Delincuencia y desempleo

Omar Carreón Abud


Delincuencia y desempleo

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2011, 09:15 am

Me parece que como el 80 o el 90 por ciento del discurso presidencial o, por lo menos, lo que se difunde a través de los medios de comunicación, está dedicado al combate al crimen organizado, se trata de un tema muy recurrente. Es difícil, por tanto, encontrar un mexicano adulto que no esté enterado de que el Presidente de la República encabeza una lucha contra el llamado crimen organizado mediante el uso de la fuerza pública a sus órdenes.

No serían ya tantos quienes pudieran contestar con cierto tino a qué se debe que en nuestro país haya proliferado la delincuencia. Es cierto que, también reiteradamente, el Presidente de la República señala que se trata de las consecuencias de que antes no se le haya combatido con decisión, pero ello sólo sería, en todo caso, la causa de su crecimiento, no de su origen, un padecimiento crece cuando no se administra el medicamento adecuado, oportuno y en cantidad suficiente, cierto, pero ello nunca puede confundirse con la causa del surgimiento de la enfermedad.

Ahora bien, tiene una importancia decisiva encontrar la causa última de un fenómeno porque de esa manera se identifica correctamente el mismo, se diagnostica y, consecuentemente, se aplican los correctivos a propósito. Todo mundo sabe también que un mal diagnóstico, sobre todo de un mal grave y peligroso, es devastador para el enfermo. En nuestro país no se ha hecho tal diagnóstico: aquí hay crimen organizado que destruye a las familias sin que se diga a qué se debe; tal parece que aquí, simplemente, se destapó la caja de Pandora y se diseminaron todos los males y ahora hay que acabarlos con remedios policíacos.

Para acercarse a localizar las causas últimas de tan sonado fenómeno social, invito a pensar en que la delincuencia, organizada o no organizada, prolifera ahí donde las familias no tienen suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades más elementales, ahí donde no hay trabajo ni salario remunerador. Algunos de los que han tenido la fortuna de viajar a los países desarrollados, platican asombrados que muchas casas no tienen bardas o cercos infranqueables, que cualquiera puede entrar al patio y que en el patio están siempre las bicicletas de los niños sin que nadie se las lleve. Con no poca frecuencia, también, sacan la conclusión de que se trata de personas muy educadas y respetuosas; puede ser, pero yo más bien creo que todos los niños tienen bicicleta y juguetes y sus padres un salario suficiente que llevar a su casa. Como todo eso no existe aquí, hay sitios en donde desaparecen hasta las tapas de las coladeras y el cable de la luz.

Ello cuenta con dos poderosos aceleradores: la publicidad arrolladora y los bajos niveles educativos. En este modo de producción, la ganancia del empresario está adherida a la mercancía y, por tanto, la mercancía producida como tal no sólo no le sirve al empresario, sino que si se acumula, se convierte en un estorbo y genera un costo adicional almacenarla por lo que es indispensable venderla inmediatamente para separar la ganancia y quedarse con ella. Ello explica que se haya convertido en una necesidad vital ganar al cliente, vender a toda costa, empujar el consumo hasta el grado de identificarlo con la auténtica y duradera felicidad. Tener se ha convertido en una obsesión. Complemento necesario para contar con un consumidor manipulable es que sus defensas ideológicas sean pocas y débiles, es decir, que tenga una baja y mala educación; de pasada, ello nos lleva a reflexionar acerca de que la baja calidad educativa en la población en este sistema, no le es ajena sino propia.

¿Qué tenemos al final de las cuentas? Un consumidor sin dinero y obsesionado por comprar que, por tanto, está dispuesto a todo o casi a todo por satisfacer sus necesidades auténticas o postizas. En consecuencia, la delincuencia la causa el sistema mismo o, si se quiere, la forma cómo lo estamos haciendo funcionar. Y ¿qué se hace al respecto? Nada, absolutamente nada. Los programas sociales de combate a la pobreza no le hacen ni cosquillas y eso sin tomar en cuenta que a los no seleccionados por sus preferencias políticas se les regatea hasta el infinito, como lo hace Sedesol con los programas de mejoramiento de la vivienda. Ante este panorama, en el que la base social de la delincuencia se reproduce por instantes como si se tratara de las cabezas de la Hidra de Lerna ¿cree usted que es con la policía y el ejército, a tiros, que se va a acabar?

No hay, pues, políticas públicas sólidas, confiables para combatir la pobreza y la miseria, no se ve cómo ni para cuando. Pero eso sí, a la menor oportunidad se combate el empleo honrado al que han ido a parar algunos pobres para sobrevivir. Tal es el caso de los modestísimos pepenadores de basura en Uruapan contra quienes se ha emprendido una campaña cerrada para dejarlos sin materia de trabajo tolerando y hasta alentando la pepena de los materiales que ellos aprovechan por parte de empleados de los camiones de limpia de la propia presidencia municipal. ¿Cuál es el propósito? Hacerlos desaparecer del tiradero municipal para que cuando se tenga listo el nuevo “relleno sanitario” se pueda entregar a empresarios sin la molestia de los humildes pepenadores. Los pepenadores han demandado al presidente municipal, Antonio González Rodríguez, que intervenga para que los empleados cumplan con su trabajo y no se dediquen a pepenar materiales, que el bono de compensación que les otorga, se los otorgue a ellos también y que, dado que son quienes siempre han estado presentes y, valga la expresión, vigilado y cuidado el tiradero municipal, se les considere entre los primeros solicitantes con méritos para tener la concesión del nuevo relleno sanitario; han quedado en espera de una respuesta. Sus compañeros del Movimiento Antorchista del estado de Michoacán, estaremos atentos a ella.