el discurso, como Estados Unidos, respeten la voluntad popular y la ley; de lo contrario están orquestando un golpe de Estado de facto, con cobertura civil.

Sin embargo, sería un error, y grave, atribuir todo el problema a la conspiración externa y a la malevolencia de la clase empresarial venezolana, aunque sean factores reales. Al gobierno y a sus líderes conviene, por el bien del proyecto social que dirigen, detectar los posibles errores, que propicien el ambiente social en que pueda encontrar eco la propaganda opositora. Y no hay en esto minusvaloración alguna de los éxitos del gobierno venezolano, que ha realizado una verdadera hazaña histórica en la elevación del bienestar social en Venezuela y la ayuda a otros pueblos en toda la región (incluyendo los pobres de Estados Unidos), hecho que le ha merecido el reconocimiento mundial. Sólo algunos ejemplos: en diciembre pasado, según la CEPAL, Venezuela presentó los mejores resultados en reducción de pobreza en América Latina, reduciendo en 5.6 por ciento la pobreza extrema (por cierto, México fue el único país donde la pobreza aumentó), y la FAO ha premiado al país por sus logros sociales; la UNESCO lo declaró territorio libre de analfabetismo; en fin, la ONU reconoce que el Índice de Desarrollo Humano ha subido notablemente en Venezuela entre los años 2000 y 2012.

Pero eso de ninguna forma debe llevar a nadie a cerrar los ojos ante problemas actuales que demandan atención efectiva. La inflación al cierre de 2013 fue de 56.3 por ciento. Hay escasez de productos básicos; en 2013, el crecimiento económico fue de apenas 1.6 por ciento, hecho en el que, ciertamente, impacta la crisis mundial a la que Venezuela no puede ser ajena. Entre 2007 y 2011 la producción de hierro se redujo en 21 por ciento, y SIDOR, la gran empresa productora, opera al 45 por ciento de su capacidad instalada. En 2013 se produjeron 30 por ciento menos vehículos que en el año anterior. La gasolina parece estar vendiéndose por debajo de su costo, según declaraciones del propio ministerio de Petróleo y Minería. En los últimos seis años, las exportaciones de petróleo se han reducido en 800 mil barriles, con la consecuente merma en los ingresos gubernamentales, generando una crisis de divisas que afecta a las importaciones. El tipo de cambio, legalmente de 6.3 bolívares por dólar, es diez veces más alto en el mercado negro. La deuda pública sigue creciendo: en el año 2000 el monto de la deuda total del gobierno federal fue de 32 mil millones de dólares; en 2010 sumó 71 mil, y en 2013 llegó a 110 mil millones. Ante este panorama, el riesgo país ha aumentado, lo cual obliga a endeudarse a tasas más elevadas. O sea que el capital financiero está especulando con los problemas de Venezuela.

El gobierno impuso controles de precios para limitar las exageradas ganancias empresariales a un máximo de 30 por ciento, a través del decreto presidencial “Ley Orgánica de Precios Justos”, promulgado el mes pasado, y que busca revertir la inflación, obligando a las empresas a vender en función de sus costos, como un freno a la especulación. Esto, obviamente, ha molestado al sector privado venezolano y al capital extranjero, que no encuentran el ambiente propicio para obtener las ganancias depredadoras que suelen alcanzar en otros países. Así pues, el modelo venezolano atraviesa por un período complicado, donde, o bien avanza de manera decidida, o corre peligro.

Al culpar a la oligarquía de hacer una guerra económica, al gobierno no le falta razón, pero el que así sea sólo evidencia que aquélla sigue disponiendo de los recursos de poder necesarios para hacerlo y de los medios de prensa para justificar sus acciones, desprestigiar al gobierno y alentar la inconformidad. Pero el problema es no sólo político, sino económico, y así debe atenderse. Y Venezuela tiene todo para construir un modelo de desarrollo no sólo de espíritu humanista, sino económicamente eficiente y sustentable: es la quinta economía más grande de Latinoamérica, tercer lugar mundial en reservas de bauxita, cuarto en reservas totales de oro, sexto en gas natural y décimo en reservas totales de hierro; y, muy importante, posee las mayores reservas petroleras del mundo. Pero para consolidar su modelo, Venezuela necesita diversificar su economía, empleando como palanca el petróleo para fomentar un desarrollo económico más equilibrado, pues está exageradamente petrolizada: en 2012 las exportaciones de hidrocarburos representaron el 92.9 por ciento del total, y eso representa una gran vulnerabilidad ante los altibajos internacionales, como ocurre hoy, cuando la crisis global ha provocado una reducción en las exportaciones de crudo, de un total de 88 mil millones de dólares en 2011, a 79 mil millones en 2012. La economía pareciera estar parada sobre un solo pie, lo cual le genera inestabilidad.

Políticamente hay sin duda un buen margen para avanzar. Un valioso activo para impulsar el modelo es que apenas en diciembre pasado el chavismo se anotó importantísimos triunfos en las elecciones locales que reflejan un importante respaldo social. Pero, en contraparte, representa una debilidad estructural el que su proyecto haya venido dependiendo excesivamente de la figura de un solo líder y que se perciba poca presencia de una organización que incorpore de manera más organizada la participación popular; no debe olvidarse que los grandes cambios sociales sólo pueden ser obra del pueblo, pero organizado y consciente, condición que hoy se torna particularmente apremiante en Venezuela, que no sólo enfrenta a poderosos enemigos internos y externos, sino a siglos de educación que condicionan al hombre a aceptar la opresión. Venezuela debe seguir buscando nuevos caminos hacia una sociedad menos injusta. Su resultado será de una inmensa trascendencia.