De las mentiras y engaños, a la represión política

Por Miguel Ángel Casique Olivos


De las mentiras y engaños, a la represión política

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2017, 17:44 pm

Para quien está medianamente informado del acontecer de nuestro país no es difícil darse cuenta del descrédito en que han caído los políticos y gobernantes en turno en sus tres niveles; y no se diga de los que ahora se “preparan” para competir electoralmente en alguno de los cuatro estados del país en los que habrá elecciones en 2017; o de los 28 suspirantes al Gobierno Federal para el próximo año; también éstos han perdido por completo la confianza de la mayoría de los electores.

Para hablar de credibilidad, forzosamente tenemos que referirnos a “un buen político” o a “un mal político”; pero además conocer las razones por las que los ciudadanos han dejado de creer en la probidad de sus autoridades o representantes políticos. Una encuesta reciente, cuyos resultados se publicaron en un diario de circulación nacional, reveló que la mayoría de los mexicanos se siente pesimista ante la llegada del gobierno de Donald Trump y tres de cada cuatro de las personas consultadas no creen que el presidente de México esté preparado para lidiar con el nuevo mandatario estadounidense; además, el estudio permite conocer que al cumplirse el cuarto año del gobierno de Enrique Peña Nieto, la aprobación a sus acciones es apenas del 24 por ciento. La credibilidad del primer mandatario del país continúa a la baja; y la pregunta obligada es ¿por qué esa desconfianza hacia un político cuya aceptación hace cuatro años le permitió ganar la silla presidencial, cuando 19 millones de ciudadanos votaron por él? La respuesta no es tan difícil; el repudio ciudadano, lejos de ser gratuito o erróneo, es una respuesta a las antipopulares políticas de atención a los problemas ciudadanos, a la insensibilidad de los funcionarios y, por supuesto, al engaño y la mentira oficial; la falta de credibilidad siempre acompaña a los gobiernos autoritarios, elitistas y burocratizados a quienes lo último que importa es el bienestar de la población a quien dicen representar.

Para demostrar que el repudio ciudadano a los malos gobernantes es producto de su modo tiránico de ejercer el poder público, basta mencionar tres casos, en el sur, centro y norte del país. Los antorchistas de Bacalar, Quintana Roo cumplen ya 21 días en plantón porque Alexander Zetina, alcalde de ese municipio, cuya administración apenas cumplirá cinco meses, no respeta el derecho de libre organización al excluir a campesinos de las listas de Desastre y Siniestro y se niega a apoyar a 400 campesinos, sus paisanos, que piden un espacio para edificar sus modestas viviendas; el edil además ha tratado con la más vergonzosa indiferencia a 53 comunidades que piden obras y servicios de elemental necesidad. Cuando Zetina rindió protesta, aseguró que los ejes del plan municipal de desarrollo de Bacalar serían “el turismo, actividades agropecuarias, seguridad pública, respeto a los derechos humanos, sustentabilidad y preservación cultural”, pero todo quedó en promesas que ahora se niega a cumplir, aunque ahora su propio cabildo cuestione sus medidas, como en el caso de los impuestos que pretende aplicar a los propietarios asentados a la orilla de la laguna de los Siete Colores, cobros absolutamente fuera de la ley; así se explica por qué el prestigio del alcalde entre sus gobernados y entre los funcionarios de su administración haya caído en picada y ahora esté por los suelos. El maltrato del aprendiz de tirano de Bacalar no sólo se ha cebado en el plantón antorchista, todos sus paisanos lo señalan como un individuo prepotente e intratable. Cuando los campesinos Rosa Ranier y Eddy García acudieron a las instalaciones donde despacha este alcalde, fueron obligados a quitarse las sandalias para que no ensuciaran el piso; ellos sólo iban a solicitar apoyo médico. Discriminación, burocratismo y prepotencia, es lo que sucede en Bacalar.

En Querétaro ocurre otro tanto; en el municipio de Pinal de Amoles, la alcaldesa Gloria Rendón, nueva discípula de Hitler, dijo: “los voy a quitar a la chingada”, en clara referencia a un plantón que el 14 de febrero instalaron habitantes de al menos una decena de comunidades para exigir que cumpla con peticiones de obra social que se han presentado en tres oficios. El 1º de octubre de 2015, Gloria Rendón rindió protesta con un discurso emotivo y prometedor: “…trabajaré para que siempre estén orgullosos de mí… hoy para mí es un momento de mucha alegría, pues desde niña siempre he sentido el compromiso de servir a la gente…, no olviden que debemos conducirnos con humildad y respeto, y teniendo siempre claro que es a la ciudadanía a quien tenemos la oportunidad de servir y por ello habremos de entregarnos. Aquí, ante ustedes, quiero hacer público que habré de dirigirme con rectitud y con entrega porque Pinal de Amoles necesita que dejemos atrás las palabras y nos ocupemos de las acciones”. Su discurso fue hermoso, sí, pero las palabras quedaron atrás, también se las llevó el viento y ahora los ataques verbales, las mentiras, y las amenazas de represión violenta se ciernen sobre quienes reclaman por su mala administración y mantienen un modesto plantón, que un día sí y otro también, sufre los amagos de desalojo de la policía estatal de Querétaro.

El tercer caso, ahora del norte de nuestro país, también ilustra las causas por las que los políticos acaban por perder el respaldo popular que los llevó a ganar el cargo. El pasado 16 de febrero, antorchistas sonorenses de los municipios de Hermosillo, Navojoa, Guaymas y Empalme, realizaron una protesta ante la falta de atención a sus demandas de obra social; ha pasado un año desde que la gobernadora priista Claudia Pavlovich rindió protesta; en ese acto solemne, ella dijo que el objetivo de su administración era llevar al estado a la grandeza que merece, volver a los primeros lugares en educación y salud, y que su administración tenía como objetivo “reconstruir la confianza de la gente”; pero una vez más, todo quedó en frases, porque la política sonorense ahora niega apoyos educativos para una secundaria y cuatro telebachilleratos; y aquí también, lo que el pueblo recibe son engaños y falta de atención.

Estos tres botones bastan para explicar la pérdida de credibilidad de los gobernantes que en lugar de atender las necesidades de los ciudadanos, en vez de cumplir con lo que prometieron en su campaña y en su toma de protesta, mienten y manipulan a la población, se burlan de ella, demostrando que sólo sirven a la clase del dinero, pero no a los pobres, que somos la mayoría en este país profundamente desigual.

Hace dos o tres décadas, la bonanza económica permitía instrumentar programas de apoyo a los distintos sectores de la población, apoyos que servían como antídoto a la inconformidad e impedían que las mayorías despertaran; esta bonanza llevó a muchos funcionarios a pensar que podían perfeccionar el engaño y la mentira como el verdadero arte de la política y que podían usarlo en su quehacer cotidiano. Pero ese tiempo ya pasó; el pueblo mexicano ha ido tomando conciencia de la necesidad de organizarse; el incrementeo de la pobreza y la desigualdad pueden hacer que el pueblo consciente y por lo tanto incontenible, se levante para cambiar su situación.

Por eso la conducta de la gobernadora priista de Sonora, del alcalde de Bacalar y de Gloria Rendón, de Pinal de Amoles, en Querétaro, resultan una provocación directa al pueblo y exhiben el verdadero rostro de los políticos demagogos, que mienten a sus electores y que una vez en el poder se niegan a atender las necesidades de sus gobernados; que en sus campañas electorales hacen promesas que de antemano saben que no van a cumplir.

Hace unos cuantos años, la demagogia, las promesas de gobernar para el pueblo iban acompañadas de programas que paliaban un poco el hambre de las capas más desprotegidas de nuestra patria; hoy, la crisis política, económica y social en que vivimos ya no permite a la clase en el poder aplicar medidas paliativas; y ahora parece haber decidido echarle más gasolina al fuego del descontento popular.

Pero esta forma de hacer política a través del engaño y la mentira se debe acabar; el pueblo de México está pasando de la niñez a la etapa adulta y pronto estará listo para responder como se merecen, estos políticos y gobernantes que piensan que el abuso puede eternizarse. A los pobres de México, el Movimiento Antorchista Nacional los llama a unirse para combatir esta forma antipopular de ejercer el poder.