Denis Sinyakov: de fotografiar esquimales a la cárcel

Por Daniel Burgui Iguzkiza


Denis Sinyakov: de fotografiar esquimales a la cárcel

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2013, 15:05 pm

Denis Sinyakov (Obninsk, 1977) es uno de esos periodistas discretos, obsesivos y metódicos. Diría que hasta silenciosos, pero cuyo nombre y firma avalan un trabajo extraordinario. De esos periodistas que se dejan ver muy poco en el lado expuesto de los focos y las cámaras. Salvo cuando reciben un premio o, como ocurrió en el caso de Sinyakov, se meten en problemas.

De hecho, pese a seguir hace años sus reportajes, no supe qué cara tenía hasta que lo vi esta semana en la audiencia preliminar al juicio. Ha llevado su cámara de fotos y chaleco antibalas en las guerras de Georgia y Osetia, Afganistán, Líbano y el Kurdistán y en las mantazas de Adiján en 2005. No lo detuvieron las balas, sino las autoridades de su propio país.

Esta semana, la corte de Murmansk –una de las principales ciudades portuarias al norte de Rusia– lo acusó de piratería y de formar parte de un grupo criminal organizado: la asociación ecologista Greenpeace. Le impuso dos meses de prisión preventiva y podría enfrentar una pena de hasta 10 o 15 años en prisión.

Después de oír disparos en tantos lugares durante los últimos años, Sinyakov decidió quedarse en casa y recorrer, como reportero freelance para la agencia AFP primero y para Reuters después, algunas de las esquinas más recónditas de la Federación Rusa en busca de historias incómodas.

En 2006 publicó uno de sus trabajos más fascinantes sobre los pueblos del norte de Siberia, para Reuters, que fue destacado como una de las mejores historias de la agencia aquel año. Sus fotografías de esquimales felices comiendo pescado dieron la vuelta al mundo.

“Las tribus nenet que habitan la península de Yamal, en la Federación Rusa, han sobrevivido a los zares, a la revolución bolchevique y a la caótica década de los noventa. Y sin embargo es ahora cuando se enfrentan a su mayor reto hasta la fecha, porque el subsuelo bajo sus pies cubiertos de pieles alberga unas reservas de dieciséis billones de metros cúbicos de gas. Yamal supera ya el 90 por ciento de la producción gasística de Gazprom, el gigante estatal de sector energético”, reza el comienzo del reportaje de Sinyakov.

Los nenets viven en la península de Yamal, que se encuentra en el interior del Círculo Polar Ártico, a 2.000 kilómetros al nordeste de Moscú. Gran parte del trabajo de Sinyakov consistió en llegar hasta allí y encontrarlos. Los nenet son tribus nómadas que se desplazan más de 150 kilómetros al año y no paran más de un par de días en cada lugar.

Del trabajo de Sinyakov destaca su lentitud, su coraje, su capacidad de convivir con esos últimos esquimales rusos, compartir calor de la lumbre de sus lámparas de queroseno al abrigo de sus tiendas de piel, ser devorado por los mosquitos de la tundra y fotografiar la caza del reno. Ser cómplice y llegar al meollo del asunto.

En el reportaje de 2006, Valentina, de 52 años (una anciana, en términos esquimales), le dijo: “Rezo para que Gazprom no nos cambie. Quiero que mis nietos vean nuestra tierra como es: hermosa, fresca, llena de frutos y de venados”.

Y esto, la expresión de ese deseo simple, era absolutamente subversivo en Rusia.

Sinyakov fue detenido el pasado 18 de septiembre junto a otra veintena de personas a bordo del buque de Greenpeace, Artic Sunrise. Su tarea era documentar la acción del grupo. El barco navegaba bajo bandera holandesa por el mar de Kara, en el Ártico ruso, para denunciar las prospecciones de gas y energías fósiles por la petrolera rusa Rosneft y la estadounidense ExxonMobil.

Aparentemente, el barco fue abordado por las autoridades rusas “a punta de pistola”: “Redujeron a todos y rompieron los equipos de comunicación”, según fuentes de Greenpeace y según se ve en algunos vídeos difundidos por la organización. Voceros de la Administración de la Ruta Marítima del Norte (ARMN) afirman que ésta rechazó varias solicitudes de Greenpeace para el viaje porque la clasificación del Arctic Sunrise no estaba debidamente certificada.

En el grupo de 30 detenidos hay activistas de hasta dieciocho nacionalidades –entre ellos los argentinos Camila Speziale, de 21 años, una estudiante de fotografía alistada en la organización desde los 17, y Miguel Hernán Pérez Orsi, también parte de Greenpeace Internacional– que, junto a la tripulación del barco, han sido acusados de “piratería”, un delito que se castiga en Rusia con hasta 15 años de prisión.

No era la primera vez que el trabajo de Sinyakov le causa problemas. Los tuvo cuando retrató en “Los parias de Rusia” a los inmigrantes que llegan desde las antiguas repúblicas ex soviéticas de Asia Central como Uzbekistán, Tayikistán o Kirguistán y malviven hacinados en Moscú y otras grandes ciudades, alimentando el mercado de los sobornos y las mafias que les venden permisos de trabajo. Sinyakov reveló que la mayoría de los hijos de estos inmigrantes ni siquiera aparece en los registros de población. Para el Estado, no existen.

También los tuvo cuando documentó las vidas de los residentes de Muslyumovo, una aldea expuesta a 76 millones de metros cúbicos de residuos radiactivos tirados en el riachuelo de su localidad durante décadas. Recién hace unos años se pensó en la posibilidad de reasentar a sus habitantes.

Esta semana, Sinyakov fue uno de los primeros en declarar ante la corte de Mumarsk. Insistió en que sólo había tomado fotografías y no había participado en las acciones de Greenpeace.

El tribunal consideró que, como parte de su trabajo para esta organización, Sinyakov viaja mucho al exterior y podría no regresar. En conclusión, ordenó que permanezca “detenido dos meses, hasta el 24 de noviembre”, a la espera del juicio, según informó Greenpeace Rusia en su cuenta de Twitter.

La respuesta de Sinyakov: “La única actividad criminal por la que soy castigado se llama periodismo. Y lo seguiré ejerciendo”.